La aventura de Timo y el árbol sabio
En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y ríos cristalinos, vivía un niño llamado Timo. Timo tenía un gran corazón y siempre buscaba ayudar a los demás. Un día, mientras paseaba por el bosque, escuchó un susurro:
"Timo... Timo... ven aquí..."
Siguió el sonido y encontró un árbol gigante y frondoso, que parecía tener ojos.
"Hola, Timo, soy el Árbol Sabio. He visto cómo ayudas a tus amigos y vecinos. Te agradecería mucho si pudieras ayudarme también".
Timo se sorprendió.
"Claro, ¿cómo puedo ayudarte?"
"He perdido mis hojas brillantes, y sin ellas, no puedo dar sombra a los animales ni alimento a los pájaros. Necesito que me traigas algunas hojas especiales que crecen en la montaña del rincón. Pero cuidado, el viaje puede ser difícil".
Timo sonrió con determinación.
"No te preocupes, Árbol Sabio, haré lo que sea necesario".
Timo se despidió del árbol y comenzó su aventura. Al caminar, se encontró con su amigo Leo, un perrito juguetón.
"¿Adónde vas, Timo?" - preguntó Leo.
"Voy a buscar hojas para el Árbol Sabio. ¿Quieres acompañarme?"
"¡Sí! ¡Sería muy divertido!"
Juntos, continuaron el camino hacia la montaña. Al llegar, se encontraron con un viejo puente de madera que parecía a punto de romperse.
"No creo que sea seguro cruzar este puente" - dijo Timo.
"A lo mejor deberíamos dar la vuelta" - sugirió Leo.
Pero Timo recordó lo importante que era ayudar al Árbol Sabio. Se le ocurrió una idea.
"Podemos juntar algunas ramas y hacer un soporte para el puente. Así será más seguro".
Ambos juntaron ramas y lograron fortificar el puente. Con cuidado, cruzaron uno a uno. Al llegar al otro lado, se sintieron orgullosos de su trabajo en equipo.
"¡Lo logramos, Timo! Ahora sigamos buscando esas hojas" - celebró Leo.
Subieron la montaña, donde encontraron un hermoso campo lleno de hojas brillantes. Timo y Leo comenzaron a recogerlas con alegría. Sin embargo, al poco rato, escucharon un llanto.
"¿Qué es ese sonido?" - preguntó Timo.
Siguieron el sonido y encontraron a una pequeña ardillita atrapada entre unos arbustos.
"¡Ayuda! No puedo salir!" - gritó la ardillita.
Timo miró a Leo y ambos supieron que debían ayudar.
"No te preocupes, vamos a ayudarte" - dijo Timo.
Con cuidado, Timo y Leo despejaron los arbustos y, poco a poco, liberaron a la pequeña ardilla.
"¡Gracias, gracias! No sé qué haría sin ustedes" - dijo la ardillita con lágrimas de felicidad en sus ojos.
"No hay de qué" - respondió Timo. "Siempre es importante ayudar a los demás".
"¿Puedo acompañarlos?" - preguntó la ardillita emocionada.
"¡Por supuesto! Cuantos más seamos, mejor" - respondió Leo.
Juntos, el trío terminó de recolectar las hojas y regresaron al árbol. Al llegar, el Árbol Sabio los esperaba ansioso.
"¡Lo lograron! Muchas gracias por su valentía y bondad. Pueden ver cómo mis hojas comienzan a brillar nuevamente" - dijo el Árbol Sabio.
"Lo hicimos juntos, eso fue lo más importante" - dijo Timo.
El árbol les sonrió y, en agradecimiento, les ofreció frutos mágicos que traerían felicidad a todos en el pueblo.
"Gracias, Árbol Sabio. Ahora podremos compartirlo con nuestros amigos y vecinos" - dijo Leo.
Así, Timo, Leo y la ardillita regresaron a su pueblo, llevando no solo los frutos mágicos, sino también una valiosa lección sobre la importancia de la amistad, la colaboración y la generosidad. Desde entonces, todos los días, se aseguraron de ayudar a quienes lo necesitaban, creando un ambiente lleno de amor y solidaridad en su pequeño rincón del mundo.
FIN.