La Aventura de Tomi y su Peluche Helado
Era una hermosa tarde de primavera en Buenos Aires. Tomi, un niño de tres años con una sonrisa más brillante que el sol, caminaba por la vereda de la mano de sus papás. Hoy era un día especial porque iba a disfrutar de un rico helado y jugar en el parque.
Tomi llevaba consigo a su fiel amigo, un peluche llamado Copito. Copito era un pequeño osito de peluche, suave y blanco, que siempre acompañaba a Tomi en sus aventuras.
"¿Vamos a comprar helado, papá?" -preguntó Tomi, saltando de emoción.
"¡Sí, campeón! Pero primero debemos cruzar la calle, así que hay que prestar mucha atención" -respondió su papá, sonriendo mientras le acariciaba la cabeza.
Al llegar a la esquina, Tomi se detuvo y miró a su alrededor. Había coches que pasaban rápidamente, y el ruido era ensordecedor.
"Mami, ¿cómo sabemos cuándo cruzar?" -preguntó, un poco asustado.
"Bien, mi amor. Primero, miramos hacia ambos lados. Si vienen muchos autos, esperamos. Cuando todo esté tranquilo, podemos crucer. Además, siempre seguimos las luces de la esquina" -explicó su mamá con cariño.
Tomi asintió y, junto a sus padres, miraron a la izquierda y a la derecha.
"Está todo tranquilo, ¡es hora de cruzar!" -dijo su papá.
Tomi sonrió, apretó a Copito contra su pecho y cruzó la calle de la manito con su papá y su mamá. ¡Qué emocionante!
Llegaron a la heladería, donde una nube de aromas deliciosos llenaba el aire. Tomi miró las opciones, maravillado por los colores y sabores.
"Quiero helado de frutilla" -decidió Tomi, con los ojos brillantes.
"¡Es una excelente elección!" -dijo su mamá, mientras el heladero le daba un enorme cucurucho lleno de helado. Tomi, contento, tomó su helado y abrazó a Copito con la otra mano.
Pero justo cuando salieron de la heladería, el viento empezó a soplar fuertemente.
"¡Oh, no! ¡Cuidado, Copito!" -gritó Tomi mientras su peluche casi se vuela de su mano.
"Toma más fuerte el peluche, Tomi" -le aconsejó su papá.
Tomi apretó a Copito cerca de su pecho y rió.
"¡No te dejaré ir, amigo!" -dijo decidido.
Decidieron ir al parque a comer su helado bajo un hermoso árbol.
Mientras disfrutaban del helado, Tomi notó que había un trío de niños jugando al futbol cerca. En un momento, uno de ellos pateó la pelota y, ¡pum! , la pelota voló hacia ellos.
"¡Cuidado!" -gritó su mamá, cubriéndose.
Pero Tomi, que ya había tenido su momento de valentía al cruzar la calle, corrió hacia la pelota antes que nadie.
"¡Yo la agarro!" -exclamó, mientras se lanzaba a recogerla. En el proceso, Copito se le escapó de las manos.
"¡Copito!" -gritó Tomi, olvidando la pelota.
Los otros niños se acercaron a ver lo que pasaba.
"No te preocupes, yo te ayudo" -dijo una niña con una camiseta azul. Agachándose, tomó a Copito y se lo devolvió a Tomi.
"¡Gracias!" -dijo Tomi, abrazando a su peluche de vuelta.
"¿Querés jugar con nosotros?" -sugirió el niño que había pateado la pelota.
"¡Sí!" -gritó Tomi, emocionado, mientras su papá y su mamá observaban desde lejos, orgullosos de su pequeño.
Y así, Tomi pasó la tarde riendo, corriendo y jugando con su nuevo grupo de amigos. Copito también parecía feliz, disfrutando de las risas y las travesuras. La tarde llegó a su fin y, con un gran helado y muchas nuevas experiencias, Tomi se dio cuenta de que cruzar la calle no había sido solo un simple acto, sino el comienzo de una gran aventura.
Cuando volvió a casa, se metió en la cama, sosteniendo a Copito fuertemente.
"¿Sabés, Copito?" -dijo Tomi mientras se acomodaba para dormir. "Hoy aprendí que siempre hay que mirar antes de cruzar y que, a veces, es bueno dejar que otros te ayuden."
Y así, Tomi se quedó dormido con una sonrisa, listo para nuevas aventuras del día siguiente.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.