La Aventura de Tomás y su Ciudad Limpia



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía una familia de cuatro, los López. El papá, don Alberto, trabajaba como empleado de la construcción, pero los dineros eran escasos. La mamá, doña Marta, vendía empanadas en la esquina, pero muchos días no lograban juntar lo suficiente para comer. En esa familia había tres hijos: Lucía, la mayor, que ayudaba a su madre; Martín, el del medio, que siempre estaba en las nubes; y Tomás, el menor, quien tenía una gran curiosidad por el mundo.

Un día, mientras Tomás jugueteaba en el patio, se encontró con un montón de botellas y cartones desparramados cerca de su casa.

-Tomás, ¿qué haces ahí? , -le preguntó su hermana Lucía.

-Estoy mirando la basura. Creo que hay cosas que podemos usar, -respondió Tomás con entusiasmo.

-¿Basura? Eso no sirve para nada, -dijo Lucía, un poco escéptica.

A la mañana siguiente, Tomás decidió salir con un carro para recolectar lo que otros consideraban basura. Comenzó a visitar las casas del barrio, preguntando a sus vecinos si tenían algo que querían desechar.

-¡Hola, señora Patiño! ¿Tendrá algo para darme? -preguntó Tomás, sonriendo.

La señora, sorprendida, le mostró algunas botellas y cartones que tenía acumulados. -Claro, querido. Llévatelo, a mí no me sirve.

Tomás puso todo en su carito y siguió por el barrio, recogiendo desechos que conocía por sus colores y formas.

Cuando regresó, mostró su hallazgo a su familia. -Miren, encontré un montón de botellas, cartones y plásticos. ¡Podemos reciclarlos! -dijo con una sonrisa.

-Mira, Tomás, reciclar está bien, pero no creo que eso nos ayude mucho, -respondería su padre, aunque no sin un dejo de orgullo por el esfuerzo de su hijo.

Pero Tomás no se dio por vencido. Con los días, se dedicó a aprender sobre el reciclaje. En la escuela, su maestra, la señorita Sofía, les había explicado lo importante que era cuidar el medio ambiente.

Un día, ella les preguntó: -¿Alguien sabe qué se puede hacer con las botellas y el papel?

-¡Yo! -gritó Tomás, levantando la mano. -Se pueden reciclar y transformarlas en nuevas cosas. ¡Y podemos ayudar a nuestro barrio a estar más limpio!

La señorita Sofía sonrió. -Exactamente, Tomás. Podemos hacer una actividad de reciclaje. ¿Quién se anima a participar?

Tomás volvió a casa entusiasmado. -Mamá, ¡la señorita Sofía quiere que hagamos un proyecto de reciclaje! ¡Podemos hacer algo grande!

-¿Un proyecto? -preguntó su madre, intrigada.

-Sí, y puedo invitar a los chicos del barrio. Juntos, vamos a juntar todo lo que podamos. Mientras más recolectemos, más aprendemos y, tal vez, hasta vendamos algunas cosas para ayudar a la familia, -explicó Tomás.

La madre, emocionada, contestó: -Genial, hijo. Esto puede ser una forma de aprender y también de ganar algo de dinero.

Al día siguiente, Tomás fue de casa en casa, invitando a sus amigos a participar en la recolección de basura. Los niños estaban entusiasmados. El sábado, todos se reunieron en la plaza.

-¡Este es el día! -exclamó Tomás. -Juntaremos basura, aprenderemos sobre el reciclaje y haremos de nuestro barrio un lugar mejor.

Con su carito lleno y decidido, comenzaron a trabajar. Desde botellas de plástico hasta cajas de cartón, cada uno ayudaba con entusiasmo. Pero en un momento, se dieron cuenta de que había un problema: no sabían cómo separar adecuadamente los materiales.

-¿Y ahora qué hacemos? -preguntó Martín, algo preocupado.

Tomás pensó rápidamente. -Podemos pedir ayuda a los adultos que saben más de esto. ¡Conozco a don Carlos, el del taller de reciclaje!

Corrieron hacia el taller, donde don Carlos los recibió con una gran sonrisa.

-¡Qué buenos chicos! Me alegra verlos tan interesados en reciclar. Les voy a enseñar a clasificar los materiales. -Así que les mostró cómo separar plásticos, cartón y papel.

Después de una larga jornada, los chicos lograron juntar una gran cantidad de materiales reciclables. Aprendieron mucho y, al final, don Carlos les prometió ayudarles a venderlo.

-¡Esto va a ayudar a mi familia! -dijo Tomás con los ojos brillantes.

Mientras tanto, la noticia de su esfuerzo se esparció por el barrio. Los vecinos comenzaron a apoyarlos, trayendo de sus casas más cosas para reciclar.

Con el tiempo, no solo lograron ayudar a su familia, sino también a toda la comunidad al hacerla más limpia y sostenible. Tomás y sus amigos se convirtieron en verdaderos héroes del reciclaje en el barrio.

Finalmente, después de unos meses, el proyecto de Tomás no solo recaudó dinero, sino que también inspiró a otros.

-Los adultos comenzaron a tomar conciencia y a participar. -pronto, todos se unieron a una gran campaña de limpieza en el barrio.

Tomás sonrió, satisfecho. Había aprendido que, aunque era pequeño, podía hacer una gran diferencia. -¡Lo logramos! La basura puede ser una oportunidad.

Su familia, siempre apoyándolo, estaba tan orgullosa de lo que había logrado.

-Muchas gracias, hijo, -dijo don Alberto, con los ojos llenos de emoción. -Nos enseñaste a todos cómo convertir la basura en una oportunidad. Eres un verdadero líder.

Así, gracias a la iniciativa de un niño curioso llamado Tomás, una familia y un barrio entero aprendieron sobre la importancia del reciclaje y la colaboración. Y todo comenzó con un carrito de basura y un gran sueño por un lugar mejor.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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