La Aventura de Tania en la Plaza



Era un día radiante y soleado en la ciudad. Tania, una niña llena de energía y sonrisas, corría hacia la plaza con sus tres mejores amigas: Lía, Sofía y Valentina. Cada tarde, después de clases, se reunían en la plaza para jugar en el parque. A Tania le encantaba balancearse en la hamaca, sentir cómo el viento le acariciaba el rostro y gritar de felicidad mientras se balanceaba cada vez más alto.

"¡Mirá cómo vuelo!" - gritaba Tania mientras se impulsaba hacia el cielo como si pudiera tocar las nubes.

"¡Cuidado, Tania!" - le advertía Lía, riendo. Pero a Tania no le importaba, la diversión era lo único que pensaba en ese momento.

Un día, mientras intentaba hacer un nuevo truco, Tania se balanceó tan alto que perdió el control y, de repente, cayó de la hamaca.

"¡Aaah!" - gritó al caer.

Lía, Sofía y Valentina corrieron hacia ella.

"¡Tania, estás bien!" - exclamó Sofía, preocupada.

"Ay, me duele un poco la muñeca..." - respondió Tania con voz temblorosa, mientras le costaba contener las lágrimas.

Después de un rato, las amigas se sentaron junto a Tania y la animaron.

"No te preocupes, Tania. Todos nos caemos alguna vez. Lo importante es levantarse y seguir adelante" - le dijo Valentina.

Sentada en el suelo, Tania miró a sus amigas y tomó una profunda respiración. Las palabras de Valentina resonaban en su mente. En lugar de ponerse triste, decidió que no dejaría que una caída la detuviera.

"Tenés razón. ¡Vamos a jugar de nuevo!" - exclamó Tania, animada. Y así, con un poco de cuidado, sus amigas la ayudaron a levantarse.

Continuaron jugando, pero esta vez Tania se dedicó a ser una espectadora. Se dio cuenta de que no solo disfrutar de la hamaca era divertido, también lo era reír y jugar con sus amigas de otras maneras. Jugaron a la pelota, hicieron una carrera y disfrutaron de las historias que cada una contaba. Las risas llenaban la plaza y Tania comenzó a sentirse mejor.

Al día siguiente, Tania aún tenía un leve dolor en su muñeca. Pero eso no la detuvo. ¡Era sábado! Cuando sus amigas llegaron, les dijo:

"Hoy les quiero mostrar algo nuevo. Vamos a hacer un picnic en la plaza".

Las niñas se emocionaron y se pusieron manos a la obra. Trajeron frutas, galletitas y un par de jugos. Al llegar a la plaza y ver el gran árbol donde siempre jugaban, decidieron hacer su picnic bajo su sombra.

"¡Qué rico todo!" - Comentó Sofía, mientras mordía una galletita.

"Esto es más divertido que jugar en la hamaca" - dijo Tania con una sonrisa.

El tiempo pasó volando. Se reían, compartían historias y ahora, la caída de Tania había quedado como una anécdota divertida. Las amigas aprendieron que a veces, cambiar de planes es igual de divertido que hacer lo habitual.

Después de ese día, Tania ya no veía la hamaca con miedo, sino como parte de un momento; siempre con nuevas cosas por aprender y disfrutar, tanto en la hamaca como en el picnic bajo el árbol con sus amigas.

Y así, cada fin de semana, Tania y sus amigas exploraban nuevas formas de jugar. Nunca olvidaron la lección: caer está bien, lo importante es levantarse y encontrar nuevas maneras de divertirse. Tania aprendió que la verdadera diversión está en la compañía y en adaptarse a lo que venga, y sus experiencias en la plaza se volvieron inolvidables.

Y colorín Colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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