La Aventura de Valentina en la Escuela de Colores
Valentina era una niña que siempre pensaba que la escuela era un lugar aburrido. Sentada en su casa, miraba por la ventana el sol brillar y soñaba con aventuras emocionantes. Su madre le decía que era hora de ir a la escuela, pero a Valentina no le gustaba para nada.
"¿Para qué voy a ir, mamá? Solo hay tareas y actividades de las que no me interesa participar. No quiero estar rodeada de chicas todo el día", se quejaba Valentina.
Sin embargo, su madre la llevó a la Escuela de Colores, un lugar mágico donde todo cambiaba de color según el estado de ánimo de las alumnas. Al entrar, Valentina notó que el ambiente era diferente. Las paredes brillaban con tonos vibrantes y había risas en el aire.
"Bienvenidas a la Escuela de Colores! Soy la profesora Benita y aquí cada una de ustedes puede dejar volar su imaginación", dijo la profesora con una sonrisa llena de energía.
Valentina, emocionada pero aún algo insegura, se sentó en el rincón de la clase. Allí conoció a sus compañeras: Clara, le encantaba contar historias, y Lila, que siempre llevaba pinceles y papeles en su mochila.
Un día, mientras estaban en la clase de arte de la profesora Benita, Valentina se dio cuenta de que había algo especial en poder crear.
"Hoy vamos a pintar un mural sobre lo que amamos", anunció la profesora.
Las chicas comenzaron a hablar sobre lo que les gustaba.
"A mí me encanta escribir cuentos de hadas y dragones", dijo Clara.
"Yo amo los colores, y sueño con ser artista", agregó Lila.
Valentina, en cambio, se quedó callada. Nunca había pensado en lo que realmente le gustaba. La profesora Benita notó su silencio y se acercó a ella.
"Valentina, ¿qué te gustaría pintar?", le preguntó con amabilidad.
"No sé, quizás... una aventura en una selva llena de animales", respondió Valentina tímidamente.
La profesora sonrió.
"¡Ese es un gran comienzo! Usemos todos los colores que tenemos y hagamos que este mural sea una representación de nuestra imaginación", dijo Benita.
Valentina sintió que una chispa de creatividad comenzaba a brotar en su interior. Y así, junto a sus amigas, empezó a pintar. Con cada trazo, la inseguridad se desvanecía y sus risas llenaban el aula.
Poco a poco, Valentina comenzó a disfrutar la escuela. Hacía nuevas amigas, compartía ideas, y lo que antes consideraba un lugar aburrido, se transformó en su refugio.
Un día, la profesora Benita anunció un concurso de arte en la comunidad. Las niñas estaban emocionadas, pero Valentina se sintió nerviosa.
"¿Y si no ganamos?", preguntó con dudas.
"Lo importante es participar y disfrutar el proceso", le respondió Clara.
Con el ánimo de sus amigas y la convicción de la profesora, Valentina decidió participar. Juntas, crearon un mural que representaba la selva llena de sueños, lleno de animales mágicos y aventuras.
El día del concurso, Valentina y sus amigas presentaron su obra con gran entusiasmo. Aunque no ganaron, recibieron una mención especial por su originalidad.
"¡Lo logramos!", gritó Lila con alegría.
Al final, lo que más importó fue el viaje de experimentar juntas, apoyar sus sueños y hacer algo increíble. Valentina sonrió y comprendió que la escuela no solo era un lugar para aprender, sino un mundo lleno de amigos, risas y aventuras.
Desde ese día, Valentina siempre se acordará de sus días en la Escuela de Colores, donde su amor por el arte y la amistad creció tan vibrante como los colores de su mural.
"No puedo esperar a lo que viene después", dijo Valentina emocionada.
Y así, con su corazón lleno de alegría, Valentina comenzó a ver la escuela como ese lugar mágico donde cada día podría ser una nueva aventura.
FIN.