La Aventura del Espejo Mágico
En la bulliciosa ciudad de Buenos Aires, dos gemelas idénticas nacieron un soleado día de primavera. Estela y Nicole eran tan parecidas que hasta su mamá a veces confundía sus nombres. A pesar de su similitud, cada una tenía una personalidad única. Estela era curiosa y aventurera, mientras que Nicole era más tranquila y reflexiva.
Un día, mientras exploraban el parque cercano a su casa, Estela gritó emocionada:
- ¡Mirá, Nicole! ¡Un espejo gigante!
Nicole se acercó cautelosamente y, efectivamente, allí estaba un enorme espejo decorado con flores y mariposas.
- Es hermoso, pero ¿por qué está aquí en medio del parque? - preguntó Nicole.
- No lo sé, ¡vamos a mirarnos! - dijo Estela entusiasmada.
Cuando ambas se acercaron, algo inusual sucedió. Al mirarse en el espejo, vieron reflejos de otros mundos llenos de colores brillantes y criaturas mágicas.
- ¡Increíble! - exclamó Estela.
- ¡Quiero ver más! - agregó Nicole, sin poder contener su emoción.
De repente, un destello iluminó el parque y una suave voz emergió del espejo:
- Bienvenidas, gemelas. Soy Lúmina, el espíritu del espejo. He estado esperándolas. Si quieren, pueden entrar a mi mundo mágico, pero tendrán que ayudarnos a resolver un problema.
Las gemelas se miraron con asombro. Ambas estaban emocionadas por la idea de una aventura.
- ¡Sí, sí, queremos ayudar! - gritaron al unísono.
Lúmina sonrió y dijo:
- Hay un dragón que ha robado la luz del arcoíris, y sin ella, nuestro mundo se ha vuelto gris. Necesito que lo encuentren y la devuelvan.
Sin vacilar, Estela le preguntó:
- ¿Cómo podemos encontrar al dragón?
- Deben seguir las estrellas brillantes que aparecerán en el cielo cuando llegue la noche - explicó Lúmina.
Con determinación, las gemelas entraron al espejo y, de repente, se encontraron en un bosque encantado lleno de colores vibrantes. Las mariposas danzaban alrededor, y cada hoja brillaba como si tuviese vida propia.
- ¡Qué mágico! - dijo Estela, mirando a su alrededor.
- Pero también puede ser peligroso. Debemos tener cuidado - respondió Nicole, siempre más precavida.
Mientras avanzaban, comenzaron a seguir las estrellas que iluminaban su camino. Pronto se toparon con una extraña criatura.
- ¡Hola! Soy Karlo, el búho sabio - dijo el búho. - ¿Qué hacen tan solitas en el bosque?
- Venimos a buscar al dragón y recuperar la luz del arcoíris - explicó Estela.
- Es un gran desafío. El dragón no es malvado, sólo tiene miedo - respondió Karlo.
- ¿Miedo? Pero, ¿por qué? - preguntó Nicole curiosa.
- Porque solo, en la oscuridad, él no ve lo hermoso que es el mundo. Tal vez, si lo convencen de que la luz del arcoíris también puede ser su amiga, les ayude a recuperarla - dijo Karlo.
Ambas gemelas se miraron, comprendiendo que no solo debían robarle la luz, debían ayudarlo a sentirse mejor en su interior.
- ¡Gracias, Karlo! - dijeron juntas.
- ¡Vamos a hablar con el dragón! - gritó Estela, emocionada.
Al llegar a la cueva del dragón, se dieron cuenta de que estaba oscurísima y fría.
- ¡Hola, dragón! - llamó Estela con valentía. - Venimos a hablar contigo.
El dragón salió lentamente, con escamas grisáceas y ojos tristes.
- ¿Qué quieren? - preguntó con voz profunda.
Nicole, con su tono sereno, dijo:
- Hemos venido a hablar sobre la luz del arcoíris. ¿Por qué la robaste?
- Nadie me quiere porque soy diferente - respondió el dragón, sollozando. - Sin la luz, todo es más seguro para mí.
- Pero no tienes que estar solo. La luz es hermosa, ¡y también puedes serlo! - dijo Estela.
- Sí, nosotros también somos diferentes, y eso nos hace especiales - agregó Nicole.
A medida que las gemelas hablaban, el dragón comenzó a sentirse menos solo.
- ¿De verdad piensan que puedo ser su amigo? - preguntó el dragón con esperanza.
- ¡Claro que sí! - respondieron juntas.
Con una gran sonrisa, el dragón finalmente les devolvió la luz del arcoíris, y al hacerlo, un hermoso brillo iluminó toda la cueva.
- Gracias, gemelas, me siento mejor ahora - dijo el dragón. - Prometo usar la luz para brillar en lugar de esconderme.
Las gemelas regresaron con Lúmina y juntos devolvieron la luz del arcoíris al mundo mágico. El bosque cobró vida de nuevo, lleno de colores, risas y mariposas.
- ¡Lo lograron! - exclamó Lúmina. - Siempre recuerden que ayudar a otros puede cambiar el mundo.
Relucientes por la felicidad, Estela y Nicole se miraron, reconociendo la fuerza y el valor que tenían al estar juntas.
Ese día, las gemelas aprendieron que la verdadera aventura no estaba solo en buscar misterios, sino también en comprender y ayudar a quienes se sienten perdidos.
Y así, regresaron al espejo, sabiendo que siempre podrían regresar a su mundo mágico, no solo para explorar, sino para hacer nuevos amigos y brillar juntos en cualquier lugar donde estuvieran.
FIN.