La Aventura del Almuerzo



Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, dos amigos inseparables: Hernán y Hugo. Todos los días después de la escuela, se reunían en la plaza para planear sus aventuras. Un día, mientras jugaban a la pelota, el estómago de Hernán rugió como un león.

"¡Tengo hambre!" - exclamó Hernán.

"Yo también, ¿qué te gustaría comer?" - preguntó Hugo, emocionado.

"Hoy quiero milanesas con puré" - dijo Hernán con una gran sonrisa.

Hugo frunció el ceño. "A mí me gustaría probar una hamburguesa con queso" - respondió, sus ojos brillando de deseo.

Los dos amigos se miraron y se dieron cuenta de que había un dilema: no podían decidirse por una sola comida. Hernán amaba la comida casera de su mamá, mientras que Hugo soñaba con una hamburguesa jugosa. Estaban en un punto muerto y comenzaron a reírse.

De repente, llegó Lila, una chica del barrio que siempre tenía buenas ideas.

"¿Por qué no hacemos un concurso de cocina?" - sugirió. "Cada uno cocina su plato favorito y luego hacemos una degustación. El que tenga el plato más delicioso, ¡gana!"

Hernán y Hugo se miraron, intrigados. "¡Buena idea!" - dijeron al unísono.

Así que decidieron organizar el gran concurso de cocina. Cada uno se comprometió a preparar su plato en la casa de Hernán, donde había más espacio.

El día del concurso, estaban los tres en la cocina. Hernán sacó todos los ingredientes necesarios para hacer las milanesas y el puré: carne, pan rallado, papas y un poco de entusiasmo. Hugo, por su parte, reunió carne picada, pan de hamburguesa, queso y sus condimentos favoritos.

Mientras cocinaban, todo parecía ir a la perfección. Hernán estaba rebozando la carne cuando, de repente, ¡un pequeño accidente! Un trozo de pan rallado voló por el aire y aterrizó en la cabeza de Lila.

"¡Hey!" - gritó entre risas Lila, mientras se sacudía. "Cocinar puede ser un desafío, ¿no?"

Hugo no pudo contener la risa. "Bastante complicado, pero genial" - dijo mientras revolvía su mezcla de hamburguesa. Pero aunque Hugo se esforzaba, se le había olvidado agregar un ingrediente clave: el queso.

Cuando llegó la hora de degustar, Hernán presentó su milanesa dorada con un puré de papas perfectamente cremoso. Hugo, por su parte, había creado una hamburguesa básica, pero se dio cuenta de que se había olvidado del queso.

"¡Oh no!" - exclamó Hugo, un poco desanimado. "No hay hamburguesa sin queso".

"No te preocupes, ¡tú aún puedes probar la mía!" - dijo Hernán.

Entonces ambos probaron los platillos uno tras otro. Lila se convirtió en la jueza, aplicando su paladar critico. Después de probar cada bocado, Lila se tomó un tiempo para pensar.

Finalmente, alzando la vista, sonrió. "Ambos platos son fantásticos a su manera. Hernán, me encantó tu milanesa muy crujiente, y Hugo, aunque te olvidaste del queso, tu hamburguesa tenía un sabor muy especial. ¡Me encantaron los dos!".

Los amigos se sintieron orgullosos de sus esfuerzos. "¡No hay perdedores aquí!" - dijo Hernán, mientras se acercaban para intercambiar un bocado de cada plato. En el momento que probaron la milanesa con puré y la hamburguesa, ambos se dieron cuenta de que lo importante no era ganar, sino disfrutar del momento, cocinar juntos y compartir la comida.

A partir de entonces, Hernán y Hugo se hicieron muy amigos de la cocina. Frecuentemente organizaban sus propios concursos de cocina, creando recetas improvisadas y divirtiéndose a montones. Pero siempre hacían un interesante giro en sus almuerzos: cocinaban un plato de cada uno y ¡la combinación era deliciosa!

Así, Hernán aprendió que a veces vale la pena salir de su zona de confort y probar nuevas comidas, mientras que Hugo comprendió que un buen plato necesita amor y atención.

Cada almuerzo se convirtió en una nueva aventura, y lo más importante de todo: la amistad creció más fuerte en cada bocado que compartían. Nunca escatimaron en risas y juegos, y esas ganas de disfrutar la comida juntas fueron alimentando sus corazones.

FIN.

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