La Aventura del Árbol de los Dulces
Un día soleado en la selva, la jirafa Lila, el hipopótamo Hugo y el oso Pablo se encontraron bajo el gran árbol del lago. Mientras jugaban, escucharon un rumor sobre un árbol mágico en lo profundo del bosque, un árbol que daba dulces.
"¿Escucharon eso? ¡Un árbol que da dulces!" - exclamó Lila, moviendo su largo cuello con emoción.
"Sí, ¡podríamos llenar nuestras pancitas de golosinas!" - añadió Hugo, su panza sonando de forma cómica.
"Pero, ¿cómo llegamos hasta allí?" - preguntó Pablo, un poco más cauteloso.
"No se preocupen, yo tengo una gran vista desde aquí arriba. Puedo ver el camino desde lo alto" - dijo Lila.
Decididos a buscar el árbol, los tres amigos partieron en una emocionante aventura. Lila, con su largo cuello, guiaba el camino. A medida que se adentraban en el bosque, comenzaron a escuchar ruidos extraños.
"¿Qué es ese sonido?" - preguntó Pablo, mirando a su alrededor con curiosidad.
"¡Es un zorro!" - gritó Hugo, señalando una sombra entre los arbustos.
"No te preocupes, quizás nos ayude" - sugirió Lila con optimismo.
Al acercarse, el zorro, que se llamaba Zorrojit, les explicó que el árbol mágico estaba custodiado por un viejo búho, y que debían resolver un acertijo para poder recoger los dulces.
"¡Yo amo los acertijos!" - dijo Pablo emocionado.
"¿Cuál es?" - preguntó Lila, intrigada.
"El búho dirá: 'Todo el mundo me usa, pero nunca me toca. ¿Qué soy?'" - explicó el zorro.
"¡Es el aire!" - exclamó Hugo, recordando cómo el aire siempre estaba presente.
"¡Sí, eso es!" - afirmó Lila.
Con la respuesta correcta, los amigos se acercaron al árbol mágico donde el búho anciano les esperaba. El búho, con su voz suave y profunda, les dio la bienvenida.
"Bienvenidos, jóvenes aventureros. Han demostrado inteligencia y trabajo en equipo. Están listos para disfrutar de mis dulces, pero primero, deben compartirlos. ¿Qué me dicen?" - preguntó el búho.
"Claro, ¡compartiremos con todos!" - respondió Lila entusiasmada.
"Sí, así todos podrán disfrutar juntos de la dulzura" - añadió Pablo, sonriendo.
El búho les sonrió y, con un movimiento de sus alas, hizo surgir una lluvia de caramelos del tronco del árbol. Colores brillantes y sabores deliciosos llenaron el aire.
"¡Es increíble!" - gritó Hugo mientras atrapaba un caramelo de mango.
"Es un sueño hecho realidad" - dijo Lila mientras se llenaba la boca de gomitas.
"Y lo mejor es que podemos compartirlo con nuestros amigos en la selva" - concluyó Pablo con una sonrisa.
En ese momento, el búho les dio un consejo muy importante.
"A veces, los dulces pueden ser divertidos, pero el verdadero tesoro está en la amistad y en compartir momentos con los que amamos" - les dijo.
Así fue como Lila, Hugo y Pablo no solo lograron recoger dulces, sino que también aprendieron una valiosa lección sobre la importancia de compartir y la amistad.
Con sus mochilas llenas de sorpresas, regresaron a casa, planeando una gran fiesta en el lago para compartir sus dulces con todos los animales de la selva.
Y así, cada vez que se sentaban juntos a compartir risas y dulces, recordaban la aventura del árbol mágico, que les había enseñado que lo más hermoso de las golosinas es poder compartirlas con amigos.
FIN.