La Aventura del Bosque Encantado



En un pequeño pueblo llamado La Alegría, había un grupo de amigos formado por Ana, Marcos, Lila y Tomás. Un día, mientras jugaban en la plaza, escucharon un rumor sobre un bosque encantado al borde del pueblo. La leyenda decía que dentro de este bosque vivía un dragón que guardaba un tesoro muy especial. Aunque muchos decían que el dragón era feroz, los amigos decidieron que era el momento perfecto para una aventura.

"¿No te parece que este es el tipo de aventura que hemos estado esperando?" - dijo Ana emocionada.

"Sí, pero... ¿y si el dragón es de verdad?" - respondió Lila, un poco asustada.

"No hay que tener miedo. Solo es una leyenda" - afirmó Marcos, con su característico espíritu aventurero.

"¿Y si le traemos algo de comida para calmarlo?" - sugirió Tomás.

Con esa idea, los amigos prepararon sandwiches de miel y frutas, y se adentraron en el bosque. A medida que caminaban, el sol brillaba entre las hojas, llenando todo de luz. Sin embargo, empezaron a escuchar ruidos extraños.

"¿Escucharon eso?" - susurró Lila, temblando.

"Tal vez sea el dragón..." - dijo Tomás, en tono burlón.

"Vamos, no se preocupen. Solo sigamos adelante" - animó Ana, con determinación.

Al avanzar, llegaron a un claro donde encontraron un gran árbol con una puerta en su tronco. Alguien había dejado un letrero que decía: "Para los valientes que buscan el tesoro: adentrense y tengan cuidado con el Dragón de los Sueños".

Marcos, con una sonrisa de seguridad, empujó la puerta.

"¡Sólo un poco más! ¡No hay que tener miedo!"

Los amigos estuvieron de acuerdo, así que cruzaron la puerta y se encontraron en un mundo de colores brillantes y criaturas fantásticas. Allí, conocieron a un pequeño zorro que los miraba con curiosidad.

"Hola, ¿son nuevos por aquí?" - preguntó el zorro, moviendo su cola.

"Sí, venimos a ver al dragón" - respondió Lila, nerviosa.

"¡No tengan miedo!" - exclamó el zorro.

"El dragón es muy amistoso, solo no le gusta que lo interrumpan en su sueño. Deben ser respetuosos y acercarse con una ofrenda preparada" - advirtió el zorro.

Con el consejo del zorro en mente, los amigos continuaron su camino hasta llegar a la cueva del dragón. Al mirar dentro, vieron grandes montones de brillantes objetos y tesoros. En el centro, dormía un dragón de escamas verdes y ojos centelleantes.

"Ok, ¡a calmarse!" - dijo Marcos, mientras todos se acercaban despacio.

Ana, recordando los sandwiches que traían, decidió dar un paso adelante y gritar.

"¡Hola, dragón!"

El dragón abrió un ojo y miró a los niños, un poco confundido.

"¿Qué hacen aquí?" - preguntó con voz suave, a diferencia de lo que esperaban.

"¡Veníamos a traerte un regalo!" - dijo Tomás, ofreciendo un sandwich.

El dragón olfateó la comida y sonrió.

"¡Nunca nadie me había traído algo tan rico! Muchas gracias, pequeños..."

"Soy Lila, él es Marcos, Ana y Tomás" - se presentó.

"¡Un placer conocerlos! Ustedes son muy valientes. ¿Quieren saber sobre mi tesoro?" - preguntó el dragón.

Los amigos, sorprendidos, asintieron.

"Este tesoro está lleno de sueños y deseos. Cada vez que alguien recuerda algo bonito, una parte de ese tesoro se llena. ¿Quieren ver cómo funciona?"

"Sí, por favor!" - gritaron todos a la vez.

El dragón alzó una de sus alas y de los tesoros aparecieron pequeñas luces que danzaban en el aire.

"Cada luz representa un momento feliz. Por ejemplo, aquí está cuando Lila aprendió a andar en bicicleta o cuando Tomás ganó su primer partido de fútbol" - dijo el dragón.

"¡Son tan hermosos!" - exclamó Ana con una gran sonrisa.

El dragón explicó que el tesoro no era oro ni joyas, sino todos esos recuerdos especiales que llevamos en el corazón.

"Si recuerdan estos momentos felices, siempre tendrán un poco de mi tesoro y nunca tendrán miedo a seguir adelante" - dijo el dragón amable.

Finalmente, los amigos se despidieron del dragón, prometiendo volver a visitarlo. Salieron del bosque no solo con una linda experiencia, sino enriquecidos con una lección preciosa: los verdaderos tesoros son aquellos momentos y recuerdos que compartimos.

Desde ese día, cada vez que se sentían asustados o inseguros, se acordaban del dragón de los sueños y se llenaban de valor, sabiendo que tenían un tesoro en su interior que nadie podría quitarles.

FIN.

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