La Aventura en la Montaña de Huancavelica



En un pequeño pueblo de Huancavelica, vivía una niña llamada Lucía. Lucía era curiosa y siempre soñaba con vivir grandes aventuras. Un día, mientras exploraba cerca de su casa, encontró un viejo mapa escondido entre las piedras.

- ¡Mirá esto, mamá! -dijo Lucía emocionada, mostrando el mapa.

- ¿De dónde sacaste eso, Lucía? -preguntó su mamá, intrigada.

La mamá de Lucía le explicó que el mapa había pertenecido a su abuelo, quien había sido un gran aventurero. Lucía decidió que debía seguir el mapa y descubrir qué tesoros ocultos había en la montaña prometida.

Al día siguiente, Lucía se preparó para su aventura. Llevó una mochila con algunas galletas, su cantimplora y un cuaderno para anotar lo que descubriera. Antes de salir, su mamá le dio un consejo.

- Recuerda, Lucía, en las aventuras siempre hay que estar atenta y cuidar de la naturaleza.

- ¡Sí, mamá! -respondió Lucía, llena de determinación.

Comenzó su camino hacia la montaña. A medida que ascendía, vio flores de colores y escuchó el canto de los pájaros. Lucía estaba asombrada por la belleza de la naturaleza.

De repente, escuchó un ruido extraño. Al acercarse, se encontró con un pequeño zorro atrapado en unas ramas.

- ¡Pobrecito! -dijo Lucía.- No te preocupes, voy a ayudarte.

Con cuidado, Lucía liberó al zorro, quien la miró con ojos agradecidos.

- ¡Gracias, humana! -dijo el zorro, para sorpresa de Lucía.

- ¡No hablo con un zorro todos los días! -respondió ella, divertida.

- A veces, en la montaña, los animales pueden hablar con los corazones bondadosos. ¿Te gustaría que te acompañe en tu aventura? -preguntó el zorro.

Lucía asintió emocionada. Juntos, continuaron su camino. El zorro se llamaba Kiri y le mostró a Lucía los secretos de la montaña. Saltaron sobre riachuelos y exploraron escondites donde guardaban tesoros de la naturaleza. Sin embargo, pronto llegaron a un lugar donde había una gran roca bloqueando el camino.

- ¿Cómo vamos a pasar? -preguntó Lucía angustiada.

- Con un poco de ingenio, ¡podemos moverla! -dijo Kiri.

Juntos, comenzaron a empujar. Lucía se esforzó y sudó, pero la roca no se movía. En un momento de frustración, Lucía se sentó en el suelo.

- A veces uno necesita pensar un poco -dijo Kiri.- Tomemos un descanso.

Mientras descansaba, Lucía recordó las palabras de su mamá sobre cuidar la naturaleza. Se percató de que bajo la roca había pequeñas plantas luchando por crecer. En ese instante, tuvo una idea:

- ¡Kiri! ¿Y si en lugar de mover la roca la ayudamos a que crezca más? La vida siempre encuentra la forma si le damos una oportunidad.

- ¡Es una gran idea! -exclamó Kiri. Juntos, comenzaron a quitar las piedras más pequeñas alrededor de la roca, permitiendo que las raíces de las plantas tuvieran más espacio. Con el tiempo, la roca se deslizaba poco a poco.

Finalmente, lograron moverla. Al otro lado, encontraron un hermoso lago brillante.

- ¡Mirá, Lucía! -dijo Kiri.- ¡El tesoro que buscamos!

Lucía se acercó al agua y vio su reflejo. En ese momento, comprendió que la verdadera aventura no era solo encontrar tesoros materiales, sino vivir experiencias y aprender a cuidar lo que nos rodea.

- ¡Esto es increíble! -gritó Lucía, llena de alegría.

- ¿Ves? Las mejores aventuras son las que nos enseñan algo -respondió Kiri, sonriendo.

Al final del día, Lucía regresó a casa cansada, pero feliz. Había vivido una gran aventura, hecho un nuevo amigo y aprendido lecciones valiosas sobre la naturaleza y la solidaridad.

Cuando llegó a casa, su mamá la miró sonriendo.

- ¿Qué tal tu aventura, Lucía?

- ¡Fue increíble! Aprendí que siempre hay un nuevo camino si cuidamos la naturaleza.

Desde entonces, Lucía se volvió una guardiana de la montaña en Huancavelica. Compartía sus historias y aventuras con otros niños, enseñándoles la importancia de cuidar de su entorno. Junto con Kiri, su amigo zorro, organizaban exploraciones para descubrir lo que la naturaleza tenía para ofrecer.

Y así, cada día, la montaña de Huancavelica se llenó de risas, enseñanzas y grandes aventuras.

FIN.

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