La Aventura en la Lluvia



Era un día lluvioso de octubre y Juan y Pablo, dos amigos inseparables, se encontraban en la casa de Juan. Afuera, las gotas de lluvia caían con fuerza, y el viento hacía crujir las ramas de los árboles. Pero, dentro de la casa, los dos chicos estaban muy entretenidos jugando con los bloques de madera.

- ¡Mirá, armé una torre gigante! -exclamó Juan, orgulloso de su creación.

- ¡Eso no es nada! -contestó Pablo, apuntando hacia su propia torre- ¡Mirá lo que hice yo!

De repente, un trueno retumbó y los chicos se asustaron un poco.

- ¿Te imaginas que un lobo apareciera por la ventana? -dijo Juan, riendo, intentando quitarse el miedo de encima.

- ¡No, no! -se rió Pablo- Eso sería muy loco. Pero si uno apareciera, yo lo haría amigo mío.

Ambos rieron, y mientras continuaban jugando, Juan recordó que su madre había guardado una caja de cartas en una cómoda que tenían en el comedor.

- Vayamos a buscarla. Puede que haya cartas antiguas que podamos usar para un nuevo juego. -sugirió Juan.

Los dos amigos salieron corriendo hacia la cómoda, pero cuando abrieron el cajón, no encontraron cartas, sino un objeto misterioso: una pequeña brújula.

- ¿Qué es esto? -preguntó Pablo, sacando la brújula del cajón.

- ¡No sé! Pero parece antigua. Podríamos usarla para una aventura. -dijo Juan, con los ojos brillando de emoción.

En ese momento, un viento más fuerte golpeó la ventana y la brújula comenzó a vibrar en la mano de Pablo. - ¡Mirá, parece que apunta hacia la puerta! -exclamó.

- ¿Qué pasará si la seguimos? -preguntó Juan, con curiosidad.

- ¡Vamos! -dijo Pablo, decidido.

Los chicos, llenos de valentía, abrieron la puerta y se encontraron en un bosque que nunca antes habían visto. El lugar estaba lleno de árboles grandes y misteriosos. Cualquier rastro del día lluvioso había desaparecido, y el sol brillaba intensamente en el cielo.

- Esto es increíble, ¡parece un cuento de hadas! -dijo Juan, mirando a su alrededor.

Pero a medida que avanzaban, se dieron cuenta de que no estaban solos. Un gran lobo apareció entre los árboles.

- ¡Corre! -gritó Pablo, asustado, pero Juan lo detuvo.

- Esperá, tal vez no sea un lobo malo. -dijo Juan con voz tranquila. -Hola, ¿quién sos? -preguntó, acercándose despacio.

El lobo, sorprendido por la valentía de los chicos, respondió: -Soy Lobo, guardián de este bosque. Estoy aquí para ayudar a los que buscan un camino.

Juan y Pablo miraron el uno al otro, confundidos pero intrigados.

- Estamos siguiendo la brújula. -dijo Pablo.

- Esa brújula te llevará a lugares mágicos, pero deberás aprender a ser valiente y a confiar en ti mismo para cruzarlos. -explicó Lobo.

Los chicos decidieron seguir el consejo de Lobo. A medida que avanzaban por el bosque, enfrentaron varios desafíos: cruzar un río caudaloso, escalar una montaña y resolver acertijos que les planteaba un búho sabio.

- ¡Esto es emocionante! -dijo Juan, lleno de energía.

- Sí, ¡y no creí que seríamos compañeros de un lobo! -rió Pablo.

Finalmente, llegaron a una cueva brillante, y cuando entraron, encontraron un tesoro lleno de conocimiento: libros antiguos, mapas y herramientas para aprender.

- Este es el verdadero tesoro. -dijo Lobo, sonriendo. -El conocimiento es más valioso que cualquier oro.

Juan y Pablo supieron entonces que todos los retos valían la pena.

- Gracias por acompañarnos, Lobo. -dijo Juan con gratitud. -Sin vos, no habríamos llegado tan lejos.

- Aprendan a siempre ser valientes y curiosos. Eso les abrirá puertas en la vida. -les dijo el lobo, antes de desaparecer.

Cuando los chicos regresaron a su casa, la lluvia había cesado. Habían vivido una aventura increíble y aprendido que el valor y la curiosidad son fundamentales en la vida.

Con la brújula en mano, comprendieron que cualquier camino podría ser explorado si uno tiene el corazón y la mente abiertos. Desde ese día, Juan y Pablo no solo fueron amigos, sino también compañeros de aventuras, tanto en el mundo real como en el de la imaginación.

FIN.

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