La Aventura de Sofía y Sus Dos Papás
Era un día soleado en un pequeño pueblo de Norteamérica, donde todos los niños estaban emocionados por el inicio del año escolar. Sofía, una niña de 4 años, llegó al jardín con su mochila llena de colores y libros de cuentos. Hoy era un día especial, porque su maestra, la señorita Ana, iba a enseñarles sobre la cultura norteamericana y cómo vive la gente allí.
- ¡Hola, Sofía! - saludó su amigo Tomás mientras jugaban en el patio. - ¿Sabías que en Norteamérica hay muchas costumbres divertidas?
- ¡Sí! - respondió Sofía con una sonrisa. - Mi papá me contó que hay una festividad llamada Halloween. ¡Es un día donde la gente se disfraza y pide caramelos!
- ¡Qué divertido! - exclamó Tomás. - Mi familia también celebra Thanksgiving. En esa fiesta, comemos pavo y damos gracias por todo lo que tenemos.
La señorita Ana se acercó a ellos y dijo:
- ¡Muy bien, chicos! Ahora, vamos a sentarnos en círculo y compartir más sobre nuestras tradiciones. Recuerden, aquí todos somos diferentes y eso es lo que hace a nuestra comunidad tan especial.
Mientras los niños compartían sus historias, Sofía levantó la mano y empezó a hablar:
- Yo tengo dos papás. Uno se llama Luis y el otro se llama Mateo. ¡Ellos son los mejores!
Los otros niños la miraron con curiosidad. Sofía continuó:
- Pero a veces, algunos niños no entienden. Ellos piensan que solo se puede tener una mamá y un papá.
Tomás, siempre atento, preguntó:
- ¿Y cómo son tus papás, Sofía?
Sofía sonrió ampliamente y dijo:
- Luis es muy divertido. Le encanta contar chistes y hacer acrobacias. Y Mateo es muy cariñoso, siempre me abraza cuando estoy triste.
Entonces la señorita Ana intervino:
- Es muy importante saber que el amor puede venir en muchas formas. Los papás de Sofía son una bella familia con mucho cariño. Eso es lo que realmente importa, el amor y el apoyo que se dan.
Los niños comenzaron a hacer preguntas:
- ¿Y cómo celebran las fiestas?
- ¡Sí! - exclamó Sofía. - En Navidad, nos reunimos todos y cantamos villancicos. Hacemos galletitas y las decoramos juntos.
De repente, un nuevo niño entró al aula. Se llamaba Ben y parecía tímido. Sofía lo miró y sonrió:
- ¡Hola! Soy Sofía. ¿Quieres contarnos de tus tradiciones?
Ben tembló un poco, pero con la sonrisa de Sofía, se sintió más seguro:
- En mi casa, tenemos una tradición de hacer un picnic todos los domingos en el parque.
Los niños se mostraron entusiasmados y comenzaron a hablar sobre sus propios picnics y las cosas que les gusta comer. Así, la discusión se convirtió en una gran conversación sobre cada una de sus culturas, costumbres de sus familias y hasta sobre sus comidas favoritas.
- ¡A mí me gusta el sushi! - gritó una niña llamada Lucía.
- ¡Y a mí las pizzas! - respondió Ben, y todos rieron.
Sofía aprovechó el momento y dijo:
- También podemos hacer un picnic en el parque y cada uno puede traer su comida favorita. ¡Así aprenderemos más de nuestras familias!
La idea fue un éxito. Los niños estuvieron de acuerdo y se emocionaron, hablando de lo que llevarían al picnic.
Al final del día, mientras caminaban hacia casa, Sofía se sintió feliz. Había compartido sobre su familia y todos la escucharon con atención. Sus amigos le preguntaban más sobre sus dos papás y Sofía se dio cuenta de que la diversidad y el amor son razones para estar orgullosos.
- ¡Sofía! - la llamó Tomás mientras partían. - ¡Eres muy valiente al contar sobre tus papás! Me alegra tenerte como amiga.
Sofía, sonriendo de oreja a oreja, respondió:
- Gracias, Tomás. Y me alegra tener amigos tan geniales como ustedes. Juntos hacemos de este lugar un lugar especial.
Y así, Sofía aprendió que en su pequeño pueblo, cada familia, cada tradición y cada cultura era valiosa y digna de celebración.
FIN.