La Aventura del Señor Hormiga Volador



Había una vez un señor hormiga volador llamado Alberto. Alberto vivía en una pequeña colina junto a su familia. A Alberto le encantaba volar y siempre buscaba nuevas aventuras. Un día, decidió entrar a una casa humana en busca de deliciosa comida para compartir con su familia.

Al entrar, vio una habitación iluminada por el sol donde la familia humana había dejado un frasco de mayonesa en la mesa.

"¡Miren eso, chicos! ¡Mayonesa! ¡Es perfecta para nuestro almuerzo!" – exclamó Alberto emocionado.

Sus amigos, la señora hormiga María y el pequeño hormiguita Lucas, lo siguieron entusiasmados. Sin pensarlo dos veces, comenzaron a volar hacia la mesa.

"¡Vamos, que se acabó la espera!" – gritó Lucas mientras revoloteaba felizmente. Al llegar al frasco, se dieron cuenta de que estaba muy alto.

"Necesitamos un plan para llegar a esa delicia. A ver, ¿y si hacemos una cadena de hormigas?" – sugirió la señora María.

"¡Buena idea!" – dijo Alberto.

Con mucho esfuerzo, formaron una larga fila de hormigas, cada una ayudando a la otra a subir. Finalmente, Alberto llegó al borde del frasco y emocionado gritó:

"¡Lo logramos! ¡Ahora a disfrutar de la mayonesa!" – mientras abría la tapa.

Pero cuando quiso probarla, se dio cuenta de que había un problema. La mayonesa había caído al suelo y se había expandido, convirtiéndose en un gran charco.

"Oh, no. ¡No podemos comer así!" – se lamentó María.

"¡Es cierto! ¡No podemos dejar que se desperdicie!" – añadió Alberto.

Entonces, se les ocurrió una gran idea. Decidieron invitar a todas las hormigas de la colonia. En poco tiempo, un ejército de hormigas voladoras llegó al lugar.

"¡Chicos, todos a trabajar! ¡Vamos a organizar una gran fiesta de mayonesa!" – gritó Alberto.

Las hormigas organizaron una fila ordenada, llevando pequeñas porciones de mayonesa de un lugar a otro. Mientras tanto, Alberto, aprovechando su habilidad de volar, ayudaba a guiar a los demás.

Transcurrieron horas y al final, todo el charco de mayonesa fue transportado a su hogar. Celebraron un gran banquete con la deliciosa mayonesa.

"¡Esto sí que es una fiesta!" – dijo Lucas, masticando feliz un pequeño bocado.

"Sí, y todo gracias a que trabajamos juntos" – concluyó Alberto.

Esa noche, mientras todos estaban satisfechos, Alberto reflexionó:

"Al final, no sólo conseguimos comida, sino también aprendimos que juntos somos más fuertes y podemos lograr cosas increíbles."

Desde ese día, Alberto, María y Lucas no solo fueron conocidos como el señor hormiga volador y su familia, sino como los mejores organizadores de fiestas en todo el hormiguero.

Y así, todos vivieron felices, recordando siempre la importancia de la colaboración, la amistad y de nunca dejar que algo se desperdicie, sino aprovechar al máximo cada oportunidad. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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