La Aventura de Violeta y la Comadreja
Era una hermosa mañana de primavera en la ciudad de Buenos Aires. Violeta, una niña curiosa y aventurera, se despertó llena de energía y con ganas de explorar la mágica Pampa que se extendía más allá de la ciudad.
"¡Mamá! ¡Hoy quiero salir a descubrir cosas nuevas!" - dijo Violeta emocionada.
"¡Claro, Violeta! Pero ten cuidado y no te alejes demasiado," - le respondió su madre, mientras le ajustaba los tiradores de su vestido.
Así, Violeta salió de su casa, sintiendo el sol cálido en su rostro. Caminó por las calles de Buenos Aires, saludando a los vecinos, y se sintió el centro de un gran universo.
De pronto, vio un pequeño camino que conducía hacia la Pampa. Era un sendero que parecía invitarla a seguir adelante.
"¡Esto es lo que estaba buscando!" - exclamó Violeta, y decidió seguir ese camino.
Mientras caminaba, comenzó a escuchar un suave ruido entre la hierba. Al acercarse, vio a una pequeña comadreja con una mirada traviesa y curiosa.
"Hola, comadreja. ¿Qué haces por aquí?" - preguntó Violeta.
La comadreja, al ver a la niña, levantó la cabeza y le contestó:
"¡Hola! Me llamo Lila. Estoy buscando a mis amigos, pero me perdí. ¿Te gustaría ayudarme?"
Violeta, emocionada por tener compañera en su aventura, aceptó de inmediato.
"¡Claro que sí! ¿Qué amigos estás buscando?" - preguntó.
"Mis amigos son un pato llamado Pato y un conejo muy juguetón llamado Conejito. Normalmente juegan cerca de aquel lago. ¿Vamos?" - comentó Lila, señalando hacia el horizonte.
Ambas partieron hacia el lago, riéndose y disfrutando de la vista. Pero cuando llegaron, no encontraron a Pato ni a Conejito.
"¿Dónde se pueden haber ido?" - se preguntó Violeta.
"No lo sé, pero hay un camino que sale del lago. Tal vez ellos fueron por ahí," - sugirió Lila.
Decidieron seguir el nuevo sendero, pero de repente, se encontraron con un gran charco de barro que parecía imposible de cruzar.
"No podemos volver, tenemos que encontrar a mis amigos," - dijo Lila preocupada.
"No te preocupes, se me ocurre algo. Voy a buscar algunas ramas para hacer un puente," - dijo Violeta, buscando a su alrededor.
Con esfuerzo, Violeta logró juntar algunas ramas y construir un pequeño puente sobre el charco. Cuando las dos amigas lograron cruzar, sintieron una gran felicidad.
"¡Lo conseguimos! Eres muy ingeniosa, Violeta," - dijo Lila emocionada.
Continuaron su camino, y finalmente, escucharon risas que venían de un arbusto.
"¡Ahí están!" - gritó Lila.
Cuando llegaron, encontraron a Pato y Conejito jugando y saltando alegremente.
"¡Hola, amigos!" - exclamó Lila.
"Nosotros estábamos buscando algo divertido para hacer. ¡Qué bueno que nos encontraron!" - dijo Conejito.
Violeta, feliz de haber ayudado, se unió al grupo y junto a ellos compartieron risas, juegos y aventuras. Pasaron la tarde aprendiendo a cuidar de la naturaleza, a jugar sin dejar residuos, y a hacerse siempre preguntas sobre el mundo que los rodeaba.
"¡Gracias por ayudarnos, Violeta! Eres una verdadera amiga," - le dijo Pato al final del día.
nRecolectaron flores, hicieron figuras con barro, y al final, se despidieron con la promesa de volver a encontrarse.
"¿Volveremos a vernos mañana?" - preguntó Violeta.
"¡Sí! ¡Siempre habrá nuevas aventuras esperando!" - respondió Lila.
Violeta regresó a casa con el corazón lleno de alegría y una gran historia que contar. A partir de esa mañana, supo que ayudar a otros podía llevar a maravillosas aventuras y hacer nuevos amigos, y que la exploración del mundo que la rodeaba nunca tendría fin.
Y así, cada primavera, Violeta recordaba su gran aventura en la Pampa junto a Lila, el primer día de una amistad que florecería como las flores de esa estación.
FIN.