La Aventura en el Circuito Mágico



Era un día soleado en la Escuela Primaria 'El Bosquecito'. Los niños estaban emocionados porque había clase de educación física. La profesora Carla, siempre entusiasta, había preparado algo especial: un circuito de motricidad. Cuando los niños llegaron al gimnasio, lo encontraron decorado con colores vibrantes.

"¡Wow, profe! ¡Miren todos estos colores!" exclamó Lucas, mirando las cintas, aros y pelotas que estaban esparcidos por todo el suelo.

"Me siento como si estuviera en una aventura mágica", dijo Sofía mientras saltaba de un lado al otro, con una gran sonrisa.

"Sí, podemos ser exploradores en un mundo lleno de desafíos", agregó Tomás, ya listo para comenzar.

La profesora Carla sonrió.

"Exactamente, chicos. Hoy seremos valientes aventureros. Cada actividad en el circuito nos llevará a un lugar nuevo. ¡Empecemos!"

Los niños siguieron las instrucciones de la profesora. El primer desafío era recorrer un camino de túneles hechos con colchonetas.

"Esto es como pasar por la cueva de los dragones", gritó Lucas mientras gateaba.

"Y yo soy una valiente princesa que busca su castillo", bromeó Sofía.

Al finalizar la ronda de túneles, llegaron a la parte de los aros.

"¡Hay que saltar como canguros!" propuso Tomás.

"Yo puedo saltar más alto que un canguro", dijo Lucas, y ajustó su postura.

Los niños se turnaron para saltar, riendo. Pero en medio del juego, Lucas, en su afán de saltar más alto, tropezó con uno de los aros.

"¡Ay!" gritó mientras caía, pero rápidamente se levantó, riéndose.

"No hay problema, ¡los aventureros también se caen!" aseguró con una sonrisa.

La profesora Carla aplaudió.

"Así es, Lucas. Lo importante es levantarse y seguir adelante. ¡Vamos, que quedan más sorpresas!"

Pasaron a la siguiente actividad: una carrera de obstáculos donde debían saltar, correr y arrastrarse.

"¡Amo esto! Me siento como un corredor olímpico", dijo Sofía mientras avanzaba rápida por el circuito.

Costo un poco, pero todos lograron completar la prueba. Finalmente, llegaron a la última estación: una gran piscina inflable con pelotas.

"¡Vamos a nadar!" gritó Tomás al saltar hacia el agua.

Pero la piscina no estaba llena.

"Chicos, ¡esto es un desafío para la imaginación! Deben hacerse cargo de toda esa agua con sus paletas invisibles".

Los niños empezaron a hacer movimientos como si estuvieran nadando.

"Soy un pez brillante que nada rápido", decía Lucas girando sobre su espalda.

Después de una hora llena de saltos, risas y mucha diversión, llegaron al final del circuito. Exhaustos pero felices, se sentaron en el suelo.

"Nunca había jugado tanto en educación física", dijo Tomás, respirando con dificultad.

"Fue increíble, me sentí como una heroína", comentó Sofía.

La profesora Carla se acercó a ellos, orgullosa.

"Hicieron un gran trabajo, aventureros. Se dieron cuenta de que cada reto es una oportunidad para aprender y divertirse, ¿verdad?"

Nadie respondió; estaban demasiado cansados pero sonriendo.

"¡Sí, profe! También aprendí que aunque caerse es parte del juego, siempre hay que levantarse!" dijo Lucas.

"¡Exacto! Y que lo más importante es disfrutar del momento con amigos", concluyó la profesora mientras se despedía.

Los niños se despidieron con abrazos y risas, prometiendo que el próximo circuito sería aún más divertido. La aventura no solo les enseñó a moverse, sino también a ser valientes y solidarios.

Así, cada uno regresó a casa con el corazón lleno de alegría y nuevas historias para contar, listos para enfrentar nuevas aventuras en el día siguiente de la escuela.

FIN.

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