La aventura en el volcán
Había una vez, en un pequeño pueblo al pie de un volcán llamado Popayán, un grupo de estudiantes del SENA que se preparaban para su gran proyecto final. El instructor, el Sr. Antonio, era conocido por su entusiasmo y su forma única de motivar a los chicos. Eran un grupo diverso, lleno de energía y creatividad, pero también cansados de haber trabajado duro durante meses.
Un día, mientras disfrutaban de un merecido descanso en el jardín de la escuela, el Sr. Antonio los reunió alrededor de una gran mesa.
"¡Chicos! -exclamó con una sonrisa-. Se me ocurrió algo increíble para su proyecto final. ¡Vamos a escalar el volcán Popayán!"
Los estudiantes se miraron entre sí, algo confundidos.
"¿Escalar el volcán? -preguntó Ana, una de las más tímidas del grupo-. Pero… ¡nosotros somos estudiantes, no montañistas!"
"Así es, Ana, pero escalar no solo es físico; también es una oportunidad para aprender y trabajar en equipo. En el camino, aprenderemos sobre geología, flora y fauna. ¡Vamos a hacerlo!"
"Además -añadió Javier con un guiño-, ¡será una gran aventura!"
Con el entusiasmo reinando, los estudiantes aceptaron. Sin embargo, no sabían que el viaje sería un desafío. Al día siguiente, preparados con mochilas y bocadillos, comenzaron su ascenso.
El primer tramo fue fácil, pero a medida que avanzaban, el camino se volvía más empinado y rocoso.
"Chicos, ¿están cansados? -preguntaba el Sr. Antonio mientras veía las caras de los estudiantes-. ¡Recuerden que esto es parte de la aventura! Pasito a pasito, ¡lo podemos lograr!"
Y así, con la frase motivadora del instructor, continuaron en su camino. Sin embargo, después de una hora de escalada intensa, algunos comenzaron a sentir un poco de fatiga.
"¡Solo un poco más! -gritó Javier tratando de animar a sus compañeros-. ¡Yo puedo!"
"Javier, llevar el ritmo no es fácil, pero tenemos que apoyarnos todos -dijo María, respirando profundo-. ¿Qué tal si hacemos una parada?"
Entonces, se sentaron alrededor de un hermoso lago que había en el camino. Allí, rodeados de árboles y con el sonido del agua, recuperaron energías.
"Miren lo que hemos logrado hasta ahora -dijo el Sr. Antonio, señalando hacia el volcán-. Cada uno de ustedes ha demostrado que la perseverancia es clave."
Después de un breve descanso, se sintieron revitalizados y decidieron continuar. En un giro inesperado, mientras subían, encontraron un pequeño sendero que parecía llevar a un mirador.
"¿Y si seguimos por ahí? -propuso Ana, que poco a poco se había ido sintiendo más confiada. - Podríamos ver toda la vista desde arriba."
El instructor sonrió y asintió.
"¡Esa es la actitud, Ana! ¡Sigamos!"
Al llegar al mirador, quedaron maravillados por la vista increíble del pueblo y del volcán.
"¡Esto es increíble! -exclamaron todos con asombro. - Pasamos el cansancio y ahora estamos aquí, ¡valió la pena!"
"Recuerden, chicos, cada esfuerzo tiene su recompensa. Este es solo el inicio de un montón de logros que vendrán en sus trayectorias" -dijo el Sr. Antonio con orgullo.
Mientras disfrutaban de la vista, revelaron algo aún más sorprendente: habían encontrado nidos de aves que nunca antes habían visto.
"¡Vamos a investigar sobre ellas! -propuso Javier. – ¡Podríamos usar esto para nuestro proyecto!"
Así, la aventura les enseñó no solo sobre el volcán, sino también sobre la unión, el trabajo en equipo y la perseverancia. Regresaron a casa con un nuevo sentido de orgullo y un proyecto que nadie esperaba.
El día de la presentación, todos estaban nerviosos, pero al final triunfaron.
"Lo logramos, gracias, Sr. Antonio. -dijo Ana emocionada-. La experiencia fue más que escalar un volcán; fue un viaje hacia nuestro crecimiento personal"
"Estoy muy orgulloso de todos ustedes. Sigan adelante, siempre habrá nuevos volcanes que escalar en sus vidas" -respondería el instructor, con una sonrisa.
FIN.