La Aventura del Jardín Perdido



Emilia era una niña llena de curiosidad y aventuras, siempre acompañada por su gato Bigotes, un felino de suaves patas y ojos brillantes. Un día, mientras exploraban el jardín de su casa, se dieron cuenta de que había una parte del jardín que nunca habían visto antes.

"¡Mirá, Bigotes!" - dijo Emilia entusiasmada, señalando un arbusto denso que cubría un camino.

Bigotes maulló como si entendiera la emoción de su dueña. Juntos, se acercaron y comenzaron a despejar el camino cubierto de hojas.

Al avanzar un poco, descubrieron un pequeño claro lleno de flores de colores y mariposas revoloteando. Emilia gritó de alegría.

"¡Esto es increíble, Bigotes! No sabía que había un lugar tan hermoso aquí." - exclamó mientras giraba en círculos.

Sin embargo, al poco tiempo, notaron que el claro no estaba solo lleno de belleza. Había un montón de basura esparcida por el lugar, latas y papeles que ensuciaban la belleza del sitio.

"¡Ay, no!" - se lamentó Emilia, "Este sitio tan lindo está arruinado. ¿Quién habrá dejado toda esta basura?"

Bigotes parecía sentir la tristeza de su dueña. Se acercó un poco más y tocó con su pata una lata, como si quisiera ayudar.

"¡Ya sé! Vamos a limpiarlo, Bigotes. Si nadie más lo hace, nosotros sí. ¡Vamos a ser los héroes del jardín!" - dijo Emilia con una sonrisa decidida.

Así, con su pequeño balde y una bolsa de residuos, Emilia comenzó a recoger todo lo que podía. Bigotes la seguía, jugando con los papeles que se levantaban del suelo. Emilia no solo estaba limpiando el jardín, sino también llenando su corazón de alegría al hacerlo.

Después de un rato, el claro lucía mucho más bonito. Las flores brillaban bajo el sol y las mariposas parecían bailar alrededor de ellos.

"¡Lo logramos, Bigotes!" - dijo Emilia excluyendo de felicidad, "¡Mira qué lindo quedó! Ahora podemos venir aquí siempre que queramos."

De repente, un grupo de niños que pasaban por el camino se detuvieron al ver el lugar.

"¡Qué bonito está este lugar!" - dijo uno de ellos. "¿Quién lo limpió?"

Emilia sonrojada, se acercó y respondió:

"Éramos nosotros. No quería que se perdiera la belleza de este jardín."

Los niños sonrieron y uno dijo:

"Podemos ayudar también. ¡Así podemos jugar aquí sin preocuparnos!"

Todos juntos, comenzaron a recoger más basura, transformando el jardín en un lugar brillante y agradable. Cada niño trajo algo: un balde, una escoba, hasta guantes se pusieron. Bigotes, en su forma juguetona, corría entre ellos, alejando la tristeza con sus travesuras.

Al terminar, todos los niños se sentaron a disfrutar del nuevo jardín. Emilia sonrió al ver a tantos amigos juntos.

"¿Vieron? Si trabajamos juntos, podemos hacer grandes cosas." - dijo Emilia, sintiendo la satisfacción de haber compartido su descubrimiento.

"Sí, Emilia. ¡Todos podemos cuidar nuestro entorno y hacerlo más hermoso!" - afirmó uno de los niños.

Desde ese día, los niños decidieron reunirse todos los sábados para cuidar juntos del jardín. Bigotes y Emilia se convirtieron en los líderes de aquel grupo.

La moraleja de esta historia es que, a veces, solo se necesita un pequeño gesto de amor y cuidado para transformar un lugar. Juntos pueden lograr maravillas si se unen para cuidar lo que aman.

FIN.

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