La Aventura en el Laboratorio de Computación
Era una mañana de octubre, el sol brillaba con fuerza en Barquisimeto. En la escuela San Pedro, cuatro amigos: Marcos, Alejandra, Sebastián y Mauricio, estaban a punto de comenzar una jornada emocionante en el laboratorio de computación.
"- ¿Están listos para la clase de hoy?" preguntó Marcos, entusiasmado.
"- ¡Yo estoy lista!" respondió Alejandra, mientras ajustaba sus gafas.
"- Hoy aprenderemos a programar nuestro primer juego", dijo Sebastián, dibujando en la pizarra con su lápiz brillante.
"- ¿Un juego? ¡Eso suena genial!" exclamó Mauricio con los ojos chispeantes.
Al entrar al laboratorio, los chicos se encontraron con una sorpresa: las computadoras estaban apagadas y había un mensaje en la pantalla que decía: "Si quieren encender las computadoras, deberán resolver el acertijo de la llave mágica".
"- ¿Qué será esto?" preguntó Alejandra, mirando con curiosidad.
"- Quizás es un juego para que cada uno aporte su talento", sugirió Sebastián, emocionado.
Los amigos se reunieron en un rincón y comenzaron a pensar:
"- Bueno, el acertijo dice: 'Soy algo que nunca descansa, a veces me ves brillar, y si me cuidas, volarás. ¿Quién soy?'"
"- Mmm... ¡la estrella!" propuso Mauricio.
"- No, creo que debe ser algo más relacionado con la computadora", agregó Alejandra.
"- ¡La energía!" exclamó Marcos.
"- ¡Claro! ¡Es la energía!", gritaron todos juntos.
De repente, la computadora encajó un sonido de campanita y comenzó a cobrar vida. Las pantallas se iluminaron y las computadoras se encendieron.
"- ¡Lo logramos!" gritó Sebastián.
"- Ahora, a aprender a programar nuestro juego", recordó Alejandra.
Se sentaron frente a las computadoras y siguieron instrucciones de su maestro, un amable profesor llamado Martín.
"- Primero, deben pensar en la historia del juego. Un héroe, un dragón y un tesoro, ¿no?" dijo el profesor.
"- Yo quiero que el héroe sea un astronauta", sugirió Mauricio.
"- ¡Sí! Y el dragón será un perro volador", rió Alejandra.
"- ¡Eso me encanta!" agregó Sebastián mientras escribía.
"- Entonces, comenzamos con los personajes y la historia. ¡Vamos!"
Los amigos trabajaron en su proyecto con entusiasmo, pero en medio de la diversión, notaron que el tiempo pasaba volando.
"- ¡Chicos!" dijo Marcos, mirando el reloj. "Debemos terminar antes de la hora de salida. ¿Qué tal si nos dividimos las tareas?"
"- Buena idea. Yo me encargaré de crear el escenario", dijo Alejandra.
"- Yo escribiré el guion de la historia", mencionó Sebastián.
"- Y yo haré la música", agregó Mauricio, emocionado por hacer un gran tema de aventura.
Cuando estaban a punto de finalizar su proyecto, un nuevo mensaje apareció en la pantalla: "Para completar su juego, deben enfrentar un desafío final: hacer que su héroe supere tres obstáculos".
"- ¡No puede ser!" exclamó Mauricio.
"- ¡Vamos! ¡No podemos rendirnos!" dijo Marcos con determinación.
"- Trabajemos juntos y resolvamos cada obstáculo", animó Sebastián.
Sus corazones latían fuertes mientras diseñaban cada paso del juego. Al finalizar, pulsaron el botón para jugar.
"- ¡Es increíble!" gritó Alejandra mientras el héroe saltaba, corría y vencía al dragón.
"- ¡Ganamos!" gritaron todos.
El profesor Martín sonrió, mientras miraba los rostros radiantes de sus alumnos. "- Han hecho un gran trabajo en equipo. Aprender a trabajar juntos es tan importante como la programación en sí misma.
"- ¡Gracias, profesor!" dijeron al unísono.
Cuando llegó la hora de irse, los cuatro amigos salieron del laboratorio con energía y risas.
"- ¡No olvidemos traer más ideas para la próxima clase!" dijo Alejandra.
"- ¡Y un nuevo juego!" añadió Mauricio.
"- ¡Vamos a seguir programando!" dijo Sebastián, sonriendo.
"- ¡Sí! La aventura recién comienza!" terminó Marcos,
Y así, con historias en sus corazones y un deseo insaciable de aprender, los amigos se marcharon, emocionados por todas las aventuras que les depararía el camino de la computación.
Después de aquel día especial, entendieron que el trabajo en equipo, la creatividad, y la programación no sólo les ayudarían a crear juegos, sino que podrían convertir sus sueños en realidades.
Y con un brillo en los ojos, siguieron trabajando y explorando el maravilloso mundo de la tecnología juntos, sin límites ni fronteras. ¡Fin!
FIN.