La Aventura de un Pequeño Soñador



Había una vez en una pequeña y acogedora madriguera, un ratón llamado Rato. Desde muy pequeño, Rato siempre miraba las estrellas brillantes en el cielo nocturno y soñaba con viajar al espacio.

"¡Quiero llegar a las estrellas!", decía Rato a sus amigos mientras contaban historias en la madriguera.

Sus amigos, la ardilla Lía y el conejo Tito, lo miraban con curiosidad.

"Pero Rato, ¿cómo vas a ir al espacio?", preguntó Lía.

"No hay ratones astronautas", añadió Tito con un tono burlón.

Rato se sintió un poco triste, pero eso no hizo que su sueño se desvaneciera. Decidió que tendría que construir su propia nave espacial.

Un día, Rato se armó de valor.

"¡Voy a hacer un cohete!", exclamó entusiasmado.

Comenzó a buscar materiales en su vecindario. Recolectó cartones, tapitas de botellas y hasta una vieja caja de zapatos que encontró en la basura. Con todo lo que había reunido, empezó a trabajar y a construir su cohete.

El proceso no fue fácil.

"Esto no funciona como yo pensaba", se quejaba Rato mientras intentaba pegar dos piezas con un poco de pegamento. Pero no se rindió.

Después de mucho esfuerzo y dedicación, finalmente, su cohete estaba listo. Rato lo pintó de colores brillantes y le puso una gran estrella en la parte delantera.

"¡Listo para el despegue!", se dijo a sí mismo.

Sin embargo, en el último momento, comenzó a dudar.

"¿Y si no puede volar?", se preguntó.

"¿Y si me quedo solo en el espacio?", pensó con un suspiro. Pero, decidido a enfrentar sus miedos, invitó a Lía y Tito a unirse a su aventura.

"¡Vamos a ser los primeros ratones astronautas!", animó Rato. Sus amigos, aunque un poco escépticos, no se quisieron perder la experiencia.

Así que la noche de la gran aventura, el trío se subió al cohete. Rato se sentó en el asiento de piloto.

"¡Contemos hasta tres!", dijo Rato emocionado.

"Uno... dos... ¡tres!", gritaron Lía y Tito. De repente, el cohete comenzó a vibrar.

"¡Vamos Rato, rápido, enciende el motor!", gritó Tito mientras se aferraba a la silla. Rato presionó un botón y, para su sorpresa, el cohete despegó con un estruendo.

El viaje fue emocionante. Vieron el cielo volverse oscuro y las estrellas acercarse.

"¡Mirá, estamos en el espacio!", exclamó Lía, maravillada por la vista.

"¡Somos ratones astronautas!", celebró Rato.

Pero de repente, notaron que algo no estaba bien. El cohete empezó a tambalearse.

"¡Oh no!", gritó Tito.

"¿Qué hacemos?", preguntó Lía.

"¡Debemos mantener la calma!", dijo Rato. Con un golpe de inspiración, se acordó de la brújula que había salvado de su anterior aventura en la selva.

"¡La brújula! », recordó.

Rato encontró la brújula y, con su ayuda, logró estabilizar el cohete.

"¡Eres un genio, Rato!", dijo Tito aliviado. Y así, continuaron su viaje, haciendo un recorrido por la luna y los asteroides.

Después de un rato, tuvieron que regresar a casa.

"¿Volveremos a hacerlo?", preguntó Lía con una sonrisa.

"Por supuesto, ¡esto es solo el comienzo!", respondió Rato, lleno de confianza.

Cuando aterrizaron, todos sus amigos y familiares los estaban esperando con aplausos.

"¡Son unos héroes!", dijo la mamá de Rato, acariciando su cabeza.

Desde aquel día, Rato se dio cuenta de que no importa cuán pequeño seas, siempre puedes perseguir tus sueños. A partir de entonces, Rato, Lía y Tito continuaron planeando nuevas aventuras, explorando no solo el universo, sino también la fuerza de la amistad y el valor de atreverse a soñar.

Y así, Rato, el ratón que quería ir al espacio, se convirtió en un verdadero astronauta de la vida, demostrando que con esfuerzo y apoyo, se pueden alcanzar las estrellas.

Colorín colorado, este ratón ha volado.

FIN.

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