La Aventura del Grupo A



En una calurosa mañana en la Escuela Primaria de Morelosabdiel, el grupo de tercer grado, se reunía como siempre en el patio. Cada día era una aventura para Óscar, Abraham, Lucero, Claudia, Belén, Alma, Néstor, Emili, Fausto, Pablo David, Juan Pablo, José Luis, Sofía, Franco, María del Carmen, Jesús y Yessica.

—¡Buenos días, amigos! —saludó Lucero, con una sonrisa radiante.

—¡Buenos días! —respondieron todos al unísono.

Ese día, la maestra les había prometido una sorpresa: una excursión al lago que estaba cerca de la escuela.

—¡No puedo esperar a ver los patos! —exclamó Claudia.

—Yo quiero hacer un concurso de saltos al agua —dijo Néstor, mientras imitaba un pato saltando.

Mientras tanto, Óscar tuvo una idea brillante.

—Chicos, ¿qué tal si hacemos un juego al llegar al lago? Cada uno deberá buscar un objeto que represente algo sobre nuestra amistad. ¡Así tenemos un recuerdo!

—¡Genial! —dijeron todos emocionados.

Cuando llegaron al lago, el agua brillaba bajo el sol y los patos nadaban felizmente. La maestra, sonriente, les recordó las reglas del juego.

—Recuerden, busquen algo que represente nuestra amistad —les recordó.

Los niños comenzaron a explorar. Emili encontró una pluma que le recordaba a cómo siempre se ayudaban con las tareas. Fausto recogió una piedra con forma de corazón, simbolizando la unión del grupo.

—¡Miren lo que encontré! —gritó Sofía, levantando una hoja gigante de un árbol. —¡Es perfecta para recordar que siempre crecemos juntos!

Mientras seguían buscando, Pablo David encontró un pequeño barco de madera y dijo:

—Esto me hace pensar que siempre navegamos juntos, sin importar las tormentas.

Alma levantó un hilo de cinta y, con una sonrisa traviesa, completó:

—Y siempre unimos nuestros corazones con buenas acciones.

Después de algunos minutos, todos se reunieron en un círculo para compartir lo que encontraron. Sin embargo, Juan Pablo no parecía contento.

—¿Qué pasa, Juan Pablo? —preguntó Yessica, preocupada.

—No he encontrado nada —respondió él, con la cabeza gacha.

Así fue como el grupo decidió ayudarlo.

—Vamos a buscar juntos —sugirió Abraham—. Todos por Juan Pablo.

Con entusiasmo, comenzaron a buscar por todo el lago. De repente, Jesús tropezó con algo brillante.

—¡Miren! —exclamó, mostrando un cascabel. —Esto podría ser el símbolo perfecto de nuestra amistad, ¡porque suena cuando estamos juntos!

—¡Me encanta! —dijo Yessica.

Finalmente, el grupo decidió que el cascabel representaba todo lo que habían hablado y lo eligieron para Juan Pablo.

—Desde hoy, esto será el símbolo de nuestra unión —dijo Franco mientras todos asentían con la cabeza.

Pero cuando iban a regresar, comenzaron a escuchar un extraño sonido. Era un pato que parecía estar en problemas.

—¡Rápido! —dijo María del Carmen—. Debemos ayudarlo.

Así que, sin pensarlo dos veces, todos se acercaron al pato, que había quedado atrapado entre las plantas. Con trabajo en equipo, lograron liberarlo. El pato, agradecido, graznó y nadó felizmente por el lago.

—¡Lo logramos! —gritó Belén—. ¡Esto muestra lo importantes que somos como grupo!

Al regresar a la escuela, todos estaban cansados pero felices. Su maestra los esperó con una gran sonrisa.

—¿Qué aprendieron hoy? —preguntó.

—Que juntos somos más fuertes —dijeron al unísono.

Y así, el grupo A de tercero regresó a casa con un gran recuerdo: el cascabel que representaba su amistad y el aprendizaje de que siempre podían contar los unos con los otros.

Desde entonces, cada vez que escuchaban el cascabel, recordaban su increíble aventura y lo importante que era trabajar en equipo, apoyarse mutuamente y, sobre todo, saber que juntos eran invencibles.

FIN.

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