La Aventura del Tesoro Escondido



Era una mañana soleada en la escuela primaria donde una entusiasta maestra, la señora Pati, sorprendió a su clase con una noticia emocionante.

"Hoy haremos una búsqueda del tesoro", dijo sonriente.

Los alumnos, llenos de curiosidad, no podían contener su emoción. Entre risas y susurros, se formaron grupos.

Sara, Juan, Pedro, Elisa y Marina decidieron trabajar juntos.

"¿Qué necesitaremos para buscar el tesoro?", preguntó Sara.

"¡Un mapa y pistas!" exclamó Juan, mientras señalaba un viejo cofre en un rincón del aula.

"Es un mapa antiguo que pertenece a la escuela. Debemos seguir las pistas que nos llevará a cada rincón de nuestro jardín", explicó la señora Pati.

La primera pista decía: "Donde crecen las flores más bellas, el motivo de su belleza encontrarás en la esquina más verde".

Todos se miraron confundidos.

"¡Vamos al jardín!", sugirió Pedro.

Una vez afuera, se dieron cuenta de que el jardín estaba lleno de coloridas flores.

Marina apuntó hacia la esquina donde estaban las rosas.

"¿Serán las rosas?", se preguntó.

"Sí, y en la esquina verde está la maceta", respondió Elisa.

"¡Miren allí!", gritó Juan mientras señalaba algo brillante en la tierra.

Era un pequeño medallón con la forma de una rosa.

"Esta debe ser la llave para abrir el cofre", insinuó Marta, que se había unido a ellos.

"Ahora debemos encontrar la siguiente pista", recordaron todos.

La segunda pista estaba oculta bajo una piedra grande cerca de un árbol.

"Vamos a ver qué hay allí", dijo Bruno, que siempre estaba dispuesto a ayudar.

"Aquí hay una nota que dice: 'En el árbol más viejo, donde el viento canta, busca la cueva donde nunca hay sombra'", leyó Carlos.

"Eso debe ser el viejo roble en el centro del jardín", dijo Mario emocionado.

"Vamos a correr, no hay tiempo que perder!" exclamó Sandra.

Cuando llegaron al roble, comenzaron a buscar en sus raíces.

"Aquí hay una pequeña entrada", dijo Pelayo señalando un hueco.

"Aguarde, quizás hay más pistas dentro", sugirió Paco, empujando suavemente a Pelayo.

"Yo voy primero", dijo Erika, asomándose con cuidado.

Dentro, encontraron otro sobre con una pista más.

"¿Qué dice?", preguntó Teresa.

"‘Caminando por el sendero donde el agua murmura, encontrarás algo que brilla entre la espesura’”, leyó Erika.

"¡Fuera, al estanque!", gritaron al unísono.

Llegaron al estanque y comenzaron a buscar, teniendo cuidado de no caer.

Marta fue la primera en ver algo brillar en el agua.

"¡Miren! Hay algo ahí!", dijo emocionada.

"Debemos ver si podemos sacarlo", sugirió Juan.

Con un palo, Bruno logró empujar el objeto hacia la orilla.

"¡Lo conseguimos!", exclamó Carlos, al ver que era un antiguo baúl, lleno de arena y hojas.

"¡Abrámoslo rápido!", gritó Marina llena de ansiedad.

Mientras todos emocionados trataban de abrir el baúl, Sara lo tocó suavemente y un resplando en su interior iluminó el lugar.

"¡Es un tesoro!", exclamó Pedro cuando la tapa finalmente se abrió.

Dentro había muchas cosas: mapas antiguos, monedas de chocolate, juguetes vintage y una nota que decía: 'El verdadero tesoro es la amistad y las aventuras que compartimos'".

Todos se miraron entre sí y sonrieron.

"¡Lo hemos conseguido juntos!", dijo Elisa, emocionada.

"¡Sí! Este no es solo un tesoro de cosas, es un tesoro de recuerdos que hicimos hoy", agregó Marta con alegría.

Así, volvieron al aula con el cofre, no solo con el contenido, sino también con una lección importante en sus corazones: la amistad, la cooperación y el trabajo en equipo eran el tesoro más valioso de todos.

Desde ese día, la búsqueda del tesoro se convirtió en una tradición en la escuela, donde todos los años, una clase nueva se unía para vivir la misma aventura, asegurándose de que el legado de esa jornada jamás se olvidara.

Y así, todos aprendieron que los verdaderos tesoros de la vida son las personas que elegimos tener a nuestro lado en cada aventura.

La señora Pati miró al grupo y dijo:

"Cada uno de ustedes es un tesoro en sí mismo".

FIN.

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