La Aventura del Color
En un pequeño barrio lleno de alegría y colores, vivía una chica de pelo negro brillante llamada Maida. Ella adoraba pintar y soñar con aventuras. Su mejor amigo y novio, Nelson, era famoso por su cabeza calva y su gran sonrisa. A pesar de sus diferencias, siempre se apoyaban mutuamente.
Un día, Maida tuvo una idea genial. "¡Nelson! ¿Qué te parece si hacemos un mural juntos en el parque?" -preguntó emocionada. Nelson, aunque un poco dudoso, respondió: "¡Me encantaría! Pero ¿qué pasaría si no sabemos cómo hacerlo?"
"No te preocupes, siempre podemos aprender juntos. ¡Vamos!"- Maida le sonrió con confianza.
Cruzaron el barrio hasta llegar al parque. Estaba lleno de árboles, flores y niños que jugaban. Al buscar un lugar, Maida encontró una pared vacía, un espacio perfecto para su mural. Era un gran lienzo en blanco, listo para llenarse de colores.
"Este lugar está pidiendo un poco de magia" -exclamó Maida. "Sí, y nosotros se la vamos a dar" -respondió Nelson entusiasmado.
Maida sacó sus pinceles y pintura, y con gran creatividad comenzaron a trabajar. Maida pintó un sol radiante y una nube esponjosa. Nelson, buscando inspirarse, decidió dibujar un árbol gigante. Pero cuando comenzó, se dio cuenta de que no tenía idea de por dónde comenzar.
"Maida, creo que esto no va a salir como imaginaba" -dijo Nelson, un poco desanimado.
"No te preocupes, Nelson. Dale una oportunidad. Cada error es una oportunidad para aprender. Además, lo que importa es disfrutar el proceso juntos" -contestó ella con una sonrisa alentadora.
Así siguieron trabajando. A medida que pintaban, otros niños del parque comenzaron a acercarse. "¡Qué divertido!" -dijo una niña con una trenza. "Podemos ayudarles, ¿no?" -sugirió un niño con una gorra. Maida miró a Nelson, y él asintió, emocionado.
"¡Claro! Cuantos más seamos, ¡mejor será!" -respondió Maida. Los niños se unieron a ellos, trayendo más pinceles y colores. Fue así como el mural comenzó a cobrar vida. Cada niño aportó con su propia visión, y pronto la pared se llenó de mariposas, estrellas, y muchos colores brillantes.
Mientras trabajaban, Nelson notó que cada vez se sentía más seguro. "Mirá, Maida. La nube se parece a la que pintaste antes, sólo que un poco más grande" -dijo emocionado. "¡Es genial! Eso significa que estás aprendiendo y divirtiéndote" -respondió ella, con los ojos brillantes.
Pero justo cuando estaban a punto de terminar, se desató un inesperado viento fuerte que empezó a soplar. Las hojas volaron y algunas pinturas comenzaron a derramarse. "¡Oh no! Todo nuestro esfuerzo se puede arruinar" -exclamó Nelson, frustrado.
"¡Espera! Esto es solo un contratiempo. Podemos solucionarlo" -dijo Maida, mirando a los niños que también parecían preocupados. "Si todos colaboramos, lo podemos hacer de nuevo, y quizás sea aún más divertido" -agregó.
Así, bajo el viento, Maida y Nelson, junto con todos los niños, tomaron un profundo aliento y comenzaron de nuevo. Pintaron más rápido, reían y compartían ideas. Después de un rato, el mural no solo estaba completo, sino que brillaba con más fuerza que antes.
Cuando finalmente el mural estuvo terminado, todos se separaron admirando el trabajo conjunto. "¡Es hermoso!" -gritó uno de los niños. "Sí, y lo hicimos entre todos" -dijo Nelson, orgulloso.
"Así que siempre hay que recordar esto: aunque se presenten problemas, lo importante es seguir juntos y no rendirse. ¡Cada dificultad puede ser una oportunidad de aprender!" -señaló Maida.
Y así, Maida, Nelson y sus amigos disfrutaron de su obra maestra y se dieron cuenta de que el verdadero valor de la aventura estaba en el proceso, en aprender y en compartir felices momentos juntos.
Desde aquel día, el parque se llenó de risas, colores y un especial sentido de comunidad, recordando a todos que juntos podían lograr cosas extraordinarias.
FIN.