La Aventura en el Parque
Era un soleado sábado por la mañana en el barrio de Villa Alegre. Juan y Ana, dos amigos inseparables, decidieron que era el día perfecto para hacer una visita al parque. Con una mochila llena de bocadillos y sus cometas listas, salieron de sus casas con una gran sonrisa en los rostros.
"¡Vamos, Ana! Estoy seguro de que hoy volaremos nuestras cometas más alto que nunca!" - dijo Juan emocionado mientras corría por la calle.
"Sí, Juan! Y después podemos hacer un picnic en la sombra del gran árbol, como en la última vez" - contestó Ana con entusiasmo.
Al llegar al parque, un mundo lleno de colores y risas los recibió. Los niños jugaban, las aves cantaban y el aroma de las flores llenaba el aire. Sin embargo, algo inusual llamó su atención en el centro del parque: un grupo de niños rodeaba a un perrito que parecía perdido.
"¿Qué haremos con el perrito?" - preguntó Ana preocupada.
"¡Debemos ayudarlo!" - decidió Juan con determinación.
Se acercaron al grupo y, tras algunos intentos de coaxial al perrito, lograron acercarse a él. Era un perrito pequeño y tierno, con un collar que decía —"Roco" .
"Pobre Roco, debe estar asustado. Vamos a encontrar a su dueño" - dijo Ana mientras acariciaba al perro.
Los niños, animados por la idea, empezaron a preguntar a las personas alrededor si conocían al dueño del perrito. Después de varios intentos fallidos, decidieron hacer carteles para pegar por todo el parque.
"¡Es una buena idea!" - asintió Juan. "Hagamos carteles grandes y coloridos para que todos puedan verlos".
Con hojas, marcadores y mucha creatividad, comenzaron a diseñar los carteles. Mientras trabajaban, Ana tuvo una idea brillante.
"Podemos hacer una pequeña búsqueda del tesoro. Si encontramos al dueño de Roco, le diremos que organizó un gran tesoro que su perro había encontrado en el parque".
"¡Sí! Eso hará que más personas se involucren!" - agregó Juan entusiasmado.
A medida que los niños corrían por todo el parque, se hicieron más amigos. La comunidad se unió para ayudar a encontrar al dueño del perrito. La risa y el entusiasmo llenaron el aire mientras cada uno ponía su granito de arena.
Después de un rato, un niño que estaba en el parque con su familia se acercó.
"¡Miren! Creo que podría ser su dueño..." - dijo mientras señalaba a un chico que estaba llorando al lado de su mamá.
Se acercaron corriendo.
"¿Eres el dueño de Roco?" - preguntó Ana.
"¡Sí! Lo había perdido mientras jugábamos. ¡No sabía qué hacer!" - respondió el niño con lágrimas en los ojos.
Juan y Ana le entregaron a Roco, y el niño lo abrazó con todo su corazón.
"¡Gracias, chicos! ¡Son los mejores!" - exclamó el niño.
"No fue nada, solo ayudamos a un amigo", respondió Juan sonriendo.
Al ver la felicidad en el rostro del niño, Juan y Ana se sintieron orgullosos de haber hecho algo bueno. Decidieron que, de ahora en adelante, ayudar a otros sería parte de sus aventuras.
Con el tiempo, el parque se convirtió en su lugar favorito, no solo para volar cometas o hacer picnics, sino también para seguir ayudando a los demás. Se dieron cuenta de que la felicidad se multiplica cuando la compartimos.
Y así, cada vez que volaban sus cometas bajo el brillante sol, lo hacían con la certeza de que cada pequeño gesto de bondad puede convertirse en una gran aventura que ilumina el corazón de todos.
"Hoy fue un día increíble, Juan!" - dijo Ana mientras empaquetaban sus cosas. "No solo volamos nuestras cometas, sino que también hicimos nuevos amigos!"
"Sí, y ahora tenemos la misión de ayudar al menos a un niño o a un animalito cada vez que vengamos al parque. ¡Prometido!" - concluyó Juan con una sonrisa.
Y así, de vuelta a casa, los dos amigos compartieron sus planes y sueños, y juntos decidieron que la verdadera aventura está en compartir y ayudar a los demás.
FIN.