La Aventura en el Bosque Encantado



Una soleada mañana, Juanito, un niño de 8 años, decidió aventurarse más allá de su jardín. Siempre le había fascinado el misterioso y denso bosque que estaba cerca de su casa. Con una mochila llena de galletitas y su botella de agua, se despidió de su mamá.

"¡Mamá, voy a explorar el bosque!" - anunció con una sonrisa.

"Ten cuidado, Juanito, y no te alejes demasiado" - le respondió su mamá con preocupación, pero sabía que su pequeño era curioso y le encantaban las aventuras.

Juanito entró al bosque lleno de energía. Los árboles eran altísimos y la luz del sol se filtraba a través de las hojas, creando sombras danzantes en el suelo. Juanito se sentía en un mundo mágico. Caminó, saltó, y recogió hojas de colores, hasta que se dio cuenta de que había perdido la noción del tiempo.

"Oh no, ¿dónde estoy?" - murmuró mientras miraba a su alrededor. Todos los árboles se parecían y no sabía cómo volver a casa. Se sentó sobre una roca y comenzó a sentir miedo, pero rápidamente decidió que debía ser valiente.

"¡No puedo quedarme aquí sentado! Debo encontrar el camino de regreso" - se dijo a sí mismo.

Mientras comenzaba a caminar por el sendero que le parecía más familiar, escuchó un suave murmullo. Siguiendo el sonido, llegó a un pequeño arroyo. A su lado había una tortuga que parecía tranquila y sabia.

"Hola, tortuguita, ¿puedes ayudarme?" - preguntó Juanito.

"Claro, pequeño. Si sigues este arroyo, encontrarás un camino. Pero recuerda, hay que estar atento a los detalles." - respondió la tortuga.

Juanito asintió y decidió seguir el arroyo. Mientras caminaba, comenzó a notar cosas que antes no había visto: un pájaro azul que picoteaba el suelo, flores moradas que brillaban bajo la luz del sol, e incluso un grupo de ardillas que jugaban entre las ramas. Cada descubrimiento le hacía sentir más seguro y menos asustado.

Al poco rato, se encontró frente a un gran roble. Erguido y fuerte, parecía un guardián del bosque.

"¡Hola, pequeño! ¿Te has perdido?" - dijo el roble con una voz profunda.

"Sí, señor Roble, estoy tratando de volver a casa" - respondió Juanito

"Para encontrar el camino, debes recordar las huellas que dejaste atrás. Lo que has aprendido junto a este arroyo te ayudará a regresar" - le aconsejó el gran árbol.

Juanito pensó en las aventuras que había tenido hasta ahora: la tortuga sabia, el canto de los pájaros, y el aroma de las flores. Entonces hizo un esfuerzo por recordar los senderos que había seguido. Siguió las huellas que había dejado en su mente, buscando cada detalle.

Finalmente, tras algunos minutos más de caminata, escuchó un familiar ruido. Al acercarse, vio la luz del sol que iluminaba su casa. De repente, un gran alivio lo invadió.

"¡Lo logré!" - gritó. La mamá de Juanito, que estaba buscando en el bosque, lo vio y corrió hacia él, abrazándolo con fuerza.

"¡Juanito! ¡Estaba tan preocupada!" - exclamó su mamá.

"Lo siento, mamá, me perdí, pero aprendí a no tener miedo y a seguir los detalles" - le respondió Juanito, entusiasmado por contarle su aventura.

Desde ese día, Juanito nunca dejó de explorar, pero siempre recordando las palabras del roble y de la tortuga. Aprendió que incluso en situaciones difíciles, la curiosidad y la valentía son las mejores compañeras de aventuras.

Y así, Juanito regresaba al bosque, no solo para buscar tesoros escondidos, sino también para aprender y disfrutar de la naturaleza.

FIN.

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