La Aventura en el Laboratorio de Computación



Era un viernes 24 a las 9:00 de la mañana en el Colegio San Pedro de Barquisimeto. En el laboratorio de computación, el aire estaba lleno de expectativa. Camila, una chica con una gran imaginación, miraba a su alrededor, mientras José Ricardo revisaba las normas del laboratorio con fruición. Brianna, que había llegado con su nuevo unicornio de peluche, lo abrazaba con fuerza, y Victoria, siempre curiosa, hacía preguntas sobre las computadoras. Tobías, el más aventurero del grupo, no podía esperar para empezar.

"¿Por qué tenemos que aprender normas?", preguntó Victoria, mientras movía un mechón de pelo detrás de la oreja.

"Porque sin ellas, podríamos romper algo o lastimarnos", respondió José Ricardo, con voz seria.

Pero justo en ese momento, la computadora que estaba más cerca se encendió sola y la pantalla mostró un mensaje misterioso.

"¡Miren!", exclamó Camila.

"¿Qué dice?", preguntó Brianna, asomándose sobre la mesa.

"No lo sé", respondió Tolbiás, intrigado. "Pero parece un código..."

Todas miraron a la computadora, mientras el mensaje en la pantalla brillaba y decía: "¡Bienvenidos al Mundo Digital! ¿Están listos para una aventura?"

"¿Aventura? ¡Yo estoy lista!", gritó Brianna entusiasmada, haciendo que su unicornio cayera al suelo.

"Pero, ¿será seguro?", cuestionó Victoria, un poco asustada.

"Solo si seguimos las normas", dijo José Ricardo con una sonrisa.

"Yo puedo ser el guía del grupo", propuso Tobías, mirando a sus amigos con determinación.

Después de un corto debate, los cinco decidieron que era hora de explorar. Al seguir las instrucciones en la pantalla, un portal brillante se abrió frente a ellos y, sin pensarlo, saltaron a través de la computadora.

De repente, se encontraron en un mundo lleno de colores y formas que nunca habían visto. Todo estaba hecho de píxeles y en el aire flotaban letras y números, creando una maravilla digital.

"¡Esto es increíble!", exclamó Camila, mirando con ojos desorbitados.

"¡Miren! Hay un laberinto de códigos allá!", apuntó Tobías señalando a los lejos.

"¿Vamos a explorarlo?", preguntó Brianna.

"Sí, pero debemos estar atentos a no salirnos de las normas", recordó José Ricardo.

El grupo se acercó al laberinto, que estaba lleno de enemigos digitales como virus y pop-ups molestos. Cada vez que seguían un código correcto, podían avanzar, pero cada vez que cometían un error, retrocedían.

"Deberíamos trabajar en equipo", sugirió Victoria.

"Puedo ayudar con las preguntas de matemáticas que debemos resolver", añadió José Ricardo.

"Y yo puedo recordar las normas", dijo Camila.

"¡Y yo puedo ser valiente!", proclamó Tobías, mientras avanzaban juntos.

Así, se dieron cuenta de que la comunicación y el trabajo en equipo eran esenciales en el mundo digital. Después de varias aventuras, conflictos y risas, lograron llegar al centro del laberinto donde había un gran libro llamado "Las Reglas de Internet”.

"¡Lo logramos!", gritaron todos juntos mientras abrieron el libro.

"Ahora sabemos cómo usar la tecnología de manera segura", afirmó Camila.

"Este era el propósito de aprender las normas", dijo José Ricardo, reflejando en su cara una sonrisa de satisfacción.

De repente, el mundo digital comenzó a temblar y una puerta aparece. Al cruzarla, los cinco amigos regresaron al laboratorio de computación, justo a tiempo para el recreo.

"Eso fue increíble", dijo Brianna, mientras abrazaba nuevamente a su unicornio.

"Aprendimos algo muy importante", añadió Victoria, con brillo en los ojos.

"¡Sí! Y tenemos un secreto que compartir", concluyó Tobías, con una gran sonrisa.

A partir de ese día, los cinco amigos no solo supieron cómo manejar las computadoras, sino que también entendieron que trabajar juntos y seguir las normas era un verdadero superpoder. Y así, el laboratorio de computación se convirtió en su lugar favorito, donde cada día era una nueva aventura esperando a ser descubierta.

FIN.

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