La Aventura del Bosque Mágico



En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, cinco amigos inseparables: Guadalupe, Germán, Yoselín, Brandom y su mascota, un simpático perrito llamado Pipo, estaban aburridos un domingo por la tarde. No había nada interesante que hacer, hasta que Guadalupe recordó algo que había escuchado de su abuela sobre un bosque mágico que estaba justo fuera del pueblo.

"¿Escucharon sobre el bosque mágico que está cerca de aquí?" - preguntó Guadalupe con una sonrisa amplia.

"¿Bosque mágico?" - exclamó Germán, sacudiendo un poco su cabello rizado. "Eso suena increíble. ¡Vamos a explorarlo!"

"Pero, ¿qué tal si no hay nada?" - dijo Yoselin, algo dudosa, mientras acariciaba a Pipo que movía su cola emocionado.

"Siempre hay algo que descubrir, no hay que tener miedo" - respondió Brandom, que era el más aventurero del grupo.

Así, decidieron prepararse para la aventura. Cada uno llevó algo especial: Guadalupe trajo su linterna, Germán su guitarra, Yoselín unas galletitas, Brandom su cuaderno para dibujar y Pipo, bueno, él fue solo porque nunca se quería quedar afuera.

Al llegar al bosque, todo parecía normal al principio: árboles altos, pájaros volando y mucha naturaleza. Sin embargo, a los pocos minutos de caminar, sintieron que algo extraño estaba pasando.

"¿Escucharon eso?" - dijo Yoselín, deteniéndose en seco.

"¿El qué?" - preguntó Germán, mirando a su alrededor.

"Es como si alguien estuviera cantando" - dijo Guadalupe, inclinándose para escuchar mejor.

Los cinco amigos decidieron seguir el sonido. Caminaron entre arbustos y flores hasta llegar a un claro, donde vieron a un grupo de pequeños seres con alas, que estaban cantando felices.

"¡Hola!" - saludó uno de los seres. "Nosotros somos los Duendecillos del Bosque. ¡Bienvenidos!"

"¡Wow!" - exclamó Brandom, mirando fascinado. "¿Cómo es que cantan así? Eso es hermoso."

Los duendecillos sonrieron, se acercaron a los niños y les contaron que eran guardianes del bosque y que su canto tenía el poder de hacer crecer las flores y proteger a los animalitos.

"Pero, ¿por qué están aquí?" - preguntó Yoselín, observando los colores brillantes de los duendecillos.

"Hemos perdido nuestra melodía mágica debido a un pequeño problema. Un día, un duende travieso decidió esconder notas de nuestra canción y sin ellas no podemos cantar más. Sin la música, el bosque empieza a perder su magia" - explicó una duende de cabellos azules.

Los amigos se miraron entre sí, y sin pensarlo mucho, Guadalupe dijo:

"¡Podemos ayudarlos!" - con decisión. "Si nos muestran qué notas faltan, podemos buscarlas."

"Sí, ¡hagámoslo!" - agregó Germán, imaginando cómo podía tocar las notas con su guitarra.

Los duendecillos se emocionaron y les explicaron que las notas estaban escondidas en diferentes lugares del bosque: en una cueva oscura, en la cima de un árbol gigante y en un lago misterioso.

"Así que tenemos que dividirnos para encontrar las notas, ¿no?" - propuso Brandom. "Ésto va a ser una verdadera aventura. Nos encontramos aquí cuando terminemos."

Con valentía y un poco de nervios, comenzaron a buscar. Germán se fue a la cima del árbol, Guadalupe y Pipo a la cueva, Yoselín al lago y Brandom se quedó a mitad de camino dibujando lo que encontraban.

Después de una hora de búsqueda, todos regresaron al claro, cada uno con su nota. Germán había encontrado la nota más brillante, Guadalupe una nota con relieve de estrellas, Yoselín una nota que brillaba en la oscuridad y Brandom un trozo de naturaleza que sonaba al tocarlo.

"¡Esto es increíble!" - dijo Brandom al ver los hallazgos. "Podemos intentar tocarlas juntos."

"¡Sí! Vamos, uno por uno y veamos qué pasa" - acotó Germán.

Mientras tocaban cada nota, los duendecillos se unieron a ellos con sus voces, creando una melodía hermosa que llenó el bosque de luz y color. De pronto, el bosque comenzó a brillar aún más, las flores florecieron con fuerza y los animales salieron a jugar.

"¡Lo logramos!" - gritó Yoselín, saltando de alegría. "Hicimos que su canción vuelva."

"Gracias, amigos. Ustedes son unos verdaderos héroes" - dijo uno de los duendecillos, con los ojos llenos de gratitud.

Los cinco amigos aprendieron que la magia está en la amistad y que, trabajando juntos, pueden lograr cualquier cosa. Desde ese día, visitaron el bosque mágico con frecuencia, alegrando a los duendecillos y llenando el lugar de música y risas.

Y así, en el pequeño pueblo de Arcoíris, nunca faltaron historias sobre la aventura de Guadalupe, Germán, Yoselín, Brandom y su perrito Pipo, que cada vez que se encontraban, recordaban la importancia de la colaboración, la valentía, y sobre todo, la magia de la amistad.

FIN.

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