La Aventura de Sofía y el Terreno de Jesús
Era un día soleado en el pequeño pueblo de La Esperanza. Sofía, una niña curiosa y valiente de diez años, paseaba por el parque cuando escuchó a un grupo de adultos hablando en voz baja. Se acercó un poco más para escuchar.
"Mañana empezamos a cavar en los terrenos de Jesús. ¡No puedo esperar!" dijo uno de ellos.
Sofía se dio cuenta de que estaban hablando de algo importante y su corazón empezó a latir rápido. Ella conocía a Jesús, el anciano dueño de un gran terreno donde solía jugar con sus amigos.
Con determinación, Sofía decidió que tenía que avisarle. Corrió hacia la casa de Jesús, mientras su mente imaginaba la excavadora enorme que podrían traer. Al llegar, llamó a la puerta con fuerza.
"¡Jesús! ¡Jesús!" gritó.
El anciano abrió la puerta, sorprendido.
"¿Qué sucede, Sofía?" preguntó con amabilidad.
"¡Tienes que escucharme! Escuché a unos adultos que van a cavar en tu terreno esta noche. ¡No te lo van a permitir!"
Jesús sonrió y acarició la cabeza de Sofía.
"No te preocupes, querida. Es solo un proyecto de construcción. No tiene importancia".
Sofía no se sintió convencida. Sabía que algo en el tono de los adultos no era correcto, así que decidió no rendirse. Esa noche no pudo dormir, su mente continuaba inquieta por lo que había escuchado.
A la mañana siguiente, se dirigió al terreno de Jesús. Al llegar, vio a un grupo de trabajadores instalando vallas y máquinas. Su corazón se aceleró. Tenía que hacer algo.
"¡Espera!" gritó, corriendo hacia ellos.
Los trabajadores se detuvieron, mirándola con sorpresa.
"¿Quién te dejó entrar? ¡Esto es un terreno privado!" dijo uno, frunciendo el ceño.
"¡Soy Sofía y estoy aquí por Jesús! No pueden cavar aquí sin su permiso".
El hombre la miró con desdén.
"¿Y qué sabes tú sobre esto?"
Sofía, sintiéndose pequeña, se acordó de su maestro de la escuela, que siempre decía que la valentía no se mide por el tamaño del cuerpo, sino por el tamaño del corazón.
"¡Sé que es su propiedad! ¡Y tengo que decirle algo!"
En ese momento, se le ocurrió una idea. Fue a buscar a los niños del barrio y, juntos, idearon un plan.
"Chicos, tenemos que hablar con Jesús de nuevo y hacer una protesta. Si nos unimos, no podrán ignorarnos".
Los niños se entusiasmaron con la idea y, al día siguiente, se reunieron frente a la casa de Jesús con pancartas que decían: "¡No a la Excavación!" y "¡Defendamos el terreno de Jesús!".
Cuando Jesús salió a ver qué sucedía, se sorprendió al ver a tanta gente joven apoyándolo.
"Pero, ¿qué significa esto?" preguntó, con una mezcla de sorpresa y ternura.
"Jesús, no queremos que te hagan esto. Nos gustaría que defendieras tu terreno" dijo Sofía.
El anciano miró a los niños y, al borde de las lágrimas, dijo:
"Nunca imaginé que tanto apoyo podría llegar de ustedes. Me siento orgulloso".
Con el animo del grupo, Jesús se armó de valor. Decidió hablar con los adultos que tenían planes de excavar.
Unos días después, se organizó una reunión comunitaria. Sofía y sus amigos se presentaron, con sus pancartas y con valentía, hablando ante todos sobre la importancia de respetar la propiedad ajena y el valor sentimental que tenía para Jesús.
Al final de la reunión, los adultos decidieron buscar un nuevo lugar para el proyecto. La comunidad se unió en torno a Jesús, quien agradeció a Sofía y a los niños por su valentía.
Sofía sonrió, sabiendo que había sido un día exitoso. Había aprendido que un pequeño acto de valentía puede hacer una gran diferencia. Y así, en La Esperanza, todos aprendieron a escuchar la voz de los más jóvenes, pues, a veces, son ellos quienes tienen la verdad más clara.
FIN.