La Aventura de Tomás y Eloísa



En un pequeño jardín lleno de flores y juguetes, vivían dos amigos inseparables: Tomás, un pequeño de tres años con una gran sonrisa, y Eloísa, una niña curiosa y llena de energía. Todos los días jugaban juntos, pero un día, algo inesperado sucedió.

Era un hermoso día soleado y los dos amigos habían decidido jugar a la pelota en el parque. Mientras Tomás pateaba la pelota de forma entusiasta, Eloísa corría tras ella.

"¡Pasame la pelota, Tomás!" - gritó Eloísa, emocionada.

Pero en ese momento, Tomás tuvo una idea. En lugar de pasarle la pelota, la pateó hacia el lado opuesto, lejos de Eloísa.

"¡Mirá cómo patea la pelota!" - dijo Tomás riendo.

Eloísa, confundida y un poco herida, se cruzó de brazos.

"¡No es gracioso, Tomás! ¡Quiero jugar también!" - protestó.

Tomás, al ver la cara seria de su amiga, dejó de reír. No entendía por qué Eloísa estaba tan molesta. Pero, en lugar de disculparse, siguió jugando, lo que hizo que Eloísa se alejase.

Esa fue solo la primera parte de la historia. Al ver que Eloísa no quería jugar más, Tomás se sintió un poco solo. Se sentó en una esquina del parque y empezó a jugar él solo con la pelota. Pasaron algunos minutos y notó que Eloísa estaba sentada en el columpio, mirándolo con tristeza.

"Mmm... ¿será que hice algo malo?" - pensó para sí mismo. Decidió que tenía que hacer algo para arreglar las cosas.

Tomás se levantó y se acercó lentamente hacia Eloísa, que ahora estaba jugando con un juguete en la arena.

"Hola, Eloísa. Disculpame, me divertí pero no pensé en vos. Quiero que juguemos juntas" - dijo Tomás, sintiéndose un poco nervioso.

Eloísa lo miró, sorprendida por sus palabras.

"Está bien, Tomás. Pero... ¿me prometés que no te vas a reír y vas a pasarme la pelota?" - dijo Eloísa, con una sonrisa que comenzaba a asomarse.

"¡Prometido!" - aseguró Tomás.

Hicieron un gesto para sellar la promesa, como si fuera un gran secreto. Juntos, volvieron a la zona de juego, y esta vez, Tomás le pasó la pelota a Eloísa con mucho cuidado.

"Mirá, ¡es tu turno!" - dijo Tomás, emocionado.

Eloísa sonrió ampliamente y pateó la pelota con todas sus fuerzas. ¡Zas! La pelota voló lejos, y los dos niños comenzaron a correr tras ella riendo. Desde ahí, el juego continuó, pero ahora se divertían juntos y compartían cada momento.

Al final del día, los dos amigos se sentaron en la sombra de un árbol, cansados pero felices.

"Gracias por pedir disculpas, Tomás" - dijo Eloísa, mientras jugueteaba con una hoja.

"Gracias a vos por entenderme, Eloísa. Me gusta mucho jugar con vos" - respondió Tomás, sintiendo que su amistad había crecido aún más.

Y así, Tomás y Eloísa aprendieron que a veces, los malentendidos pueden surgir, pero con un poco de valentía y palabras amables, siempre se pueden resolver. Desde ese día, su juego favorito no solo fue la pelota, sino también construir el puente de la amistad que los unía cada vez más.

Nunca olvidaron que jugar, compartir y pedir disculpas son partes esenciales de una gran amistad. Y así, el parque, lleno de risas y alegría, volvió a ser el escenario de sus nuevas aventuras juntos.

FIN.

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