La Aventura en la Montaña



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas majestuosas, dos amigos inseparables llamados Amalia y Agustín. Un día, decidieron que era hora de tener una aventura, así que platicaron entre ellos mientras sus mamás preparaban la merienda en la cocina.

"Amalia, ¿qué te parece si vamos a explorar la montaña?" - le propuso Agustín, con los ojos brillantes de emoción.

"¡Me parece genial!" - respondió Amalia, mientras se ponía su gorra. "He escuchado que hay un viejo árbol en la cima que hace mucho tiempo albergó un tesoro."

Tras prepararse con una mochila llena de comida y agua, decidieron que darían un paseo hasta la montaña. Fue así que comenzaron su travesía con entusiasmo, llenos de sueños y risas.

Mientras subían, las cosas eran fáciles al principio. El sendero estaba claro y el sol brillaba. De repente, Agustín se detuvo y miró hacia los lados con curiosidad.

"¡Mirá, Amalia! ¡Un arroyo!" - gritó, mientras corría a tocar el agua cristalina.

"Es hermoso, Agustín. Vamos a llenar nuestras botellas antes de continuar." - sugirió Amalia.

Después de jugar un rato junto al arroyo y refrescarse, siguieron adelante. Sin embargo, a medida que subían, el sendero se volvía más empinado y lleno de obstáculos. De pronto, se encontraron con un gran rocoso que bloqueaba su camino.

Amalia se sintió un poco desanimada. "No sé si podremos pasar esto, creo que deberíamos volver."

"¡No, Amalia!" - dijo Agustín con determinación. "Si nos damos por vencidos, nunca encontraremos el árbol del tesoro. ¡Vamos a intentarlo juntos!"

Amalia, inspirada por la valentía de su amigo, asintió. Juntos, comenzaron a buscar una manera de escalar la roca. Después de unos minutos de trabajo en equipo, encontraron un pasaje y lograron superarlo.

"¡Lo logramos!" - gritaron al unísono, llenos de alegría.

Continuaron su camino hasta que llegaron a un claro. Allí, había un hermoso campo lleno de flores coloridas y un cielo despejado. Pero cuando miraron hacia la montaña, vieron que desde ahí, la cima estaba cubierta de niebla.

"A eso le llaman 'la cima misteriosa'. No se ve ni un poco como imaginé." - comentó Agustín.

"Tal vez sea una señal de que estamos cerca de lo que buscamos. Quizás el tesoro está esperando por nosotros allí arriba" - agregó Amalia, emocionándose con la idea.

Una vez más, decidieron seguir adelante a pesar de la niebla. Con mucho esfuerzo, finalmente llegaron a la cima de la montaña. Sin embargo, en lugar de un tesoro, encontraron un paisaje impresionante, donde las nubes parecían tocar el suelo

"¡Mirá esto, Amalia! Es mágico, nunca había visto algo así..." - Agustín comentó con los ojos llenos de asombro.

"Es cierto, ¡esto es un verdadero tesoro! No se trata solo de oro o joyas, sino de momentos como este que compartimos" - dijo Amalia, sonriendo.

Entonces, comenzaron a correr y jugar entre las nubes, riendo y disfrutando de su día. Pero de repente, Amalia se dio cuenta de que un fuerte viento comenzaba a soplar, y la niebla se volvía más densa.

"¡Agustín, debemos bajar!" - gritó Amalia preocupada.

"¡Tienes razón! Vamos a seguir nuestro propio rastro." - Agustín respondió, recordando cómo habían llegado.

Mientras descendían, la niebla se hizo más espesa, y de repente perdieron de vista el camino. Amalia sintió miedo, pero Agustín la tomó de la mano y dijo:

"Recordá, Amalia, que lo más importante es mantener la calma y pensar. ¡Podemos salir de esto juntos!"

Guiados por su memoria, siguieron adelante y finalmente encontraron el sendero conocido. Después de lo que pareció una eternidad, llegaron al arroyo nuevamente, aliviados y contentos.

"¡Lo logramos! Aunque más tarde del esperado, lo hicimos juntos." - dijo Amalia, sonriendo mientras se sacaba la niebla del abrigo.

"Sí, y aprendí que en cualquier aventura hay desafíos, pero son esos desafíos los que hacen la experiencia inolvidable, ¿no?" - agregó Agustín.

Amalia asintió. A pesar de que no hicieron su propio “tesoro” de oro y joyas, habían encontrado algo mucho más valioso: amistad, valentía y un hermoso recuerdo por compartir.

Desde ese día, Amalia y Agustín siempre recordaron su día en la montaña como el mejor de sus vidas, y decidieron que harían más aventuras juntos para descubrir más tesoros, porque nunca se sabe hasta dónde los llevarán sus sueños y su amistad.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!