La Aventura en el Parque
Era un hermoso día soleado en el parque, y Andrea estaba emocionada. Había invitado a su mejor amigo, Ringo, su fiel perro, a disfrutar de la mañana. Ringo, un perro de pelaje marrón claro con manchas blancas, se movía inquieto mientras Andrea lo preparaba para salir.
"¡Vamos, Ringo! ¡Es hora de jugar!" - exclamó Andrea, mientras ataba la correa al collar de su mascota. Ringo ladró con alegría, moviendo su cola de un lado a otro.
Al llegar al parque, Andrea soltó la correa y Ringo salió disparado.
"¡Mirá cómo corre!" - dijo Andrea, riendo.
Ringo se unió a otros perros que saltaban y correteaban diversos juguetes alrededor. Andrea encontró un lugar bajo un árbol y se sentó a observar a su amigo. De repente, se dio cuenta de que había una gran cantidad de niños en el parque.
Entre ellos, vio a un niño que parecía triste, sentado solo en un banco. Andrea sintió que podría ayudar.
"Hola, ¿por qué no juegas con nosotros?" - le preguntó, acercándose al niño.
El niño levantó la vista y suspiró.
"No tengo un perro."
Andrea se sonrió al recordar que tenía a Ringo a su lado.
"¡Pero podés jugar con Ringo! Él se vuelve loco por las pelotas y a todos les encanta!" - propuso Andrea.
El niño, al principio dudoso, asintió y siguió a Andrea y Ringo. Cuando llegaron al área de juego, Ringo ya estaba preparando una de sus pelotas de tenis favoritas.
"¡Mirá esto!" - dijo Andrea mientras lanzaba la pelota. Ringo salió disparado detrás de ella, con su energía contagiosa. El niño comenzó a reírse cada vez que Ringo volvía con la pelota en su boca, feliz y saltarín.
Poco a poco, el niño se fue animando y empezó a lanzar la pelota también.
"¡Lo estás haciendo genial!" - lo alentó Andrea.
De repente, Ringo, persiguiendo la pelota, se metió en un arbusto. Andrea y el niño se acercaron rápidamente.
"¡Ringo! ¡Salí de ahí!" - gritó Andrea, un poco preocupada.
"No debe estar lastimado, ¿verdad?" - preguntó el niño con ojos grandes.
"No, no te preocupes. ¡Es un aventurero!" - respondió Andrea, mientras se asomaba entre los arbustos. Y, efectivamente, Ringo salió de allí empapado en tierra, como si hubiera estado explorando un nuevo mundo.
El niño y Andrea comenzaron a reírse a carcajadas.
"¡Es un explorador!" - dijo el niño, sintiéndose aliviado.
Jugaron por horas, lanzando la pelota, persiguiendo mariposas y corriendo por el parque. Andrea se dio cuenta de que el niño ya no estaba triste, y eso la hizo sentir muy feliz.
Cuando el sol empezó a ponerse, Andrea se dio cuenta de que era hora de regresar a casa. El niño se despidió de Ringo y Andrea con una gran sonrisa.
"Gracias, Andrea. ¡Hoy fue el mejor día!" - exclamó el niño, lleno de felicidad.
"Siempre podés volver a jugar con nosotros, te esperamos en el parque!" - contestó Andrea, dando un abrazo al niño.
Ringo movía su cola, más feliz que nunca, reflejando la alegría de un día lleno de aventura y nuevas amistades. Al regresar a casa, Andrea se sintió agradecida. Había aprendido que un pequeño gesto de amabilidad puede cambiar el día de alguien.
"Hoy fue un gran día, Ringo. ¿Te acordás del niño?" - le dijo Andrea a su perro mientras se acomodaban en el sillón.
"Mañana vamos a volver, ¡te prometo!" - concluyó, mientras acariciaba a Ringo, quien dormía plácidamente a su lado.
FIN.