La Aventura del Ratón de Chocolate
Era una tarde soleada y tranquila cuando Pigui, una niña curiosa y llena de energía, caminaba por su barrio. De repente, vio algo brillante en el suelo. Se acercó y, para su sorpresa, ¡era un ratón de chocolate!"¡Hola! Soy Choco, el ratón de chocolate. Necesito tu ayuda, me estoy derritiendo" - le dijo el ratón, con una vocecita dulce.
"¿Qué puedo hacer?" - preguntó Pigui, intrigada por la situación.
"Llévame a tu heladera, allí estaré fresquito y no me derretiré" - insistió Choco, moviendo su colita con entusiasmo.
Pigui pensó que ayudar a un ratón de chocolate sería una gran aventura, así que lo tomó con cuidado y corrió a casa. Una vez en su heladera, Choco se sintió aliviado.
"¡Gracias, Pigui! Eres muy amable. Ahora estoy seguro y fresquito" - dijo Choco, sonriendo.
Pero pronto, Pigui comenzó a notar algo extraño. Durante la noche, escuchó unos ruidos provenientes de la heladera. Se levantó de la cama y, al abrir la puerta, lo que vio la dejó sin palabras: Choco estaba dentro de la heladera, devorando las frutas, los yogures y hasta el pastel de cumpleaños que había guardado para el día siguiente.
"¡Choco! ¿Qué estás haciendo? Esa no es la manera de agradecerme por ayudarte" - exclamó Pigui, sorprendida.
"Lo siento, pero soy un ratón de chocolate y, aunque me fascina la comida, era tanto lo que había dentro que no pude resistirme" - explicó Choco, con una mirada traviesa.
"Pero no puedes comer todo como si nada. Eso no es justo" - le dijo Pigui, comenzando a entender que su nuevo amigo necesitaba aprender una lección sobre la moderación.
Entonces, Choco, al ver que Pigui se sentía triste, decidió hacer las paces. "Prometo no volver a comer tanto, pero me gustaría tocar algo bello en la guitarra para compensarte. ¿Puedo hacerlo?" - preguntó Choco.
"¡Claro! Pero primero, vamos a organizar la comida. Luego, tocas tu música" - respondió Pigui, sintiéndose mejor.
Juntos, empezaron a clasificar la comida. Choco ayudó a guardar todo lo que había podido comer. Luego, se puso la guitarra que había encontrado en la esquina de la cocina y comenzó a tocar una suave melodía.
La música llenó la cocina de alegría y Pigui se sentía cada vez más feliz. "¡Eres muy talentoso!" - dijo ella, disfrutando cada nota.
"Gracias, pero quiero ser un buen amigo también. Tengo que aprender a controlar mi apetito" - contestó Choco, mientras seguía tocando.
Después de un tiempo, ambos se cansaron de la música y decidieron irse a dormir. Pero antes de cerrar la heladera, Pigui le dijo a Choco: "Recuerda, ser feliz no significa comer todo lo que ves. A veces, lo mejor es disfrutar de las cosas con moderación".
"Lo prometo, Pigui. Gracias por tu paciencia" - respondió Choco, sintiéndose más sabio y agradecido.
A partir de ese día, Choco y Pigui se convirtieron en grandes amigos. Choco aprendió a ser más moderado y Pigui, a compartir momentos especiales con aquellos que ama, mostrando siempre que la amistad se basa en el respeto y la comprensión. Juntos, hacían música y disfrutaban de la vida, siempre recordando los pequeños detalles que los hacían felices.
Así, Pigui y su ratón de chocolate aprendieron lo importante que es cuidarse, divertirse y, sobre todo, saber disfrutar cada momento con responsabilidad y alegría.
FIN.