La Aventura de Tula y Erizo en el Parque de Atracciones
Era un día soleado en el Parque de Atracciones, y Tula, la tortuga curiosa, se encontraba frente a una colorida entrada con luces que brillaban intensamente. A su lado estaba Erizo, su amigo animal y travieso. Ambos se habían prometido que aquel día sería especial.
"¿Qué te parece si comenzamos por la montaña rusa?" - propuso Tula, moviendo lentamente sus patas, con la emoción pintada en su cara.
"¡No, Tula!" - replicó Erizo, poniendo sus pequeñas patas en su espalda. "¡Primero vamos a buscar algodón de azúcar!"
Tula hizo una pausa y pensó. La idea del algodón de azúcar la emocionaba.
"Está bien, ¡vamos!"
El aroma dulce y azucarado llenaba el aire mientras se acercaban a un puesto que lo vendía.
"¡Miralo!" - exclamó Erizo, apuntando hacia el enorme telar de algodón de azúcar de colores.
"Es como un nido de nubes de colores, ¡lo quiero todo!" - dijo Tula, sus ojos brillando como faros.
Con mucho esfuerzo, ambos pidieron un buen pedazo de algodón de azúcar que compartieron. Mientras disfrutaban su golosina, comenzaron a planear su próximo movimiento.
"Después de esto, ¡tenemos que ir al carrusel!" - sugirió Erizo, un poco pegajoso por el azúcar.
"Sí, pero... ¿no te gustaría intentar la casa del terror?" - preguntó Tula con una leve sonrisa.
"¡Oh, no! La casa del terror parece demasiado aterradora…" - contestó Erizo, cubriéndose un poco con su caparazón.
Mientras discutían, notaron que un grupo de animales estaba a punto de entrar a la casa del terror. Nadie parecía asustado, todos reían y conversaban. Tula decidió que debía ser valiente.
"Vamos, Erizo. Si todos ellos pueden ir, nosotros también podemos. ¡Creo que sería una gran aventura!"
Erizo dudó un momento, pero la sonrisa decidida de su amiga lo convenció.
"Está bien, Tula. ¡Si vos vas, yo voy!"
Entraron a la casa del terror y se encontraron con sombras danzantes y luces parpadeantes. El corazón de Erizo latía con fuerza, pero Tula seguía adelante, disfrutando la experiencia.
"¡Mirá! ¡Es solo un espejito!" - decía Tula mientras se reía de su reflejo distorsionado.
"¡No me asustes!" - grito Erizo pero al mirar a su alrededor, no pudo evitar reírse al verse.
"¡Estamos bien! Esto es divertido, Erizo. ¡Vamos a seguir!" - dijo Tula lanzando una pequeña carrera hacia los siguientes juegos.
Después de algunas risas y sustos, salieron un poco mareados de la casa. Se miraron y se dieron cuenta de que les había encantado.
"¡Lo hicimos! Fue increíble, Tula, ¡sos muy valiente!"
"Y vos también, Erizo, podés ser más valiente de lo que pensás. A veces, solo necesitás un empujón." - respondió Tula.
Ahora, llenos de confianza, decidieron subir a la montaña rusa.
"Esto se va a poner emocionante", dijo Tula con una sonrisa nerviosa.
"¡Vamos a gritar!"
Y en el momento en que la montaña rusa comenzó su ascenso, ambos gritaron con la fuerza de sus pulmones. Pero la diversión fue tan contagiosa que, al terminar el recorrido, seguían riéndose.
Tras un largo día de aventuras, los amigos se sentaron a descansar. Mirando a su alrededor, Erizo dijo:
"¿Sabés, Tula? Hoy aprendí que a veces, a pesar del miedo, vale la pena intentarlo. Cada aventura puede ser divertida si estoy con un buen amigo."
"Así es, Erizo. La amistad hace que todo sea posible y más divertido. Y nunca está de más un poco de algodón de azúcar en el camino." - concluyó Tula mientras se relajaban bajo la sombra de un árbol, disfrutando de los últimos rayos de sol.
Esa fue una aventura inolvidable, llena de risas y dulzura, donde Tula la tortuga y Erizo el erizo aprendieron que, a pesar del miedo, juntos podían enfrentar cualquier cosa. Y así, con el corazón lleno de alegría, regresaron a casa, llenos de historias que contar y un fuerte lazo de amistad que solo se hizo más fuerte.
Fin.
FIN.