La Aventura del Unicornio Volador



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, una niña de cuatro años llamada María. Era una niña llena de energía, risas y curiosidad. Todos los días, después de jugar con sus amigos en la plaza, se sentaba debajo de su árbol favorito a soñar con aventuras fantásticas.

Un día, mientras María contemplaba el cielo azul, vio algo brillante que volaba. Se puso de pie de un salto, curiosa, y se acercó a ver qué era. Para su sorpresa, era un magnífico unicornio volador con una larga crin brillante de colores.

"¡Hola! Soy Malandrín, el unicornio volador" - dijo el unicornio con una sonrisa que iluminaba su rostro. "¿Quieres que te lleve a conocer el mundo?".

María no podía creer lo que estaba escuchando. "¡Sí! ¡Por favor!" - respondió emocionada.

Malandrín extendió sus alas y María, llena de alegría, se subió a su espalda. El unicornio batió sus alas y, en un instante, voló alto en el cielo.

Desde las alturas, María podía ver todo el pueblo, los campos verdes y el río brillando como un espejo. A medida que volaban, el unicornio le contó sobre los lugares mágicos que podían visitar.

"Podemos ir a la Montaña de los Arcoíris, donde los colores nunca se apagan, o a la Valle de las Mariposas, donde todas las mariposas son de diferentes tamaños y colores" - le dijo Malandrín.

"¡Quiero ir a la Montaña de los Arcoíris!" - exclamó María.

Y así, Malandrín comenzó su viaje hacia la montaña. Pasaron por encima de bosques llenos de árboles gigantes y ríos serpenteantes. Todo parecía un sueño.

Al llegar a la Montaña de los Arcoíris, María quedó maravillada. La montaña estaba cubierta de flores de todos los colores del arcoíris. Cada flor brillaba bajo el sol y el aire olía a dulce.

"¡Es hermoso!" - dijo María.

"Y lo mejor de todo, puedes hacer una búsqueda del arcoíris" - explicó Malandrín. "Hay un frasco en la cima de la montaña que contiene polvo de arcoíris. Si logras alcanzarlo, podrás hacer un deseo".

María se llenó de energía y comenzó a trepar por la montaña. Mientras subía, se encontró con criaturas mágicas que le dieron consejos y la alentaron a seguir.

"¡Vamos, María!" - gritó una ardilla que saltaba de árbol en árbol. "Eres valiente y lo puedes lograr!".

Después de un emocionante viaje, María finalmente llegó a la cima. Allí, encontró el frasco del polvo de arcoíris. Lo sostuvo con ambas manos y sonrió.

"¿Qué deseo harás?" - preguntó Malandrín emocionado.

María cerró los ojos y pensó en su deseo. "Deseo que todos los niños del mundo puedan tener aventuras como la mía" - dijo con determinación.

La montaña brilló con los colores del arcoíris, y un suave viento llevó el polvo mágico por todo el mundo. TODO parecieron brillar y vibrar con alegría.

"Tu deseo será escuchado, María" - dijo Malandrín. "Has sido generosa".

"¡Gracias, Malandrín!" - respondió ella "Esto es lo mejor de la aventura".

Después de disfrutar de la Montaña de los Arcoíris, María y Malandrín decidieron regresar a casa. Mientras volaban de regreso, Malandrín le habló sobre lo importante de compartir momentos con los demás y de ser generosos.

"Cuando compartes tus sueños y aventuras, creas magia donde nadie más la ve" - dijo Malandrín.

María escuchó atentamente, consciente de que lo que había aprendido era igual de valioso que la aventura en sí.

Al llegar a casa, María se despidió de Malandrín, pero no sin antes prometerle que siempre llevaría en su corazón la magia de su aventura y que jugaría cada día por todos los niños del mundo.

"¡Hasta pronto, Malandrín! ¡Te extrañaré!" - le dijo con lágrimas en los ojos.

"Siempre estaré aquí, María. Recuerda, el valor y la generosidad son las claves para vivir grandes aventuras" - respondió el unicornio volador antes de partir hacia el cielo.

Desde aquel día, María nunca volvió a ver a Malandrín, pero cada vez que miraba al cielo, recordaba su mágico vuelo y las importantes lecciones que había aprendido. Con su corazón lleno de amor y amistad, comenzó a organizar juegos y actividades con sus amigos, siempre pensando en cómo podía compartir la alegría y la magia de la vida.

Aquella aventura no solo había cambiado a María, sino que también iluminó a todo su pueblo. Con el tiempo, todos los niños comenzaron a soñar más grande, a compartir y a vivir aventuras juntos, haciendo de su hogar un lugar lleno de risas y sueños por cumplir.

Y así, cada vez que alguien miraba al cielo azul, podía sentir un rayo de magia, una promesa de aventuras, y tal vez, solo tal vez, escuchar el suave susurro de un unicornio volador llamado Malandrín.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!