La Aventura en las Islas Uros
Era una hermosa mañana en Buenos Aires, cuando María Julietta, una niña de siete años con una imaginación desbordante, despertó emocionada. "¡Hoy vamos a Puno!"- gritó mientras corría a la cocina. Junando a su familia, junto a sus padres Julio y Marietta, su abuela doña Juanita, su tía Alexandra, y su abuela Milagros, se prepararon para un viaje inolvidable. "¿Listos para la mejor aventura?"- preguntó Ancelmo, su abuelo. Todos asintieron entusiasmados.
Al llegar a Puno, la familia abordó un colorido bote para visitar las famosas Islas Uros. María Julietta miraba a su alrededor, admirando el lago Titicaca. "¡Es como un mar!"- exclamó. "Es el lago navegable más alto del mundo, y está lleno de vida", le explicó su papá Julio.
Cuando llegaron a las islas de totora, fueron recibidos por los amables habitantes. "¡Hola! Bienvenidos a nuestras islas flotantes"- dijo una mujer con una sonrisa brillante. "¡Hola!"- respondieron todos juntos. María Julietta se sintió emocionada. "¿Podemos explorar?"- preguntó con los ojos brillando.
Los habitantes les mostraron cómo viven, construyendo sus casas con totora y pescando en el lago. "Miren, les voy a enseñar a tejer"- dijo una mujer mayor, y todos se sentaron a aprender esta hermosa práctica. Juliito, el hermano menor de María Julietta, se entusiasmo con el tejido. "¡Mirá, abuela, hice un pequeño tapiz!"- grito contento.
En un momento de la visita, María Julietta encontró un pequeño pez dorado atrapado en una red. "¡Ayuda!"- gritó el pez. "¿Pueden oírlo?"- preguntó asombrada, mientras todos la miraban. "¿Qué decís, Julieta?"- preguntó su abuela, preocupada. "¡El pez habla!"- exclamó María.
Los adultos se miraron extrañados, pero ella estaba convencida. "Si lo ayudamos, puede ser que…"- no terminó la frase cuando el pez la interrumpió. "¡Por favor, sáquenme! Les prometo que les traeré buena suerte en su viaje"- agregó el pez, moviendo su cola dorada.
El padre de María Julietta, Julio, miró a su esposa Marietta, y luego a su hija. "Tal vez valga la pena intentarlo"- dijo. Con mucho cuidado, María Julietta desenredó al pez. Éste saltó de alegría. "¡Gracias, gracias!"- gritó y de repente comenzó a brillar. "No olviden que la bondad trae recompensas. ¡Su viaje será maravilloso!"- y con un destello se zambulló en el agua.
Después de eso, continuaron con su aventura, explorando la isla y disfrutando de un delicioso almuerzo. María Julietta no podía dejar de pensar en su pequeño amigo dorado. "¿Creen que realmente nos traerá buena suerte?"- preguntó a su madre. "La verdadera suerte se encuentra en el amor y el tiempo que compartimos juntos"- respondió Marietta.
Al final del día, cuando regresaron a su hotel, la familia decidió que harían un último paseo en el lago. De repente, el cielo se iluminó con un espectáculo de luces. "Miren, ¡están bailando estrellas!"- gritó María Julietta, con alegría. "Es como si el cielo nos estuviera celebrando por nuestra aventura"- dijo Ancelmo sonriendo.
María Julietta, agradecida por haber vivido un día tan maravilloso, se prometió a sí misma que siempre recordaría la magia de las Islas Uros, el amor de su familia y la importancia de ayudar a los demás, sean peces o personas.
Y así, con esas enseńanzas en el corazón, se quedó dormida, soñando con futuras aventuras y nuevos amigos del lago. Ser bondadoso era el mayor tesoro que podía tener, y ya había aprendido esa lección en tan solo un día.
Fin
FIN.