La Aventura en el Zoológico



Era un día soleado, y Lucas, aquel niño curioso de siete años, no podía contener su emoción. Su madre, Vanina, había prometido llevarlo a él y a sus dos hermanas, Priscila y María, al zoológico de Mendoza, en el Cerro de la Gloria. Esta no era una visita cualquiera; era la primera vez que verían animales tan de cerca.

"¡Mamá! ¿Cuánto falta?" - preguntó Lucas, mirando ansioso el reloj en la pared.

"No mucho, campeón. Vamos a hacer una aventura familiar" - respondió su madre sonriendo.

Con un picnic bajo el brazo y muchas ganas de descubrir, partieron rumbo al zoológico. Al llegar, los tres niños se quedaron boquiabiertos, mirando los coloridos carteles que adornaban la entrada.

"¡Mirá, mirá! ¡Ese caballo es raro, tiene rayas como una cebra!" - exclamó Priscila, señalando a una majestuosa cebra que paseaba con gracia.

"Es que eso se llama caballo cebra, y son muy especiales. Tienen la fuerza de un caballo pero con el aspecto de una cebra" - explicó María, que había leído mucho sobre animales.

Mientras caminaban, se acercaron a una jaula donde había cabras montesas. Una de ellas, curiosa, se acercó a los niños.

"¡Mirá! ¡Está saludando!" - rió Lucas.

"Se llama chiva, Lucas. Son muy traviesas, ¡ten cuidado que pueden escalar!" - le advirtió su hermana mayor.

De repente, una niña pegó un grito.

"¡Mirad! ¡Mi gorra! La llevó esa cebra saltadora!" - dijo, mientras intentaba alcanzarla.

Los niños vieron cómo la cebra saltaba y jugaba, llevándose la gorra por toda la explanada. Lucas sintió que era el momento de actuar.

"¡Vamos a ayudarla!" - propuso Lucas.

"¿Y cómo la atrapamos?" - preguntó Priscila.

"Podemos hacer un plan. Distráigala mientras yo intento acercarme por atrás." - sugirió María.

Los tres acordaron que Priscila haría ruidos para llamar la atención de la cebra. Ella hizo una serie de sonidos como si estuviera llamando a un gato. La cebra, curiosa, se detuvo y miró.

"¡Ahora, María!" - gritó Lucas.

María corrió y, con mucho cuidado, logró acercarse a la cebra y alcanzó la gorra. Al regresar, todos se rieron al ver lo trabajoso que había sido el rescate.

"¡Lo logramos! ¡Qué emocionante!" - celebró Priscila.

La niña dueña de la gorra se acercó, agradecida.

"¡Gracias! No sabía qué hacer. Son héroes" - dijo sonriendo.

Fueron con la niña al área de las chivas, donde podían alimentarlas con hojas. Allí aprendieron sobre los cuidados que necesitan, y cómo sus capacidades son distintas a las de otros animales.

"¿Sabían que las chivas pueden trepar montañas?" - comentó Vanina.

"¡Como nosotros cuando escalamos en el Cerro de la Gloria!" - añadió Lucas juguetonamente.

Después de un día repleto de risas, aprendizajes y pequeños desafíos, la familia decidió que era momento de regresar a casa. Mientras caminaban de regreso, Lucas reflexionó con sus hermanas.

"Hoy aprendí que todos los animales son especiales a su manera. Igual que cada uno de nosotros!" - dijo Lucas, con una gran sonrisa.

"¡Y que los equipos pueden lograr cosas increíbles juntos!" - agregó Priscila.

Ya de vuelta en casa, Vanina miró a sus hijos y dijo:

"Hoy hemos vivido una experiencia única, pero lo más importante es que aprendan a cuidar y respetar a todos los seres vivos. El mundo necesita héroes que se preocupen por la naturaleza." - y todos asintieron felices.

A partir de ese día, Lucas y sus hermanas prometieron ser embajadores del cuidado animal, hablando a sus amigos sobre lo aprendido y compartiendo historias sobre sus aventuras en el zoológico. Así, su experiencia se convirtió en un hermoso recuerdo y les enseñó la importancia de cuidar nuestro entorno.

FIN.

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