La Aventura de Unadruga y Sugato



Un día soleado en el bosque de Eranegra, vivía Unadruga, una criatura mágica con forma de dragón pequeño, pero muy curioso y aventurero. Era conocido por sus escamas de colores vibrantes que brillaban bajo el sol. Unadruga siempre tenía ganas de explorar y descubrir nuevos lugares.

Un día, mientras volaba sobre el lago Espejito, vio a lo lejos a su amigo Sugato, un conejo inteligente y sabio que siempre tenía la respuesta a todo. Sugato tenía unos ojos brillantes y un pelaje suave que lo hacían parecer un peluche. Tenía un gran sentido de la amistad y amaba ayudar a los demás.

"¡Hola, Sugato!" - gritó Unadruga mientras se acercaba con gran entusiasmo.

"¡Hola, Unadruga! ¿Qué traes entre manos hoy?" - respondió Sugato, con su característico brillo en la mirada.

"¡Quiero hacer algo emocionante! Como encontrar un tesoro escondido. ¿Te gustaría venir conmigo?" - preguntó Unadruga, llenándose de emoción.

"¡Claro! Aunque no sé si existe un tesoro en nuestro bosque..." - dijo Sugato, pero no pudo resistir la idea de acompañar a su amigo.

Así que decidieron iniciar su búsqueda del tesoro. Mientras caminaban, pasaron por la misteriosa cueva de las Estrellas. Unadruga, siempre intrépido, decidió entrar a investigar.

"¡Mirá, hay un mapa en la pared! ¿Puedes leerlo, Sugato?" - dijo Unadruga con asombro.

"Parece que este mapa nos puede llevar a un lugar especial, pero dice que tenemos que superar tres pruebas" - explicó Sugato, concentrado.

"¿Cuáles son esas pruebas?" - inquirió Unadruga, cada vez más emocionado.

"Primero, debemos responder a la pregunta del Guardián de los árboles. Segundo, tenemos que cruzar el río de los Espejos. Y por último, deberemos encontrar la Flor del Conocimiento" - relató Sugato.

Los amigos aceptaron el reto. La primera prueba era ante un enorme árbol anciano que decía ser el Guardián.

"¿Qué es lo que más valoran en su amistad?" - preguntó el Guardián con voz profunda.

Unadruga y Sugato se miraron.

"El respeto" - respondió Unadruga, "porque siempre nos escuchamos y nos ayudamos".

"Correcto"  - dijo el Guardián "¡Pueden avanzar!"

Después de vencer la primera prueba, continuaron su camino hasta llegar al río de los Espejos.

"¿Cómo cruzamos?" - preguntó Sugato, viendo el agua brillante que reflejaba todo a su alrededor.

Unadruga tuvo una idea. "Puedo volar y llevarte. ¡Subí en mi espalda!"

Sugato no dudó en subir y Unadruga extendió sus alas. Juntos cruzaron el río, viendo su reflejo en el agua.

Finalmente, llegaron a un hermoso prado donde crecía la Flor del Conocimiento, una flor increíblemente brillante. Sin embargo, para recogerla, debían resolver un acertijo.

"¿Cuál es la clave para aprender siempre?" - preguntó la flor, vibrando con luz.

Unadruga miró a Sugato y ambos sonrieron.

"¡La curiosidad!" - exclamaron al unísono.

"Correcto, amigos. La curiosidad alimenta el deseo de aprender, así que tomen su premio" - dijo la flor, floreciendo aún más.

Al recoger la flor, un destello llenó el aire y ante ellos apareció un cofre antiguo que contenía un montón de libros.

"¿Es este nuestro tesoro?" - preguntó Sugato, un poco confundido.

"¡Sí! El conocimiento es el mayor tesoro que podemos tener" - respondió Unadruga, radiante.

Regresaron a casa, no solo con la Flor del Conocimiento, sino con un nuevo entendimiento de la amistad y el aprendizaje. Desde ese día, compartieron su pasión por la curiosidad y juntos leyeron y aprendieron de los libros del tesoro.

"La aventura no termina aquí. ¡Hay tanto por descubrir!" - dijo Sugato.

"Y juntos, ¡todo es posible!" - complementó Unadruga.

Y así, se lanzaron a nuevas aventuras, sabiendo siempre que el verdadero tesoro estaba en el camino que compartían juntos.

FIN.

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