La aventura en el Bosque Encantado



Era un hermoso día en el Bosque Encantado. El sol brillaba entre las hojas y una suave brisa acariciaba el rostro de todos. El niño, llamado Mateo, había ido a pasear con su abuelo. Juntos, caminaban por el sendero mientras su perro, Rocco, corría de un lado a otro, buscando mariposas. A su alrededor, la vaca Lola comía hierba y la gallina Clara picoteaba los pequeños granos que encontraba.

- ¡Mirá, abuelo! -exclamó Mateo, señalando una hermosa mariposa amarilla que danzaba en el aire.

- ¡Es preciosa, Mateo! -respondió el abuelo sonriendo. - Cada vez que veo a una mariposa, me recuerda a un sueño que tuve de niño, donde podía volar.

Mientras tanto, el gato, llamado Gato, observaba desde una roca, intentando esconderse del sol.

- ¿Por qué no venimos a la sombra de aquel árbol? -sugirió Gato. - Aquí hace mucho calor.

Sin embargo, su sugerencia pasó desapercibida. Mateo y su abuelo seguían maravillados con el bosque. De repente, como si la naturaleza decidiera jugarles una broma, un rugido profundo resonó desde la cascada que estaba más adelante.

- ¿Escucharon eso? -preguntó Mateo intrigado.

- Vamos a investigar -dijo el abuelo, guiando a Mateo y a los animales hacia la cascada.

Al llegar, quedaron asombrados por la belleza del lugar. El agua caía con fuerza, creando un arcoíris en medio de la vaporosa bruma.

- ¡Es un lugar mágico! -gritó Mateo mientras saltaba de felicidad.

Pero al intentar acercarse un poco más al borde, el niño se distrajo observando el arcoíris y, sin darse cuenta, se alejó de su abuelo y los demás.

- ¡Mateo! -gritó el abuelo, pero ya era demasiado tarde. El niño había desaparecido entre los árboles.

- ¡Oh, no! ¿Dónde se fue? -dijo Rocco, moviendo la cola.

- ¡Debemos encontrarlo! -gritó Lola, asustada.

- Sí, no podemos quedarnos quietos. ¡Dividámonos y lo busquemos! -propuso Gato, que aunque siempre estaba durmiendo, esta vez parecía decidido.

Así que, mientras el abuelo llamaba a Mateo por su nombre, los animales comenzaron a buscar en diferentes direcciones. Clara, la gallina, usó su agudo sentido para espiar entre los arbustos.

- ¡Mateo! -llamaba cada vez que movía un poco la paja con su pico.

Mientras tanto, Rocco estaba en una carrera loca, olfateando cualquier pista que pudiera llevarlo a su amigo. De pronto, tras un árbol, encontró una marca de pie.

- ¡Chicos, creo que lo encontré! -ladró emocionado.

Los demás se acercaron, siguiendo a Rocco. Pero al llegar al lugar, solo encontraron un camino enredado.

- No es por aquí -dijo Gato, mirando el largo camino. - Es demasiado complicado. No se ve que haya pasado alguien por aquí.

En ese momento, el abuelo, que los había estado buscando desde la distancia, se acercó a ellos con una expresión preocupada.

- Chicos, no perdamos la calma. Mateo es inteligente. Si seguimos llamándolo, quizás nos responda.

Y así lo hicieron, pero los ecos de sus voces eran lo único que regresaba. Fue entonces cuando Clara tuvo una idea brillante.

- ¡Ya sé! -dijo, dando saltos. - Use mi canto para que Mateo venga hacia mí. ¡Los humanos siempre responden a la música!

Con los otros un poco escépticos pero sin mejor plan que ese, Clara comenzó a cantar con todas sus fuerzas, una canción alegre que resonaba en el aire. Su canto se escuchó en todo el bosque.

Pasaron unos minutos y, de repente, desde la distancia, escucharon una llamada.

- ¡Abuelo! -gritó Mateo, que aparecía tras un arbusto.

Todos dieron un salto de alegría.

- ¡Mateo, estábamos tan asustados! -dijo Rocco, corriendo a su lado.

- Lo siento, no me di cuenta de cuánto me había alejado. ¡El arcoíris era tan bonito! -se disculpó Mateo, con una sonrisa en su rostro.

El abuelo abrazó a Mateo, aliviado.

- Siempre hay que estar atentos, cariño. El bosque es hermoso pero también hay que tener cuidado.

- ¡Sí, abuelo! -asintió Mateo. - Prometo prestar más atención la próxima vez.

- Además, no olvides que siempre estaremos juntos para cuidarte -dijo Lola con su voz maternal.

Y así, después de una gran aventura, el grupo se sentó en la hierba cerca de la cascada. Clara les cantó una vez más, mientras el sol comenzaba a ocultarse, y todos juntos disfrutaron de la magia del Bosque Encantado, fortalecidos por la amistad y las enseñanzas de su día.

En ese mágico lugar aprendieron que siempre es bueno estar cerca de los que amamos y cuidar de ellos, incluso cuando la belleza nos distrae.

FIN.

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