La Aventura del Jardín Secreto



Era un día soleado en el barrio donde vivían Berna y Yamile, dos amigas inseparables. Tenían el mismo amor por la naturaleza y compartían un sueño: encontrar un jardín secreto. Un día, mientras jugaban en el parque, Berna se dio cuenta de algo extraño.

"Mirá, Yamile, ¡hay un camino que nunca habíamos visto!" dijo Berna emocionada, apuntando a un sendero cubierto de hojas.

"¿Qué esperás para explorar? Vamos, quizás sea el jardín secreto que buscamos!" respondió Yamile, con los ojos brillantes de aventura.

Las chicas decidieron seguir el sendero. Al poco tiempo, llegaron a un bosque espeso. Los árboles eran tan altos que apenas dejaban pasar el sol. Las hojas crujían bajo sus pies, y escuchaban el canto de las aves.

"¡Escuchá! ¡Es como si la naturaleza nos diera la bienvenida!" dijo Yamile.

"Sí, ¡esto es mágico! Pero tenemos que estar atentas, no sabemos qué nos puede esperar más adelante," añadió Berna, un poco nerviosa.

Siguieron avanzando y, de repente, encontraron una puerta antigua hecha de ramas. Estaba cubierta de musgo y parecía que nadie la había abierto en años.

"¿Te imaginás que detrás de esta puerta esté el jardín secreto?" comentó Yamile, emocionada.

"¡Sí! Pero, ¿cómo la abriremos?" se preguntó Berna.

Las amigas comenzaron a empujar la puerta. Tras varios intentos y muchas risas, lograron abrirla. Al hacerlo, un rayo de luz brilló y las envolvió. Se encontraron en un jardín hermoso, lleno de flores de todos los colores, árboles frutales y un arroyo que cantaba al pasar.

"¡Lo encontramos!" gritaron las dos al unísono.

Pasaron un rato disfrutando el espectáculo y recogiendo un poco de fruta. Pero pronto Berna notó algo extraño.

"Yamile, mirá esos árboles allá. Sus hojas están marchitas, se ven muy tristes," dijo, señalando.

"¡Es verdad! Necesitan ayuda. Vamos a investigar," respondió Yamile.

Se acercaron a los árboles y notaron que ni siquiera tenían flores.

"Creo que están enfermos de tristeza," comentó Berna.

"¿Cómo podemos ayudar?" preguntó Yamile, preocupada.

Ambas comenzaron a pensar. Entonces, Berna tuvo una idea.

"Podríamos recoger flores hermosas de otras partes del jardín y plantarlas cerca de estos árboles. Así se sentirán mejor," sugirió.

Yamile asintió, entusiasmada.

"Y también podríamos contarles historias alegres mientras trabajamos. A las plantas les encanta escuchar. ¡Vayamos a recoger las flores!" dijo animada.

Las chicas recorrieron el jardín, cosechando flores de colores brillantes. Luego, se sentaron cerca de los árboles enfermos y comenzaron a plantar las flores con mucho cuidado.

"Una vez conocí a un pajarito que soñaba con volar a la luna..." empezó a contar Berna.

"¡Y yo escuché que las estrellas pueden conceder deseos!" añadió Yamile.

A medida que las chicas contaban historias, los árboles parecían cobrar vida. Sus hojas comenzaron a moverse suavemente con la brisa, casi como si estuvieran escuchando atentamente.

Después de un rato, ya habían plantado muchas flores y sintieron que habían hecho una buena acción.

"Mirá, Yamile. ¡Se ven mejor!" dijo Berna, señalando los árboles que comenzaban a tener un leve brillo.

"¡Es cierto! Las historias y las flores les hicieron bien," respondió Yamile con una sonrisa.

Mientras las chicas se preparaban para regresar a casa, el jardín les agradeció con el canto de los pajaritos y una brisa suave. Sabiéndose amigas verdaderas y guardianas de la belleza de aquel lugar, Berna y Yamile juraron visitar su jardín secreto todos los días.

Así, no solo descubrieron un lugar mágico, sino que aprendieron que cuidar de la naturaleza y compartir alegría puede hacer que todo florezca de nuevo. Desde ese día, su amistad creció aún más, al igual que el jardín que habían ayudado a revivir. Y juntas, seguirían explorando y cuidando cada rincón del mundo que las rodeaba.

FIN.

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