La Aventura en la Estación Desierta



Era una noche oscura cuando Marta se encontró en la estación desierta. Había perdido su teléfono y el último tren a casa había partido hacía minutos. El viento soplaba frío, haciendo que se abrazara a sí misma en busca de calor. Miró a su alrededor, sin prisa por marcharse; algo en el aire le decía que esa noche tendría una sorpresa.

De repente, escuchó un ruido. Era un ligero susurro venido de un rincón sombreado de la estación. Marta, intrigada, se acercó con cuidado. Allí, al lado de un viejo banco, encontró un pequeño y brillante objeto. Al agacharse, vio que era una llave dorada.

"¿Qué hará esta clave aquí?" se preguntó Marta, admirando su brillo. Justo entonces, un pequeño ratón, con un sombrero de copa y un abrigo a rayas, salió de la penumbra.

"¡Buenas noches, joven dama! Soy Don Raticélico, el guardián de esta estación", dijo el ratón con una voz suave. "Esa llave que has encontrado es mágica. Abre la puerta a un mundo lleno de maravillas y aventuras."

"¿Un mundo de maravillas? Pero, ¿dónde está esa puerta?" preguntó Marta, sintiendo una mezcla de emoción y curiosidad.

"Es justo allí!" respondió Don Raticélico, señalando un antiguo arco que parecía brillar débilmente. "Pero ten cuidado, no todas las aventuras son como parecen. Debes estar atenta y usar tu ingenio."

Marta se sintió emocionada y un poco asustada, pero decidió arriesgarse. Se acercó al arco y con la llave dorada, la insertó en la cerradura. Al girarla, se oyó un clic y el arco se abrió revelando un camino brillante.

"Bienvenida al Reino de las Estaciones!" exclamó Don Raticélico mientras la seguía. Al cruzar la puerta, todo se iluminó con colores vibrantes, árboles de caramelos y flores que cantaban.

Mientras exploraban, Marta conoció a varios personajes: una liebre que corría más rápido que el viento y un búho sabio que conocía todos los secretos del bosque. Sin embargo, las cosas tomaron un giro inesperado cuando llegaron a un río donde, en lugar de agua, había un espeso lodo gris.

"¡Oh no! Este es el río de los Sueños Perdidos", explicó el búho. "Necesitamos encontrar la forma de limpiarlo, de lo contrario, todos los sueños de esta tierra estarán atrapados aquí para siempre."

Marta, al escuchar eso, sintió una responsabilidad. Se le ocurrió una idea.

"¿Y si todos colaboramos para llevar agua pura del lago cercano? Tal vez eso ayude a limpiar este lugar."

Los animales se miraron intrigados, pero pronto la liebre saltó emocionada.

"¡Vamos! Es una gran idea!"

Entonces, comenzaron a trabajar juntos. La liebre corría de un lado a otro, buscando la mejor manera de traer el agua, mientras que el búho y Marta organizaban a los otros animales. Cuando lograron llenar varios recipientes con agua clara, la vieron caer en el lodo gris.

Con el contacto, el lodo comenzó a disiparse y el hermoso río azul apareció como por arte de magia. Todos gritaron de alegría.

"¡Lo logramos!" gritó Marta con una gran sonrisa. Todos los sueños perdidos comenzaron a fluir nuevamente, y en el horizonte, se pudieron ver destellos de luz que simbolizaban los sueños recobrados.

FIN.

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