La Aventura del Capibara y la Bruja Solitaria
Un hermoso día en el bosque, un capibara llamado Tito caminaba con la cabeza gacha, sintiendo un vacío en su corazón.
- ¡Ay! , ¿por qué no tengo amigos? - suspiraba Tito mientras miraba las hojas caer.
Era conocido entre los animales del bosque, pero siempre había querido tener amigos de verdad con quienes jugar y compartir aventuras. Un día, mientras caminaba por un sendero, se encontró con una extraña figura: una bruja con un sombrero puntiagudo y una gran escoba. A Tito le sorprendió verla, ya que nunca había oído de una bruja en su bosque.
- Hola, pequeño capibara - dijo la bruja con una voz suave. - Te veo triste, ¿qué te pasa?
- Tengo mucha soledad, no tengo amigos con quienes jugar - respondió Tito.
La bruja sonrió con amabilidad.
- Te puedo ayudar, Tito. Si realmente deseas amigos, deberás atravesar lagos profundos, bosques oscuros y montañas rocosas. Solo así encontrarás lo que buscas. ¿Te atreves?
- ¡Sí, por supuesto! - exclamó Tito con un brillo de esperanza en sus ojos.
La bruja le dio un mapa antiguo y lo animó a seguir su aventura. Tito se despidió de ella y comenzó su viaje, lleno de emoción y un poco de miedo.
Primero llegó al lago profundo. El agua era clara pero escalofriante.
- ¿Cómo cruzaré esto? - murmuró Tito. De repente, un sapo apareció.
- Puedo ayudarte a cruzar, amigo - dijo el sapo. Pero tendrás que cantar una hermosa canción.
Tito se armó de valor y comenzó a cantar una melodía que había escuchado de los pájaros. El sapo, impresionado, lo ayudó a saltar de piedra en piedra hasta llegar al otro lado.
- ¡Gracias, sapito! ¡Eres un gran amigo! - gritó Tito emocionado.
Luego, continuó su camino hacia el bosque oscuro. La luz apenas entraba entre las ramas.
- ¡Hola! - llamó Tito. - ¿Hay alguien aquí?
Una pequeña luciérnaga iluminó su camino.
- ¡Hola, soy Lila! - dijo la luciérnaga. - ¿Te gustaría compartir la luz conmigo?
- ¡Claro, Lila! - exclamó Tito. Caminaron juntos, y Lila lo guió para que no se perdiera.
- ¿Por qué estás tan solo? - preguntó Lila.
- Busco amigos, pero me siento triste y a veces asustado - confió Tito.
- Todos necesitamos amigos. Puedes contar conmigo - respondió la luciérnaga.
Con Lila a su lado, Tito llegó a la montaña rocosa. Tenía que escalar.
- ¡Ah! Eso parece difícil - suspiró Tito. De repente, un águila pasó volando.
- ¿Necesitas ayuda? - preguntó el águila.
- No sé si puedo escalar - dijo Tito, mirándolo con duda.
- ¡Tú puedes! Pero tendrías que esforzarte un poco - le animó el águila.
Así que Tito comenzó a escalar, apoyándose en las piedras y recordando las palabras de la bruja. Al llegar a la cima, se sintió muy orgulloso de sí mismo.
- ¡Lo logré! - gritó emocionado. Desde allí, pudo ver todo el bosque.
En ese instante, escuchó un eco:
- ¡Lo logré! - era la bruja, quien estaba observando desde lo alto de una rama.
Tito bajó y se acercó a la bruja.
- ¡Mirá! He conocido a muchos amigos en el camino - dijo Tito con una gran sonrisa.
- Eso es maravilloso, Tito. Pero yo también tengo algo que confesarte - dijo la bruja con un susurro. - Yo me siento sola.
Tito se sorprendió.
- ¿Tú también? Pero eres una bruja, nadie puede estar solo contigo.
La bruja bajó la mirada.
- No importa lo que sea o lo que tenga. Todos necesitan amigos, aunque sean brujas o capibaras.
- ¡Podemos ser amigos! - dijo Tito entusiasmado.
Y así, Tito y la bruja se volvieron grandes amigos. Juntos compartieron historias, risas y aventuras en el bosque. Ahora, Tito no solo había encontrado amigos en su camino, sino también una compañera para el resto de sus días.
- Gracias por ayudarme a entender, Tito - dijo la bruja. - Ahora sé que nunca es tarde para encontrar la amistad.
Y desde ese día, la bruja no solo lanzó hechizos mágicos, sino también risas y alegría en el bosque, junto a su nuevo amigo, Tito, el capibara.
FIN.