La Aventura del Parque Cambiante
Era un día soleado en el barrio de las Flores. Los niños del vecindario se habían reunido en el parque para disfrutar de una tarde de juegos. Entre risas y carreras, se encontraban Sofía, Tomás, Luisa y Martín, todos ansiosos por jugar en los columpios y deslizarse por el tobogán.
"¿Vamos a jugar a la mancha?" - propuso Tomás, con una gran sonrisa.
"¡Sí! Yo seré el primero en agarrar a alguien!" - dijo Sofía mientras se colocaba lista para correr.
Así, los niños comenzaron a jugar, corriendo de un lado a otro, cuando de repente, el cielo comenzó a oscurecerse. Las nubes grises se arremolinaron y un viento fresco sopló en el parque.
"¿Qué está pasando?" - preguntó Luisa, mirando al cielo con preocupación.
"Tal vez solo sea una nube pasajera, ¡sigamos jugando!" - sugirió Martín, tratando de mantener la diversión.
Pero la nube se hizo más oscura y, de pronto, comenzó a llover. Los niños corrieron hacia el árbol más cercano para buscar refugio.
"¡No me digas que la lluvia arruinó nuestra diversión!" - exclamó Tomás.
"Quizás podamos hacer algo con esto..." - dijo Sofía con una chispa en los ojos. "Siempre hemos jugado en el sol, ¿por qué no descubrimos cómo divertirnos en la lluvia?"
Sonriendo ante la idea, los niños comenzaron a buscar charcos y a saltar en ellos, dejando atrás la tristeza por la lluvia. Risas y gritos de alegría resonaban mientras brincaban, disfrutando del agua.
"¡Miren cuán alto salto!" - gritó Martín mientras caía en un charco y el agua salpicaba a todos.
La lluvia llegó a ser tan intensa que los niños decidieron buscar un lugar más acogedor. Corrieron hacia un pequeño refugio del parque donde había un kiosco. Allí, mientras se secaban un poco, tomaron un respiro y se sentaron a descansar.
"Fue muy divertido" - dijo Luisa, sonriendo al recordar los saltos en los charcos. "Nunca había jugado así, ¡es como si la lluvia nos hubiera dado un nuevo juego!"
"Sí, eso me hizo pensar... A veces lo inesperado puede convertirse en algo increíble" - añadió Sofía. "No deberíamos dejar que el clima arruine nuestra diversión!"
Mientras estaban en el refugio, vieron cómo la lluvia comenzaba a cesar y los rayos de sol volvían a asomarse entre las nubes.
"¡Miren, un arcoíris!" - exclamó Tomás, señalando al cielo.
Los niños salieron corriendo del kiosco y quedaron admirados ante el hermoso arcoíris que se formaba. Entonces, Sofía tuvo otra idea.
"¡Vamos a dibujar el arcoíris en el suelo!" - gritó, y todos aceptaron con entusiasmo.
Reunieron palos, hojas y piedras de colores, y comenzaron a crear una obra maestra en el suelo del parque. Acabaron uniendo sus talentos y risas en una especie de mural natural que representaba la felicidad y la amistad.
"¡Este será nuestro recuerdo! Cada vez que llueva, podremos venir y recordarlo" - dijo Martín, mientras todos sonreían al ver su creación.
Cuando el sol volvió a brillar, los niños se dieron cuenta de que tenían una nueva historia que contar sobre el día que la lluvia les trajo una nueva aventura y les enseñó a disfrutar cada momento, incluso si las cosas no salían como lo esperaban.
Al despedirse, estaban emocionados por su obra de arte y por saber que, no importa el clima, siempre podían encontrar una manera de divertirse juntos.
"¿Volvemos mañana al parque?" - preguntó Luisa entusiasmada.
"¡Claro! Vamos a ver qué más podemos inventar" - respondió Sofía, mientras todos asentían con la cabeza, ya planeando su próxima aventura.
FIN.