La Aventura de Sofía y las Verduras Mágicas



Había una vez en un pequeño pueblo una niña llamada Sofía. Sofía tenía seis años y vivía con su mamá y su papá. En casa había algo que a Sofía no le gustaba para nada: ¡las verduras! A ella le encantaban los pasteles, las golosinas y las pizzas, pero cuando su mamá le decía que era hora de comer verduras, Sofía fruncía el ceño.

-Un día, mientras jugaba en el jardín, Sofía escuchó un murmullo entre los arbustos. Se acercó curiosa y, para su sorpresa, encontró a un pequeño duende llamado Beto. -Hola, Sofía. Soy Beto, el duende de las verduras. He venido a hacerte una propuesta.

Sofía lo miró intrigada, pero un poco escéptica. -¿Qué propuesta? No me digas que quieres que coma verduras. ¡No me gustan! -.

Beto sonrió. -Te aseguro que las verduras son mágicas. Si decides probarlas, te llevaré a un lugar increíble donde podrás ver lo que pueden hacer por ti.

La niña, emocionada, se animó a escuchar. -¡¿De verdad? ! -.

-Sí, pero debes prometerme que al menos vas a probar una de ellas -dijo Beto mientras hacía un pequeño baile.

Sofía pensó en la aventura que le esperaba. -Está bien, lo intentaré -dijo decidida.

Esa noche, Sofía se sentó a la mesa y, con un poco de nervios, probó un trocito de brócoli. Para su sorpresa, ¡no era tan malo! Al día siguiente, Beto apareció de nuevo. -¡Felicidades, Sofía! Has dado el primer paso. Ahora, vamos a descubrir el Bosque de las Verduras Mágicas -.

Ambos se tomaron de la mano y en un instante aparecieron en un bosque lleno de árboles con hojas brillantes y plantas de colores vivos. -Mira a tu alrededor, Sofía -dijo Beto. -Cada una de estas verduras tiene un poder especial.

Sofía miró a su alrededor con asombro. Vio zanahorias que iluminaban el camino, espinacas que podían volar y tomates que reían al tocar el suelo.

-¿Poderes? ¡Quiero ver! -exclamó Sofía.

Beto la llevó a una zanahoria gigante. -Esta zanahoria puede darte energía para jugar todo el día.

Sofía la tocó y, de repente, sintió como una ola de energía la atravesaba. -¡Wow! -dijo Sofía, saltando de alegría. -Esto es increíble. ¿Y esa espinaca que vuela? -.

Beto apuntó hacia la espinaca. -Es la espinaca de los sueños. Si la comes antes de dormir, tendrás sueños mágicos y emocionantes -.

Sofía sonrió. -Entonces, ¡quiero llevarla a casa!

-Como quieras, pero recuerda, cada vez que disfrutes de una verdura, descubrirás más maravillas -aseguró Beto.

De repente, un viento fuerte sopló en el bosque y unas oscuras nubes cubrieron el cielo. -¡Oh no, es el Rey gordon! -exclamó Beto. -No permite que los niños disfruten de las verduras. -

Sofía sintió un escalofrío. -¿Qué hacemos? -.

Beto pensó rápido. -Necesitamos encontrar el Arco Iris de las Verduras, que se encuentra en la parte más alta del bosque. Solo aquellos que realmente aman las verduras pueden hacerlo.

Sofía, al sentir su corazón latir, decidió que iba a intentarlo. -Vamos, Beto, ¡puedo hacerlo! -dijo, y comenzaron a correr.

Mientras corrían, el Rey gordon apareció. -¡Deténganse! ¡No pueden seguir! -.

-¡Pero a Sofía le encantan las verduras! -gritó Beto.

-¡Eso no importa! -respondió el Rey gordon. -No podrá ir más lejos.

Entonces Sofía se detuvo y respiró hondo. -¡Espera! -dijo. -He probado las verduras y son mágicas. Quiero que todos los niños las prueben.

El Rey gordon se quedó callado, parado en su camino. -¿De verdad te gustan las verduras? -preguntó.

-Sí, pero no solo por su sabor. Me dieron energía y me llevaron a un lugar mágico. ¡Quiero que otros también lo vivan! -.

Los ojos del Rey gordon se abrieron y sonrió, aunque era un poco tímido. -Si lo dices así, tal vez deba probarlas también -.

Con eso, Sofía y Beto guiaron al Rey gordon hacia la zanahoria gigante y, con un poco de miedo, él tomó un bocado. Para su sorpresa, sintió cómo su cuerpo se llenaba de energía. -¡Esto no está tan mal! -dijo el Rey gordon.

-Ya ves, las verduras son para todos -dijo Sofía, sonriendo orgullosa.

Desde aquel día, el Rey gordon se convirtió en el Rey de las Verduras, y juntos, Sofía y Beto, viajaron por el mundo animando a los niños a probar verduras.

Así, Sofía aprendió que las verduras podían ser amigas, y nunca más se volvió a resistir a ellas. ¡Las verduras mágicas habían cambiado su vida para siempre!

FIN.

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