La Aventura de Timo y la Isla de los Sinsabor



En un pequeño pueblo llamado Sonrisas, vivía un niño llamado Timo. Timo era conocido por su curiosidad y su gran deseo de explorar lugares lejanos. Un día, mientras paseaba por la playa, encontró un viejo mapa que prometía llevar a quien lo poseyera a la misteriosa Isla de los Sinsabor, un lugar donde se decía que nadie podía sonreír.

- ¡Mirá lo que encontré! - exclamó Timo a su amigo Nico, que estaba construyendo castillos de arena.

- ¿Qué es eso? - preguntó Nico, acercándose con curiosidad.

- Un mapa que lleva a la Isla de los Sinsabor. ¡Vamos a buscarlo! - respondió Timo emocionado.

Nico dudó por un momento.

- ¿Y si no hay nada bueno ahí?

Timo sonrió.

- ¡Pero tal vez descubramos algo increíble! ¿No quieres ser un gran aventurero?

Días después, Timo y Nico se embarcaron en su viaje hacia la isla. Después de muchas horas de navegación en un pequeño bote, finalmente llegaron a la playa de la Isla de los Sinsabor. La isla lucía deslumbrante, pero había algo extraño: nadie sonreía.

- ¿Por qué están tan tristes? - preguntó Timo a una niña que jugaba sola.

La niña, que se llamaba Lía, se detuvo y miró a Timo con los ojos muy grandes.

- Aquí no se puede reír ni sonreír. Hay un hechizo sobre la isla. - explicó.

- ¿Un hechizo? - preguntó Nico, incrédulo.

- Sí. Un gigante llamado Grog se enojó un día porque no le ofrecieron su pastel favorito, y decidió que desde ese día, nadie podría disfrutar de la risa. - respondió Lía.

Timo, lleno de determinación, dijo:

- ¡Debemos ayudar a Grog a encontrar su pastel! Quizás así podamos romper el hechizo.

Lía y Nico miraron sorprendidos a Timo.

- ¿Cómo vamos a encontrarlo? - preguntó Lía.

- ¡Con el mapa! - dijo Timo mostrando el papel. - ¡Muero por ver a Grog y preguntarle qué quiere en su pastel!

Así, los tres amigos emprendieron su búsqueda. Durante su aventura, se encontraron con muchos animales de la isla que, aunque tristes, eran amistosos y les brindaron pistas. Un loro les indicó que Grog vivía en una montaña al norte de la isla, y un simpático zorro les dijo que debían atravesar el Bosque de los Susurros.

- ¿Sabías que siempre que alguien pasa por ese bosque, el viento susurra? - dijo el zorro.

- No, ¡qué interesante! - exclamó Timo. - Vamos a aprovecharlo para encontrar el camino.

- Pero cuidado - añadió el loro - Mienten a menudo y podrían hacerles perder el rumbo.

Con cada paso que daban, escuchaban los suaves murmullos del viento entre los árboles. A veces parecía que los susurros los guiaban, pero en otras ocasiones se sentían desorientados. Finalmente, Lía tuvo una idea.

- ¿Y si hacemos un juego de adivinanzas? - sugirió.

- ¡Sí! - gritaron Timo y Nico al unísono.

- Podríamos pedirle al viento que nos haga una piedra dura como una pista. - agregó Timo emocionado.

Comenzaron a jugar, y poco a poco, el viento les llevó en la dirección correcta. Después de un rato, llegaron al pie de la montaña donde vivía Grog. El gigante era muy grande y parece que no estaba de muy buen humor.

- ¡Váyanse! - rugió Grog, con la voz retumbando entre las rocas.

- ¡Espera! - gritó Timo, haciendo un gran esfuerzo para que lo escuchara. - Venimos a ayudarte a encontrar tu pastel.

Grog lo miró con curiosidad, y al ver a dos niños y una niña tan valientes, preguntó:

- ¿Qué saben de mi pastel?

Timo, temblando un poco, respondió:

- Sabemos que el hechizo que lanzaste hizo que todos estén tristes, y que solo encontrarás alegría al recibir tu pastel.

Grog se cruzó de brazos pero parecía pensativo.

- ¿Y qué si lo encuentro y nadie lo comparte conmigo? - preguntó con un tono melancólico.

Timo tuvo una gran idea.

- ¡Podemos hacer una fiesta! Todos en la isla podrían compartir tu pastel y disfrutarlo juntos. - ofreció.

Grog miró a Timo y luego a Lía y Nico.

- Hmm... ¿y si hago un pastel gigante lleno de sorpresas para todos?

- ¡Eso sería increíble! - contestó Lía.

Entonces, los tres amigos se quedaron a ayudar a Grog a preparar el pastel. Juntos, recolectaron frutas y dulces que crecían en la isla. Después de un laburo largo y lleno de risas, Grog horneó un pastel gigante que hacía agua la boca. Cuando estuvo listo, el gigante se asomó a la playa y llamó a toda la isla.

- ¡Vengan a compartir el la fiesta! - rugió Grog, y aunque los habitantes eran tímidos, al aroma del pastel no pudieron resistirse.

Una vez todos reunidos, Grog partió el pastel y, al hacerlo, la risa y la alegría volvieron a la isla. Todos se unieron en risas, bailes y cantos, y así el hechizo fue roto. Timo, Lía y Nico sonrieron felices de haber ayudado a Grog.

Cuando la fiesta terminó, Grog abrazó a los tres amigos.

- Gracias por recordarme la alegría de compartir. - dijo el gigante, ya sin la tristeza en su rostro.

- ¡Siempre que quieres puedes compartir con nosotros! - le gritaron Timo y sus amigos, mientras se hicieron amigos de la isla.

Aquel día, no solo aprendieron sobre la importancia de compartir, sino también que el verdadero disfrute está en la compañía de los demás. Timo, Nico y Lía nunca olvidaron la Isla de los Sinsabor, que ya no era más una isla triste, sino un lugar lleno de risas y alegría.

FIN.

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