La Aventura del Tesoro Escondido



En el colegio Juan García, un grupo de niños y niñas de cuarto grado estaban muy emocionados, ya que había llegado el día de la gran excursión al bosque que se encontraba cerca de la ciudad. Su maestra, la señora Elena, les había hablado de un antiguo tesoro que, según las leyendas locales, estaba escondido entre los árboles. "Hoy vamos a buscar ese tesoro, pero primero, para llegar hasta allí, deberán moverse como los animales del bosque"-, les dijo la señora Elena con una sonrisa.

Los niños, entusiasmados, comenzaron a imitar a diferentes animales. Primero, saltaron como ranas. "¡Miren cómo salto! ¡Ribbit!"- exclamó Tomás, mientras se movía de un lado a otro. Luego, se agacharon y rodaron como osos. "¡Soy un oso! ¡Grrrr!"- rugió Camila, haciendo reír a todos.

Después de varias vueltas y saltos, lograron llegar a un claro donde se detenían un momento a descansar. Allí encontraron un viejo mapa que parecía estar un poco desgastado. "¿Creen que esto nos ayude a encontrar el tesoro?"- preguntó Sofía, mirando detenidamente el papel. "¡Sí!"- respondieron todos al unísono, llenos de energía.

Siguiendo las instrucciones del mapa, comenzaron su búsqueda. Sin embargo, en el mapa había una advertencia: "Cuidado, el camino está lleno de obstáculos y desafíos"-. "¡No pasa nada! Somos unos valientes exploradores"-, gritó Juan, levantando el puño al cielo.

A medida que avanzaban, se toparon con una pequeña colina cubierta de barro y piedras. "¡Debemos escalar! Como cabras"-, sugirió Lucas. Todos intentaron china tras china, muchos se resbalaban, pero se ayudaban mutuamente para llegar a la cima. "¡Lo logramos!"- gritaron todos al unísono al alcanzar la cima.

Ahora debían atravesar un pequeño arroyo. El agua estaba helada, pero no se iban a rendir tan fácil. "Hagamos una cadena humana, como los patitos"- propuso Valentina. Así lo hicieron, formaron una fila y cruzaron el arroyo riendo y gritando de sorpresa por el frío.

Ya estaban más cerca, sin embargo, comenzaron a notar ruidos extraños. Un grupo de ardillas las miraba curiosa desde la rama más alta de un árbol. "¿Qué querrán?"- se preguntó Pablo. Las ardillas comenzaron a saltar imitando a los niños, como si quisieran jugar con ellos. "Vamos, juguemos a seguirlas"- sugirió Ana. Así, los niños comenzaron una nueva aventura, persiguiendo a las ardillas, pero sin perder el rumbo del tesoro.

Después de jugar y dar grandes saltos, se dieron cuenta de que el mapa tenía más dibujos. Había un gran árbol que parecía ser el indicado. "¡Miren! ¡Ese es el árbol del mapa! Debemos cavar aquí"-, exclamó Agustín.

Con sus manos y palos, comenzaron a remover la tierra, llenos de incertidumbre y emoción. Después de un rato, algo brillante apareció entre la tierra. "¡Es un cofre escarbado!"- gritó Sofía. Todos se acercaron para observar lo que había dentro. Cuando abrieron el cofre, vieron que estaba lleno de canicas de colores y notas que decían: "El verdadero tesoro es la amistad y el trabajo en equipo"-.

"¡Pero estas canicas son hermosas!"- dijo Lucas, mientras todos sonreían. La señora Elena los observaba orgullosa y dijo: "Cada una de estas canicas representa un momento de este día; cada risa, cada salto, cada ayuda, y cada amistad que han construido juntos"-.

Así, los niños aprendieron que el verdadero tesoro no siempre es oro o joyas, sino las experiencias que comparten y el apoyo incondicional que se brindan. Regresaron al colegio felices y satisfechos, prometiendo que volverían al bosque, no solo a buscar tesoros materiales, sino también nuevas aventuras en su amistad.

FIN.

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