La Aventura del Cuadrado Mágico



En un pequeño pueblo llamado Colorín, donde cada casa era de un color brillante, vivía un niño llamado Mateo. Mateo tenía una gran curiosidad por las cosas raras y misteriosas del mundo. Un día, mientras exploraba el desván de su abuela, encontró un extraño objeto: un cuadrado de madera pintado de muchos colores.

- ¡Qué raro! -exclamó Mateo- No había visto nada parecido. ¿Qué será esto?

Decidió llevarlo a la escuela al día siguiente. Durante el recreo, sus amigos se reunieron a su alrededor.

- ¡Mostrá, Mateo! -pidió Lucía, su mejor amiga.

- Es un cuadrado mágico -respondió Mateo, haciendo una pausa dramática-. Como es mágico, puede llevarnos a lugares increíbles.

- ¿De verdad? -preguntó Tomás, otro amigo que dudaba de sus palabras.

- Claro, solo tenemos que desearlo -dijo Mateo, emocionado.

Así que, con un poco de duda y mucha curiosidad, los amigos juntaron las manos sobre el cuadrado y cerraron los ojos. Al abrirlos, se encontraron en un lugar deslumbrante lleno de árboles gigantes, flores de todos los colores y animales que nunca habían visto.

- ¡Wow! Esto es increíble -gritó Lucía, mirando a su alrededor.

- ¿Dónde estamos? -preguntó Tomás.

- No tengo idea, pero tengo ganas de explorar -respondió Mateo.

Empezaron a caminar y se encontraron con un pequeño conejo que hablaba.

- ¡Hola, niños! -dijo el conejo con una voz amable-. Bienvenidos a el Bosque de los Deseos. ¿De dónde vienen?

- Venimos de Colorín -contestó Mateo, asombrado.

- ¡Colorín! He oído hablar de ese lugar. Dicen que es muy colorido. Aquí necesitamos ayuda. Algunos de los animales están tristes y no sabemos por qué.

- ¿Cómo podemos ayudar? -preguntó Lucía entusiasmada.

- Tienen que encontrar la Fuente de la Alegría, que ha perdido su brillo. Sin ella, los animales no pueden ser felices -explicó el conejo.

Sin pensarlo dos veces, los amigos aceptaron la misión. Siguiendo las instrucciones del conejo, se adentraron más en el bosque. Pero en su camino, se encontraron con un obstáculo: un río muy ancho y caudaloso.

- ¿Cómo cruzaremos? -preguntó Tomás, algo inquieto.

- Miren, hay piedras en el río -señaló Lucía- Podemos saltar de piedra en piedra.

Con mucho cuidado, los amigos comenzaron a cruzar, pero Tomás resbaló y estuvo a punto de caer al agua.

- ¡Ayuda! -gritó.

Mateo y Lucía rápidamente extendieron sus manos y lo sujetaron con fuerza.

- ¡No te preocupes, Tomás! ¡Vamos a ayudarte! -gritó Mateo, mientras ambos lo levantaban y lo llevaban de regreso a la orilla.

Una vez seguros, siguieron avanzando y finalmente llegaron a la Fuente de la Alegría. Pero se dieron cuenta de que la fuente estaba cubierta de hojas y ramas, y no brillaba en absoluto.

- ¡Esto no brilla en absoluto! -dijo Lucía decepcionada.

- Debemos limpiar la fuente -sugirió Mateo-. Si la limpiamos, seguro que volverá a brillar.

Juntos, comenzaron a quitar las hojas y ramas. Después de un rato, la fuente comenzó a relucir. Un agua cristalina empezó a brotar y a medida que brillaba, los animales del bosque comenzaron a llegar.

- ¡Viva! -gritó el conejo, saltando de alegría-. ¡Lo lograron! Gracias a ustedes, la Fuente de la Alegría ha vuelto a brillar.

En ese momento, todo el bosque se llenó de colores, risas, y música. Los animales saltaron y bailaron alrededor de la fuente, agradeciendo a Mateo, Lucía y Tomás.

- Pero, ¿qué hicimos nosotros? -preguntó Tomás con humildad.

- Usaron su ingenio y valentía -respondió el conejo-. Nunca subestimen el poder de la amistad y la colaboración.

Antes de que se dieran cuenta, el cuadrado mágico comenzó a brillar otra vez. Era hora de regresar a casa. Se despidieron de los animales y del conejo, prometiendo que volverían.

- ¡Adiós, amigos! -gritó Lucía mientras el bosque empezaba a desvanecerse.

Al abrir los ojos, estaban de nuevo en el desván de la abuela.

- ¿Fue real? -se preguntó Tomás, mirando el cuadrado.

- Claro que sí -dijo Mateo-. Ahora sabemos que trabajando juntos, podemos superar cualquier desafío.

Y desde ese día, los tres amigos no solo apreciaron más la amistad, sino que también aprendieron que la colaboración y el trabajo en equipo son la clave para lograr cosas grandes. Y así, el cuadrado mágico se convirtió en un símbolo de su inquebrantable amistad.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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