La Aventura en el Jardín de Arena
Había una vez una niña llamada Lola y un niño llamado Lucas que vivían en una escuelita mágica. La escuela era especial porque en lugar de aulas convencionales, tenían un hogar donde los niños jugaban, aprendían y se divertían. Lola y Lucas eran mejores amigos y pasaban horas jugando en el sandbóx, un enorme jardín de arena lleno de juguetes y sorpresas.
Un día, mientras excavaban en la arena, Lola encontró algo brillante.
"¡Mirá, Lucas!" -dijo emocionada.
"¿Qué es?" -preguntó Lucas, acercándose.
Lola sacó una caja pequeña y dorada de la arena.
"¡Es un cofre del tesoro!" -exclamó.
Juntos, decidieron abrirlo y dentro encontraron un mapa antiguo.
"¡Esto es impresionante!" -dijo Lucas, mientras desplegaban el mapa.
"¡Podría ser un mapa del tesoro!" -sugirió Lola entusiasmada.
"¡Vamos a buscarlo!" -exclamó Lucas aún más emocionado.
Siguiendo las indicaciones del mapa, los dos amigos se aventuraron al jardín de la escuela. Pasaron por un túnel de flores y saltaron sobre un arroyo que brillaba como el oro. Finalmente, llegaron a un gran árbol con un tronco ancho y retorcido.
"Aquí dice que debemos buscar bajo el árbol. ¡Vamos!" -dijo Lola.
Comenzaron a cavar con sus manos, llenos de curiosidad y emoción. Después de un rato, sus manos tocaron algo duro. Era otro cofre, pero mucho más grande.
"¡Lo encontramos!" -gritaron juntos.
Con mucho esfuerzo lograron abrirlo, y dentro había un montón de juegos: pelotas, rompecabezas y libros mágicos que brillaban con colores brillantes.
"¡Esto es increíble!" -dijo Lucas mientras sacaba un libro que hablaba sobre todos los juegos del mundo.
"¡Debemos compartirlo con todos los demás!" -propuso Lola.
Así que decidieron volver a la escuelita y organizar una tarde de juegos con sus compañeritos. Cuando llegaron, les contaron su aventura y todos estaban ansiosos por jugar con los nuevos juguetes.
"¡Vamos a hacer equipos!" -gritó Lucas, y todos corrieron hacia el árbol, emocionados.
"¡Que empiece la diversión!" -dijo Lola riendo.
Comenzaron a jugar y a reírse. Cada uno eligió su juego favorito, y hasta hicieron una competencia de rompecabezas. Todos se sintieron muy felices y unidos, y Lucas y Lola se dieron cuenta de que el verdadero tesoro no era el cofre, sino la alegría de compartir momentos especiales con sus amigos.
A medida que el sol se ponía, los niños estaban cansados pero llenos de felicidad.
"¡Hoy fue un día inolvidable!" -dijo Lola, sonriendo a su amigo.
"Sí, y lo mejor de todo es que aprendimos que siempre es mejor compartir lo que tenemos," -respondió Lucas.
Así, Lola y Lucas no solo encontraron un tesoro, sino que descubrieron que la amistad y la generosidad son las cosas más valiosas del mundo. Desde aquel día, el jardín de arena se llenó de risas y juegos, y todos los niños aprendieron a compartir y disfrutar juntos.
FIN.