La Aventura de Sofía y Ramón
Era un hermoso día de primavera en el bosque. Sofía, la ardilla, saltaba de rama en rama, buscando bellotas para llenar su alijo. Era conocida por ser muy trabajadora y siempre estaba lista para el invierno.
Un día, mientras recolectaba bellotas, Sofía vio algo brillante en el suelo. "¡Oh, qué bellota tan linda!"- exclamó emocionada. Pero justo cuando estaba a punto de recogerla, apareció Ramón, la rana, con un gran salto.
"¡Esa bellota es mía!"- dijo Ramón, mirándola con picardía.
Sofía, sorprendida, le respondió: "¡Pero yo la vi primero! Estaba a punto de recogerla."-
"No importa, yo la necesito más que vos"- insistió Ramón, revoloteando un poco. Sofía se sintió frustrada, pero decidió que pelear no era la solución. Sin embargo, se quedó observando cómo Ramón, sin la menor vergüenza, se llevaba la bellota.
Al día siguiente, Sofía decidió volver a buscar bellotas. Esta vez, estaba decidida a no dejar que Ramón le robara nada. Mientras lluvia suave caía, se topó con un grupo de bellotas maravillosas. "¡Las bellotas son mías!"- pensó llena de esperanza. Pero nuevamente apareció Ramón, haciendo eco entre los árboles.
"¡Hola, Sofía! ¿Cómo estás?"- dijo Ramón con una sonrisa.
"No tan bien, Ramón. No me gusta que me robes mis bellotas"- explicó Sofía, intentando ser amigable.
"Yo solo tengo hambre. Y las bellotas son muy ricas"- se justificó Ramón, frunciendo el ceño.
Sofía, por un instante, sintió compasión. "¿Sabés? Tal vez podríamos buscar juntos. Así nadie se siente poco feliz y también podemos compartir las bellotas"- propuso Sofía.
"¿Compartir? Nunca había pensado en eso"- dijo Ramón, visiblemente confundido.
Aunque al principio dudaba, Ramón asintió y ambos comenzaron a buscar bellotas juntos. Al principio, Sofía se ocupaba de encontrar las bellotas y Ramón se las llevaba. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que trabajar en equipo era más divertido.
"Mirá esa bellota gigante ahí!"- gritó Ramón, señalando un árbol alto.
"¡Vamos!"- exclamó Sofía, y saltaron juntos hacia el árbol. Con su esfuerzo combinado, lograron recoger varias bellotas grandes y jugosas.
"Nunca había pensado que era tan agradable trabajar en equipo"- confesó Ramón, sonriendo.
"Yo tampoco. A veces, es bueno pedir ayuda. Todos tenemos algo que aportar, ¿no?"- dijo Sofía. La rana asintió alegremente.
Así pasaron los días, Sofía y Ramón recolectando bellotas juntos. Hasta que un día, llegó la niebla y con ella, un gran viento que esparció todas las bellotas.
"¡Oh no! ¡Nuestras bellotas!"- gritó Sofía, mientras corría a recogerlas.
"No te preocupes, estoy aquí para ayudarte"- dijo Ramón, saltando entre las hojas. Ambos trabajaron duro durante horas y lograron recolectar una buena cantidad de bellotas. Sofía se sintió agradecida de tener a Ramón a su lado.
Al final del día, se sentaron bajo un gran árbol y compartieron un festín de bellotas.
"¡Esto es fantástico!"- dijo Ramón, masticando contento.
"Sí, y todo gracias a que decidimos trabajar juntos"- agregó Sofía.
Desde aquel día, Sofía y Ramón se volvieron grandes amigos. Aprendieron el valor del trabajo en equipo y de compartir. Sofía ya no temía que alguien le robara sus bellotas, porque había encontrado en Ramón un compañero fiel.
Y así, en el bosque, la ardilla y la rana vivieron muchas más aventuras, siempre aprendiendo algo nuevo y ayudándose mutuamente. Al final, se dieron cuenta de que la verdadera riqueza no estaba en las bellotas, sino en la amistad que habían construido.
FIN.