La Aventura del Metro Mágico de Chile



Había una vez en la ciudad de Santiago, Chile, un metro muy especial llamado Metrón. Era un tren alegre, con un color azul brillante y luces que parpadeaban como estrellas cuando llegaba a la estación. Metrón no solo llevaba a la gente de un lugar a otro, también tenía el poder de llevar a los niños a lugares mágicos en su imaginación.

Un día, dos amigos, Lola y Tomás, estaban en la estación del metro esperando el tren. Lola, con su brillante chaqueta amarilla, miró a su amigo y dijo:

"¿Alguna vez te imaginaste que el metro podría ser mágico?"

Tomás se rió, pensando que era una locura. Pero justo en ese momento, Metrón llegó silbando y abriendo sus puertas con un gran "¡Hola, amigos!". Asombrados, subieron al tren.

"¿Te gustaría conocer algunos lugares mágicos?" preguntó Metrón mientras comenzaba el viaje.

"¡Sí!" gritaron juntos Lola y Tomás.

Metrón aceleró y, en un instante, se transformaron en un mundo fantástico. Cuando las luces del metro parpadearon, aparecieron en un bosque de caramelos. Todo a su alrededor estaba hecho de golosinas: los árboles eran de algodón de azúcar y los ríos de chocolate.

"¡Mira eso!" exclamó Tomás, señalando un río de chocolate.

"¡Vamos a nadar!" dijo Lola emocionada.

Pero antes de que pudieran saltar al río, escucharon un llanto. Se dieron vuelta y vieron a un pequeño duende llamado Dulcito, que parecía muy triste.

"¿Qué te pasa?" preguntó Lola dando un paso hacia él.

Dulcito respondió:

"He perdido mis dulces mágicos y sin ellos, el bosque se marchitará."

Los amigos sabían que debían ayudar a Dulcito. Así que empezaron a buscar los dulces en el bosque. Buscaron debajo de las hojas de caramelo, entre las nubes de algodón de azúcar y hasta en las rocas de chocolate.

Después de un rato, encontraron un rastro de brillo que los llevó hasta una montaña de gummy bears. Allí, entre risas y juegos, los dulces estaban atrapados en un gran tazón.

"¡Metrón, ayúdanos!" gritó Tomás mientras pensaba en una solución.

"Puedo usar mi fuerza... ¡pero también necesito su ayuda!" dijo Metrón desde dentro del tren.

Con una gran estrategia, Lola y Tomás comenzaron a lanzar gummy bears hacia el tazón. Cada vez que uno caía, el tazón parecía más ligero. Después de un rato, lograron liberar el tazón y recoleccionaron los dulces mágicos.

"¡Lo logramos!" gritó Lola feliz.

Dulcito los miró con gratitud:

"¡Gracias, amigos! Ahora el bosque volverá a brillar."

Con el tazón de dulces mágicos, Dulcito corrió de regreso al centro del bosque y los repartió entre todos los habitantes, quienes celebraban felices.

Metrón, orgulloso, los llevó de vuelta a la estación.

"Gracias por ser tan valientes y ayudar a Dulcito. Recuerden siempre que juntos se pueden lograr cosas increíbles."

"¡Volveremos a visitarte!" gritaron los amigos a coro.

Al llegar a la estación, Lola y Tomás sonrieron, sabiendo que siempre tendrían a Metrón para vivir aventuras mágicas. Y así, cada vez que montaban el metro, sabían que podían descubrir un nuevo mundo lleno de amistad, dulzura y valor.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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