La Aventura del Algarrabo
Era un hermoso día soleado en el pueblo de San Luis del Río, donde el Río Ctalamochita serpenteaba a través de verdes praderas y árboles frondosos. Allí, un grupo de amigos decidió salir de paseo a explorar su rincón favorito: un majestuoso algarrobo que se alzaba alegremente cerca del agua. Este algarrobo, conocido como Don Algaro, era famoso no solo por su sombra refrescante, sino también por las historias que contaba a los animales que se reunían a su alrededor.
"¡Buenos días, Don Algaro!" saludó Miguelito, un niño de pelo rubio y una curiosidad infinita.
"¡Buenos días, Miguelito!" respondió el algarrobo con una voz suave y profunda. "¿Estás listo para una nueva aventura hoy?"
"¡Sí!", gritaron los demás niños, Ana y Lucas, mientras corrían hacia el árbol.
Mientras se sentaban bajo su sombra, apareció Chimango, un ave muy astuta que siempre estaba en busca de algún plan divertido.
"¡Hola, chicos! ¿Qué hacen hoy?" preguntó Chimango, mientras se acomodaba en una rama del algarrobo.
"Vinimos a explorar!" dijo Ana. "¿Tienes alguna idea?"
"¡Claro! He visto a las comadrejas cerca del río. ¡Podríamos ir a investigar qué están haciendo!" propuso el ave.
Los niños se miraron emocionados. Las comadrejas eran un poco traviesas, y siempre les gustaba hacer travesuras. Así que juntos decidieron ir.
Mientras se acercaban al río, descubrieron que las comadrejas estaban construyendo una pequeña balsa hecha de ramas y hojas.
"¡Hola, comadrejas!" los saludó Miguelito. "¿Qué están haciendo?"
"¡Hola, niños! Estamos construyendo una balsa para cruzar el río y llegar a la isla que hay más allá!" respondió la comadreja más grande, llamada Comi.
"¡Qué emocionante! Pero, ¿no es peligroso cruzar solo?" preguntó Lucas, con un poco de preocupación.
"No te preocupes, tenemos un plan. Pero necesitamos ayuda... ¡podemos ser un gran equipo!" dijo Comi entusiasmada.
Y así, los niños se unieron a las comadrejas en la construcción de la balsa. Todos trabajaron juntos, cargando ramas y hojas, y pronto la balsa estuvo lista. Pero antes de zarpar, Chimango voló un poco más alto y miró alrededor.
"¡Pero esperen!", gritó. "¿Le han dicho a Don Algaro sobre esto?"
"No...", contestó Ana. "¿Por qué debería?"
"Porque él es el guardián del árbol y del río. Y siempre nos aconseja actuar con prudencia. ¡Deberíamos pedirle su opinión!" sugirió Chimango.
Los niños, aunque emocionados, decidieron que era mejor hacer caso a su amigo. Regresaron al algarrobo y le contaron la situación a Don Algaro.
"No me malinterpreten, amigos. La aventura es maravillosa, pero la seguridad es primordial" les dijo el algarrobo. "¿Han preparado su balsa para las corrientes del río? Es muy importante hacerlo bien".
"¡No lo pensamos!" dijo Miguelito, sintiéndose un poco avergonzado.
"Si quieren, puedo ayudarles a reforzarla para que sea más segura" ofreció Don Algaro, moviendo suavemente sus hojas.
Con la ayuda de Don Algaro, los niños y las comadrejas reforzaron la balsa y la prepararon para la travesía. Cuando todo estaba listo, miraron hacia el río.
"¿Listos?" preguntó Lucas.
"¡Sí!" gritaron todos al unísono.
Con el corazón palpitante, se subieron a la balsa. Don Algaro, desde la orilla, los animó:
"¡Recuerden siempre cuidar de ustedes mismos y de los demás!"
La balsa se deslizó suavemente por el río, enfrentando pequeños oleajes. La emoción llenó los corazones de los niños y las comadrejas. Finalmente, llegaron a la isla, donde los esperaba un paisaje deslumbrante lleno de plantas y animales.
"¡Lo logramos!" gritó Ana, saltando de alegría.
"Todo gracias a la ayuda de Don Algaro" añadió Comi, mirando hacia atrás con gratitud.
Luego de jugar y explorar, volvieron a la balsa para regresar. Al estar de nuevo bajo la sombra del algarrobo, se sintieron orgullosos de haber aprendido la importancia de trabajar en equipo y de escuchar a quienes tienen más experiencia.
"Estoy tan feliz de haber venido" dijo Miguelito.
"¡Y de haber hecho amigos como Comi!" agregó Lucas.
"Siempre hay algo nuevo por descubrir si somos cuidadosos y escuchamos a los más sabios" finalizó Ana.
Y así, bajo el viejo algarrobo, los niños y amigos se prometieron que siempre recordarían esa lección y que, cada vez que hubiera una nueva aventura, la enfrentarían juntos, cuidando unos de otros y compartiendo historias bajo la generosa sombra de Don Algaro.
FIN.