La Aventura en el Río
En un pequeño reino llamado Albacete, donde los días eran soleados y los paisajes llenos de flores, vivía un príncipe llamado Tomás. Era un niño curioso, con una sonrisa dispuesta a contagiar alegría a todos los que conocía. Un día, su maestro decidió llevarlo a una excursión al río que bordeaba el bosque de su reino.
"¡Hoy vamos a aprender sobre la naturaleza!" anunció el maestro con entusiasmo.
Tomás saltó de alegría. "¡Qué emocionante! No puedo esperar para ver todos los animales y plantas del río".
Cuando llegaron al río, las aguas brillaban bajo el sol, y el sonido del agua corriendo era música para los oídos. Los niños comenzaron a observar los peces y los patos que nadaban felices.
De repente, mientras exploraba, Tomás notó algo brillante en la orilla del río. Se acercó y vio a una niña con un vestido azul que relucía como el cielo. "¡Hola!" dijo Tomás, sorprendido.
La niña lo miró con ojos grandes y llenos de alegría. "¡Hola! Soy Katya, ¿eres de este reino?"
"Sí, soy el príncipe Tomás. ¿Y tú?"
"Soy una princesa de Ucrania. Estoy de visita con mi familia aquí en Albacete".
Tomás se sorprendió. "¡Qué interesante! ¿Te gustaría explorar el río conmigo?"
Katya sonrió. "¡Claro! Me encantaría aprender sobre los animales de aquí".
Así, los dos pequeños comenzaron a recorrer el río, observando peces, aves y hasta unas lindas tortugas tomando el sol. Conversaron sobre sus diferentes culturas, comidas y juegos.
"En Ucrania, tenemos un postre llamado borsch, que es muy diferente a lo que ustedes comen aquí" comentó Katya.
"¡Nunca lo he probado! Pero en Albacete tenemos un plato delicioso que se llama gazpacho. Es refrescante en verano" dijo Tomás.
Ambos niños se rieron y compartieron historias de sus vidas. Pero, de repente, se dieron cuenta de que el sol estaba comenzando a bajar.
"Uh-oh, tengo que volver pronto, o mi mamá se preocupará" dijo Katya, con un tono de preocupación.
Tomás se sintió un poco triste por la despedida. "¿Te gustaría que nos encontráramos aquí mañana?"
"¡Sí! Es un trato!"
Después de decirse adiós, Tomás caminó hacia el castillo con una gran sonrisa, lleno de alegría por haber hecho una amiga tan especial.
Al día siguiente, ya no podían esperar para verse nuevamente. Katya había traído un pequeño libro sobre su país, lleno de ilustraciones hermosas.
"¿Por qué no hacemos algo especial?" sugirió Katya. "Podemos construir una barca de hojas y ramitas. Así llevamos nuestros cuentos de un río a otro".
Tomás se iluminó. "¡Esa es una gran idea!"
Juntos, se pusieron a recolectar hojas, ramitas y flores. Mientras construían, cada uno les contaba a sus respectivas historias de aventuras en sus hogares. La barca quedó tan hermosa que decidieron ponerla a flote para que navegue.
Cuando la pusieron en el agua, se dieron cuenta de que la corriente la llevaba rápidamente hacia el bosque. "¡Vamos a seguirla!" gritó Tomás emocionado.
Corrieron junto al río, riendo y muy entusiasmados. Pero, ¡oh! , de pronto el resbalón de unos pebbles hizo que Katya cayera al agua.
"¡Katya!" gritó Tomás. Pero en lugar de entrar en pánico, Katya comenzó a nadar con fuerza, mientras Tomás le tendía la mano, temeroso pero decidido.
"¡Aquí! ¡Toma mi mano!"
Katya tomó su mano y pudo salir del agua con su ayuda. Ambos estaban empapados pero llenos de risas. "¡Eso fue increíble!" dijo Katya riendo.
Desde ese día, la amistad de Tomás y Katya se volvió más fuerte y decidieron crear un club llamado "Los Exploradores del Río". Se comprometieron a descubrir más sobre la naturaleza, la historia y la cultura de cada uno.
A medida que pasaban los días, su amistad enseñó a los demás niños la importancia de la aceptación y la curiosidad por otras culturas.
Y así, el príncipe albaceteño y la princesa ucraniana vivieron emocionantes aventuras en su reino, explorando no solo el río, sino también los corazones de todos los que los rodeaban.
Al final, aprendieron que, aunque venían de mundos diferentes, su amistad era un tesoro que todos podían disfrutar. Y cada vez que se miraban, sabían que juntos podían superar cualquier desafío.
Y colorín colorado, este cuento nunca se ha acabado, porque la amistad siempre sigue creciendo como el río que nunca deja de fluir.
FIN.